Hoy se celebra el Día Mundial de toma de conciencia sobre el abuso y el maltrato en la vejez. Los expertos aseguran que, en España, la falta de cuidados específicos prima más sobre los malos tratos físicos y que hace falta una buena red pública de servicios sociales para atenderlos.
ELENA RODRÍGUEZ. Zaragoza
El maltrato a las personas mayores es una violación de los derechos humanos y una causa importante de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación". El Plan Internacional de Acción de Naciones Unidas adoptado por todos los países en Madrid, en abril de 2002, puso esta situación en el contexto de los Derechos Humanos Universales. Buscaba la protección de un sector de la población cada vez más desprotegido ante abusos de diferente índole, así como la prevención de estas prácticas en un mundo que envejece y que, por tanto, nos concierne a todos. Para recordarlo, hoy, como todos los 15 de junio desde hace tres años, se celebra el Día Mundial de toma de conciencia sobre el abuso y el maltrato en la vejez.
Abuelos desatendidos, explotados económicamente, aislados de la sociedad o por sus familias o indefensos frente a otra suerte de abusos forman más esta radiografía del maltrato en la edad madura que los malos tratos físicos o, incluso, los abusos sexuales. Aunque también se dan, a juicio de los expertos. "Nuestra experiencia refleja más una especie de claudicación familiar que conlleva la falta de cuidados hacia el anciano", asegura María Ríos, coordinadora de la zaragozana Asociación Voluntaria en Geriatría.
Ser responsable de una persona mayor agota mentalmente, requiere mucho esfuerzo y dedicación y unos conocimientos y una formación que, a juicio de Ríos, no siempre se tienen. "El maltrato puede darse pese a quererlos mucho", apostilla esta experta. "Si no tengo colchones especiales y el anciano se ulcera, ¿eso es maltrato? Si necesita que se le cambie de postura cada poco tiempo y yo no puedo moverlo solo, ¿eso es maltrato? Si no tengo medios suficientes, ¿de quién es la culpa?", se pregunta.
El oscense Enrique Gil Calvo, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, apunta una respuesta. "La inexistencia en España de una buena red pública de servicios sociales para mayores, que debería haberse creado con la Ley de Dependencia pero no ha sido así, coloca a los ancianos en situación de aislamiento y dependencia de sus descendientes familiares, que los envían a residencias privadas donde se les explota y maltrata", asegura, categórico. ¿Tan mal nos portamos con nuestros mayores? ¿Siempre ha sido así?
No, y no. Gil Calvo asegura que este incremento de la desatención, el menosprecio y el maltrato moral o físico a las personas se debe a que se ha incrementado enormemente la brecha generacional entre adultos y ancianos. "Los ancianos españoles actuales son los más pobres y con menos nivel de estudios de Europa. En cambio, los adultos españoles actuales tienen un nivel de estudios y de ingresos muy superior a sus mayores, y se sienten y se comportan como nuevos ricos", explica este sociólogo. El resultado es que las relaciones de poder entre adultos y ancianos son de gran desigualdad: estos se sienten ante aquellos en situación de inferioridad e indefensión, lo que les lleva a someterse a todo sin atreverse siquiera a protestar. "Y, en cambio, los adultos se consideran muy superiores en todo respecto a sus mayores", apostilla Enrique Gil Calvo.
Pero esta relación de fuerzas no siempre ha estado inclinada hacia el más joven. Antaño, los ancianos eran quienes ocupaban las posiciones dominantes en las estructuras de poder, y como sus descendientes necesitaban heredarles, les mimaban y cuidaban no tanto por amor como por temor. "Pero ahora, hay hijos que les quitan la pensión a los padres, y les manejan el dinero. Y lo peor es que, en algunas ocasiones, el anciano lo ve hasta razonable", apunta Carmen Muro, doctora en Medicina y profesora titular en la Escuela de Ciencias de la Salud en Zaragoza. Opinión refrendada por la presidenta de la Sociedad Aragonesa de Geriatría y Gerontología, Pilar Ochoa. "Los mayores no protestan tanto como los jóvenes, sino que asumen su situación como inevitable. Piensan: 'Si me quejo, igual me echan, y a dónde voy a ir...", razona.
La dureza del deterioro
"Papá no sale de casa. ¿Dónde va a estar mejor cuidado que aquí?". Ignacio Benjamín, de 50 años, lo tiene claro, pese al avanzado estado de la demencia senil de su progenitor. Invalidado para cualquier acción, por sencilla que sea, su padre pasa los días entre la cama y la silla de ruedas. "A veces es un triunfo que mastique; otras lo hace, pero luego no traga. Hay que limpiarle porque todo se lo hace encima. Y es muy duro ver cómo se deteriora un hombre que ha sido tan fuerte y tan vital", explica.
La decisión de que su padre no fuera a una residencia obligó a la familia a contratar asistencia, aunque no especializada. "Hacemos lo que podemos, lo que buenamente sabemos. Pero él está bien cuidado. Le queremos", concluye.
Heraldo
ELENA RODRÍGUEZ. Zaragoza
El maltrato a las personas mayores es una violación de los derechos humanos y una causa importante de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación". El Plan Internacional de Acción de Naciones Unidas adoptado por todos los países en Madrid, en abril de 2002, puso esta situación en el contexto de los Derechos Humanos Universales. Buscaba la protección de un sector de la población cada vez más desprotegido ante abusos de diferente índole, así como la prevención de estas prácticas en un mundo que envejece y que, por tanto, nos concierne a todos. Para recordarlo, hoy, como todos los 15 de junio desde hace tres años, se celebra el Día Mundial de toma de conciencia sobre el abuso y el maltrato en la vejez.
Abuelos desatendidos, explotados económicamente, aislados de la sociedad o por sus familias o indefensos frente a otra suerte de abusos forman más esta radiografía del maltrato en la edad madura que los malos tratos físicos o, incluso, los abusos sexuales. Aunque también se dan, a juicio de los expertos. "Nuestra experiencia refleja más una especie de claudicación familiar que conlleva la falta de cuidados hacia el anciano", asegura María Ríos, coordinadora de la zaragozana Asociación Voluntaria en Geriatría.
Ser responsable de una persona mayor agota mentalmente, requiere mucho esfuerzo y dedicación y unos conocimientos y una formación que, a juicio de Ríos, no siempre se tienen. "El maltrato puede darse pese a quererlos mucho", apostilla esta experta. "Si no tengo colchones especiales y el anciano se ulcera, ¿eso es maltrato? Si necesita que se le cambie de postura cada poco tiempo y yo no puedo moverlo solo, ¿eso es maltrato? Si no tengo medios suficientes, ¿de quién es la culpa?", se pregunta.
El oscense Enrique Gil Calvo, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, apunta una respuesta. "La inexistencia en España de una buena red pública de servicios sociales para mayores, que debería haberse creado con la Ley de Dependencia pero no ha sido así, coloca a los ancianos en situación de aislamiento y dependencia de sus descendientes familiares, que los envían a residencias privadas donde se les explota y maltrata", asegura, categórico. ¿Tan mal nos portamos con nuestros mayores? ¿Siempre ha sido así?
No, y no. Gil Calvo asegura que este incremento de la desatención, el menosprecio y el maltrato moral o físico a las personas se debe a que se ha incrementado enormemente la brecha generacional entre adultos y ancianos. "Los ancianos españoles actuales son los más pobres y con menos nivel de estudios de Europa. En cambio, los adultos españoles actuales tienen un nivel de estudios y de ingresos muy superior a sus mayores, y se sienten y se comportan como nuevos ricos", explica este sociólogo. El resultado es que las relaciones de poder entre adultos y ancianos son de gran desigualdad: estos se sienten ante aquellos en situación de inferioridad e indefensión, lo que les lleva a someterse a todo sin atreverse siquiera a protestar. "Y, en cambio, los adultos se consideran muy superiores en todo respecto a sus mayores", apostilla Enrique Gil Calvo.
Pero esta relación de fuerzas no siempre ha estado inclinada hacia el más joven. Antaño, los ancianos eran quienes ocupaban las posiciones dominantes en las estructuras de poder, y como sus descendientes necesitaban heredarles, les mimaban y cuidaban no tanto por amor como por temor. "Pero ahora, hay hijos que les quitan la pensión a los padres, y les manejan el dinero. Y lo peor es que, en algunas ocasiones, el anciano lo ve hasta razonable", apunta Carmen Muro, doctora en Medicina y profesora titular en la Escuela de Ciencias de la Salud en Zaragoza. Opinión refrendada por la presidenta de la Sociedad Aragonesa de Geriatría y Gerontología, Pilar Ochoa. "Los mayores no protestan tanto como los jóvenes, sino que asumen su situación como inevitable. Piensan: 'Si me quejo, igual me echan, y a dónde voy a ir...", razona.
La dureza del deterioro
"Papá no sale de casa. ¿Dónde va a estar mejor cuidado que aquí?". Ignacio Benjamín, de 50 años, lo tiene claro, pese al avanzado estado de la demencia senil de su progenitor. Invalidado para cualquier acción, por sencilla que sea, su padre pasa los días entre la cama y la silla de ruedas. "A veces es un triunfo que mastique; otras lo hace, pero luego no traga. Hay que limpiarle porque todo se lo hace encima. Y es muy duro ver cómo se deteriora un hombre que ha sido tan fuerte y tan vital", explica.
La decisión de que su padre no fuera a una residencia obligó a la familia a contratar asistencia, aunque no especializada. "Hacemos lo que podemos, lo que buenamente sabemos. Pero él está bien cuidado. Le queremos", concluye.
Heraldo
Comments