Benny Cruz Zapata/EnLíneaDIRECTAReynosa, Tamaulipas.-
Don Tomás Escobedo ya no logra recordar los buenos tiempos, esos, en los que la fuerza le alcanzaba para trabajar “en lo que fuera” y sacar lo elemental para irla pasando.
La vejez lo alcanzó sin darse cuenta y hoy a sus 85 años de edad, se ve orillado a deambular por las calles de la ciudad, cargando en su morral naranjas o lo que se pueda, para poder sacar cuando menos una comida, para él y su esposa. Ellos habitan en la Manzana 22, calle Nuevo Laredo No. 1437 de la colonia Liberal, de donde sale apenas amanece:
-La verdad que es muy triste llegar a viejo y a veces no tener ni fuerzas para salir a la calle, aunque tengo que hacerlo ya que lo mismo vendo chicles, que naranjas o dulces, lo que se puede, Dios no me deja y la gente se conduele y me compran, cuando bien me va saco mis 20 o 30 pesos, con eso y lo que nos apoyan los vecinos, la vamos pasando.
Cuenta que su vida no siempre fue igual, ya que de joven el trabajo no lo intimidaba:
-Yo no fui a la escuela, trabajaba en el jornal o en lo que se pudiera, pero esos trabajos no dan derechos y cuando la fuerza se acaba, se acaba el trabajo, pues nadie quiere andar cargando con los viejos.
Comparte que los trabajos eventuales fueron su error, ya que ahora tiene conocidos que al tener una pensión no están en sus mismas condiciones.
-A mi me gustaba trabajar libre, porque pagan mejor, no sabía lo que me esperaba en mi vejez, más ahorita en donde no hay trabajo, si los jóvenes que son los jóvenes, andan igual que uno, nomás tronándose los dedos, con mayor razón nosotros.
Asegura porque lo vive, que el desempleo es un mal que comparten todos los viejos:
-Es injusto, pero es la realidad, los viejos estamos relegados de las fuentes de trabajo, nos ven como incapaces, en mi caso, desde que llegué a los 60 años de edad, sentí el rechazo, ni siquiera de ayudante de albañil me querían contratar, así llegue a los 70 y ahora a mis 85 años sufro las consecuencias de no haber tenido trabajo fijo, pues tengo amigos que están igual de fregados pero tienen su pensión y esa es una gran ayuda.
Solicita que el no pide más que apoyo para tener la comida segura:
-Nunca tuvimos hijos, aunque si sobrinos, una de ellas me presta el solar en donde vivo, pero de ahí en fuera comemos porque Dios es bien grande y que a mi edad yo no me dejo, siempre salgo a la calle en busca del pan de cada dìa.
Don Tomás no es el único que ha llegado a la tercera edad, padeciendo el desempleo:
-Toda mi vida fui arenero, pero a medida que los años se me fueron encimando ya no pude seguir sacándole al río, piedras y arena, como quiera de ahí saqué adelante a ocho hijos, que hoy son mi apoyo, pues gracias a Dios no me desamparan y de alguna u otra manera, me ayudan con lo que pueden, aunque a veces me da pena andarlos molestando.
Agrega:
-Pero no puedo hacer nada, pues a mis 79 años ni pensar en un trabajo, a estas alturas de la vida no hay posibilidades de conseguir.
Afirma que el no se ha dejado caer:
-Yo se que el desempleo es uno de los males de los viejos, por eso a mi no me ha quedado de otra que criar gallinas, antes tenía marranos, pero para no tener problemas con la Secretaría de Salud, mejor los vendí y ahora sólo tengo esas gallinas ponedoras, con los huevos que vendo, es como me mantengo, además de lo que mis hijos me dan.
Lo que más le gustaría es sentirse útil:
-Aunque uno ya llegó a viejo, sigue con fuerzas, con energía y la cabeza completa para desempeñar algunos trabajos, pero desgraciadamente esto no lo piensan quienes nos pueden dar una oportunidad laboral, así como hay viejitos empacadores, nosotros podemos ser jardineros, guardias…pero eso es un sueño, más ahorita que hasta los mismos jóvenes están desempleados.
EnLineaDirecta, México
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