A mi madre, una mujer de voluntad inquebrantable.
“Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida,y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia. (Anónimo)
Durante casi treinta años me he dedicado a trabajar con mujeres de las comunidades en Puerto Rico. He compartido experiencias a nivel internacional que nos han nutrido mutuamente de sabiduría. Por mucho tiempo las feministas hemos estado inmersas en temas que abarcaron y abarcan toda nuestra energía como la violencia contra la mujer y en específico la violencia doméstica. Pero la realidad de los años se manifiesta y los intereses cambian. Creo que les corresponde a las mujeres jóvenes darles continuidad a los derechos ganados y luchar por los que todavía no hemos logrado. En ese sentido, mi propia experiencia como mujer de mayor edad que vive sola, me llevó a voltear la mirada hacia la población donde estoy incluida.
Para obtener una idea del porqué menciono que es una población presa de la soledad y el olvido las/os llevaré de la mano para que también puedan ustedes voltear su cabeza hacia esta realidad. Fundamento mis planteamientos en una investigación de opinión no científica que hicimos mediante un cuestionario a cien mujeres de mayor edad, que en su mayoría eran de zonas rurales de pueblos del área central.
En Puerto Rico el acelerado envejecimiento de la población durante los pasados 30 años y las primeras décadas del nuevo milenio, no ha ido a la par con una planificación pública inteligente que garantice los servicios esenciales a las personas de 65 años o más. Esta etapa de la vida de las personas es adversamente afectada por mitos, prejuicios y estereotipos.
Según coincidieron varias autoridades en gerontología y demografía, con la generación conocida como los “baby boomers”, a partir del año 2006, nuestra población envejeció aún más, abriendo nuevos desafíos sociales y económicos a medida que aumenta el impacto de la llamada explosión gerontológica.
En una sociedad orientada hacia los (as) jóvenes, las mujeres, tanto de mediana edad como de edad más avanzada, tienen que luchar contra la discriminación por edad. Se nos juzga con criterios diferentes, se considera que las mujeres son “viejas” antes que los hombres. La creencia sexista que relega a las mujeres a la crianza de los hijos/as y al trabajo doméstico exclusivamente cree que terminan nuestras posibilidades, cuando hijos(as) dejan el hogar (nido vacío). El tema del envejecimiento está renegado y evadimos enfrentarlo hasta que ya somos viejas. Ser viejas es una vergüenza y es necesario ocultarlo por todos los medios. Sin embargo, constituye un hecho natural del cual no podemos escapar.
Ver nota completa de este interesante artículo aparecido en Claridad de Puerto Rico, aquí
“Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable, pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora, nunca me sentí tan protagonista de mi vida,y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia. (Anónimo)
Durante casi treinta años me he dedicado a trabajar con mujeres de las comunidades en Puerto Rico. He compartido experiencias a nivel internacional que nos han nutrido mutuamente de sabiduría. Por mucho tiempo las feministas hemos estado inmersas en temas que abarcaron y abarcan toda nuestra energía como la violencia contra la mujer y en específico la violencia doméstica. Pero la realidad de los años se manifiesta y los intereses cambian. Creo que les corresponde a las mujeres jóvenes darles continuidad a los derechos ganados y luchar por los que todavía no hemos logrado. En ese sentido, mi propia experiencia como mujer de mayor edad que vive sola, me llevó a voltear la mirada hacia la población donde estoy incluida.
Para obtener una idea del porqué menciono que es una población presa de la soledad y el olvido las/os llevaré de la mano para que también puedan ustedes voltear su cabeza hacia esta realidad. Fundamento mis planteamientos en una investigación de opinión no científica que hicimos mediante un cuestionario a cien mujeres de mayor edad, que en su mayoría eran de zonas rurales de pueblos del área central.
En Puerto Rico el acelerado envejecimiento de la población durante los pasados 30 años y las primeras décadas del nuevo milenio, no ha ido a la par con una planificación pública inteligente que garantice los servicios esenciales a las personas de 65 años o más. Esta etapa de la vida de las personas es adversamente afectada por mitos, prejuicios y estereotipos.
Según coincidieron varias autoridades en gerontología y demografía, con la generación conocida como los “baby boomers”, a partir del año 2006, nuestra población envejeció aún más, abriendo nuevos desafíos sociales y económicos a medida que aumenta el impacto de la llamada explosión gerontológica.
En una sociedad orientada hacia los (as) jóvenes, las mujeres, tanto de mediana edad como de edad más avanzada, tienen que luchar contra la discriminación por edad. Se nos juzga con criterios diferentes, se considera que las mujeres son “viejas” antes que los hombres. La creencia sexista que relega a las mujeres a la crianza de los hijos/as y al trabajo doméstico exclusivamente cree que terminan nuestras posibilidades, cuando hijos(as) dejan el hogar (nido vacío). El tema del envejecimiento está renegado y evadimos enfrentarlo hasta que ya somos viejas. Ser viejas es una vergüenza y es necesario ocultarlo por todos los medios. Sin embargo, constituye un hecho natural del cual no podemos escapar.
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