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Los Juegos ponen en duda la sexualidad de las atletas


La atleta surafricana Caster Semenya celebra su victoria en los Mundiales de Berlín. / José Goulao


“Este tipo de personas no deberían competir con nosotras; para mí es un hombre”, criticó la italiana Elisa Cusma. “Si me ponen a ella y diez hombres delante no sabría decir que ella es la mujer”, aseguró la medallista española Mayte Martínez. “Sólo mírala”, espetó la rusa Mariya Savinova. “Es lo que sucede cuando eres una anomalía de la naturaleza por estar delante del resto de tus oponentes”, resumió la británica Jenny Meadows, la única que apoyó a la joven Caster Semenya en los Mundiales de Atletismo de Berlín en 2009.


Acababa de ganar el oro en los 800 metros tras sufrir todo tipo de situaciones degradantes y después de varios días de burlas de sus propias compañeras. El revuelo provocado por su aspecto y sus registros obligaron a la IAAF(Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) a verificar su sexo. Aunque la propia organización reconocía que “es un problema médico, no es nada que ella haya hecho”, decidieron apartarla de la competición hasta el momento de tomar una decisión.
Semenya, abanderada de Sudáfrica, volverá a correr hoy -en las semifinales de los 800 metros- en estos Juegos de Londres: la IAAF aceptó que es una mujer once meses después de someterla a semanas de humillante exposición mediática en la que se debatió y juzgó cada rasgo de su físico. Sin embargo, se trata de una victoria pírrica: a cambio, el Comité Olímpico (PDF) y la IAAF (PDF) han reinstaurado la prueba de verificación de sexo que se había eliminado por innecesaria en 2000. Las mujeres tendrán que probar que lo son.
Semenya puede participar, pero otra Semenya sería descalificada. A partir de ahora se persiguen los casos similares a los de la atleta sudafricana, que antes de su victoria estuvo dos horas siendo examinada por jueces y médicos olímpicos que fotografiaron sus genitales como prueba.
La corredora de 800 metros tendría (el resultado de su informe es privado) una alteración hormonal que provoca que su cuerpo produzca tres veces más andrógenos (hormonas masculinas) que la media de las mujeres. De ahí su aspecto “masculino”, sobre todo por tener una musculatura más desarrollada. Pero el aspecto de las atletas con hiperandrogenismo (como se denomina este síndrome) no las convierten en hombres. La marca con la que Semenya ganó en Berlín (1 minuto y 55 segundos) no sólo no es el récord del mundo; de haber competido como hombre no habría pasadoni la primera ronda clasificatoria.
Tabla de la IAAF para ayudar a los jueces a identificar atletas con altos niveles de testosterona en función de su cantidad de vello corporal. / IAAF
“Estas mujeres no hacen trampas, así de simple. No han introducido nada extraño en sus cuerpos. Sin embargo, estas políticas las tratan como a tramposas”, resume Katrina Karkazis, experta en bioética de la Universidad de Stanford. Según explica Karkazis, el hiperandrogenismo es una condición natural, como cualquier otra variación biológica excepcional en los seres humanos. “No hay ninguna razón para descalificar a mujeres cuyos cuerpos cuentan con cualquiera de los ingredientes que ayudan en el atletismo, ya se trate de una visión magnífica, grandes pulmones, mayor flexibilidad, largas extremidades o más testosterona”, razona.
Sin embargo, las pruebas de testosterona regresan a las pistas a pesar de que existe cierto consenso en la comunidad científica en contra de su valía. “Las pruebas de verificación de género son difíciles, costosas y potencialmente inexactas”, concluyó un estudio publicado en la revista JAMA que aplaudía su retirada en 2000. La revista Nature iba más allá: “Las pruebas de verificación de sexo en laboratorio son médicamente erróneas, así como funcional y éticamente inconsistentes”.
Las pruebas de sexo se introdujeron en el ámbito deportivo para proteger a las atletas de impostores o tramposos. En más de un siglo, sólo se ha cazado a dos hombres tratando de hacerse pasar por mujeres para competir. Un caso sonado fue el del alemánHeinrich Ratjen, que compitió como “Dora” en los Juegos de Berlín de 1936.
El problema llegó cuando el Bloque Soviético institucionalizó el engaño. Comenzaron a hormonar a sus atletas hasta el punto de que algunas terminaron cambiando de sexo, como es el caso de Heidi Krieger, ahora Andreas. Por eso, a partir de 1966 se universalizaron los controles de sexo: durante más de un año, se hizo posar desnudas a todas y cada una de las atletas para probar que eran mujeres.
En México 1968 ya se habían generalizado los controles de laboratorio para pillar a las tramposas que se administraran hormonas. Todas las mujeres tuvieron que probar su sexualidad. Todas, salvo la princesa Ana de Inglaterra, que compitió en equitación en Montreal 1976 sin someterse a esta prueba. Se trata, por tanto, de la primera atleta indubitablemente mujer gracias a ser la hija de la jefa de Estado de Canadá, la reina Isabel II.

La descalificación de la española Patiño

Esos controles atropellaron a la Semenya de la década de 1980, la española María José Patiño. Aunque había obtenido su certificado de feminidad en 1983 (ver imagen), la plusmarquista española de 60 metros vallas olvidó la tarjeta en casa y tuvo que someterse de nuevo a esta prueba en un campeonato en Japón. El resultado del test cromosómico determinó que no podía competir como mujer.
La insensibilidad del médico de la delegación le llevó a comunicarle el resultado delante del resto de compañeros y a aconsejarle que fingiera una lesión mientras se sometía a un contraanálisis (que tardaría meses en estar listo). La complejidad de su caso y la incomunicación la llevaron a temer que tenía algún tipo de enfermedad grave, como relató en 2005 en la revista The Lancet.
Al año siguiente, quiso competir en los campeonatos nacionales. Se le volvió a recomendar que fingiera una lesión. Se negó. Compitió. Y ganó: “Cuando crucé la línea en primera posición, mi historiase filtró a la prensa. Me expulsaron de la residencia de los atletas, me retiraron la beca deportiva, mis marcas se eliminaron de los registros. Me sentí humillada y abochornada. Perdí a mis amigos, a mi novio, la esperanza y la energía. Pero yo sabía que era una mujer”, explica en el artículo de The Lancet.
Importantes médicos del ámbito deportivo se interesaron por su anomalía cromosómica. Tras una larga batalla científica y legal, se le volvió a conceder la licencia para competir. Trató de llegar a Barcelona 1992, pero su momento había pasado y no consiguió la marca por una décima: “Mi diferencia genética no me dio ninguna ventaja física ilegal”.
Su caso se convirtió en el ejemplo más claro para descalificar este tipo de controles, que terminaron por eliminarse en todas las federaciones menos en la asiática. Y en 2006 volvió suceder, en este caso con la india Santhi Soundararajan. Pasó por el mismo calvario de descalificaciones, rumores, acusaciones y comentarios humillantes, llegando incluso a tratar de suicidarse.
En la actualidad, es imposible hacerse pasar por mujer siendo un hombre, ya que los controles de orina se realizan en presencia de un facultativo que hace de notario. Un trago que también podría considerarse degradante, con una salvedad: lo pasan todos los atletas, hombres y mujeres. No sólo algunos, definidos por su apariencia.
“La nueva política se centrará en las mujeres con un aspecto menos femenino. ¿Por qué? Porque los altos niveles de testosterona se muestran en detalles como una mayor musculatura, voz más grave, senos más pequeños. Así que se incrementará el control de las mujeres menos femeninas, estigmatizándolas. El problema que necesita solución no es el de una ventaja deshonesta, sino el de los prejuicios”, critica Karzakis.
Para esta investigadora, este no es un problema científico, sino social. “La ciencia proporciona datos, pero es la sociedad la que debe decidir qué hacer en estos casos”, resume. Y añade: “Estamos hablando de la vida de personas, de su capacidad para perseguir su pasión y cumplir sus sueños”. En palabras de Patiño: “Difícilmente podría fingir ser un hombre, tengo pechos y vagina. Nunca hice trampas”.
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