Unos dos mil griegos han rendido un último homenaje a Dimitris Christoulas, el farmacéutico jubilado de 77 años, que el pasado miércoles se suicidó en el centro de Atenas, como él dijo en una carta manuscrita, "antes de tener que buscar comida en la basura". Con su muerte, este hombre se ha convertido en un símbolo de la angustia que siente el pueblo heleno ante la crisis económica y los recortes. Según la hija de Christoulas, el suicidio de su padre fue un acto "profundamente político": "Papá, no pudiste comprender por qué nos robaban nuestra democracia, nuestra libertad e integridad. Por qué nos sometían a un cruel apartheid social y económico. No pudiste comprender por qué se se llevaban nuestra soberanía y las llaves del nuestro país", dijo durante el funeral. "Pueblo, no bajes la cabeza, la única respuesta es la resistencia", gritaba la multitud.
La ceremonia ha sido civil, algo excepcional en Grecia, y el cuerpo será incinerado en Bulgaria, ya que la poderosa iglesia ortodoxa griega bloquea la creación de un crematorio en el país.
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