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ANTÁRTICA. Así será el primer viaje de Colombia hacia la Antártida

Foto: United States Antarctic Program
Los colombianos harán, entre otros, estudios oceanográficos y de fisiología de los organism


La expedición zarpará, en buque propio, el 16 de diciembre desde Cartagena con 102 personas a bordo


La palabra conjura imágenes de montañas envueltas en glaciares, mares feroces punteados de témpanos y especies icónicas que no se encuentran en ninguna otra parte. Los exploradores de todos los tiempos se han referido a ella como ‘el Hielo’ porque este es un continente definido y forjado por esa sola sustancia.
La Antártida, o Antártica, está rodeada de los mares más ricos del planeta. La ciencia la ha convertido en laboratorio viviente porque las adaptaciones al frío extremo de todas sus formas de vida son un tesoro de información genética. Y, puesto que es el punto del planeta que más rápidamente se está calentando (específicamente la región de la Península Antártica), es el modelo ideal para entender cómo podría ser la respuesta de los demás ecosistemas de la Tierra ante el cambio climático.
Regido por la fría paz de la geopolítica, el Continente Blanco sigue siendo el único lugar del planeta donde países que en otras latitudes no son tan fraternales trabajan juntos con el objetivo de preservar su inmenso valor científico y ambiental para el bien común, bajo un Tratado firmado en 1959, un logro sin precedentes teniendo en cuenta que se firmó en plena Guerra Fría.
Así será la travesía: 102 personas participan de la expedición entre tripulantes, científicos, universidades nacionales e internacionales, prensa y productores de video.
Ahora le llegó el turno a Colombia de explorar ese territorio. El próximo 16 de diciembre, el buque de la Armada Nacional ARC 20 de Julio, el más grande y sofisticado hecho hasta la fecha en los astilleros de Cotecmar, en la capital de Bolívar, zarpará de Cartagena rumbo a la Península Antártica. Con 102 almas a bordo entre tripulantes, científicos de varias instituciones y universidades nacionales e internacionales, prensa y productores de video, el viaje de tres meses tendrá el objetivo múltiple de hacer presencia científica, geopolítica, simbólica y práctica en el Continente Blanco.
Esta primera expedición oficial de Colombia a la península Antártica no es un viaje aislado y sin trasfondo. Ya en años anteriores, científicos y personal militar colombiano habían participado en expediciones con otras instituciones internacionales, y Colombia se había sentado como observador en las reuniones del Tratado; pero esta vez se trata de dar comienzo a un Programa Antártico Colombiano que se vaya solidificando con el paso de los años, a través de visitas periódicas a ese continente. Existe una Agenda Científica Antártica de Colombia, del Comité Técnico Nacional de Asuntos Antárticos de la Comisión Colombiana del Océano (CCO), que delinea en 60 páginas la visión y estrategia del país al respecto.
Ahora bien, ¿para qué ir a la Antártida? ¿Qué busca Colombia en un lugar tan remoto de nosotros y tan aparentemente aislado de los trópicos? Según la Armada Nacional, gestora del proyecto, y la Cancillería, hacer presencia científica y geopolítica en ese continente es crucial desde varios puntos de vista.
Desde la óptica de la ciencia, las razones son contundentes. El deshielo de las aguas polares, los cambios en salinidad de las corrientes oceánicas que nacen en latitudes australes, y la circulación de las masas de aire que se ciernen sobre Sur América tienen una influencia enorme sobre los ecosistemas tropicales. Influencia que apenas si comienza a ser analizada, y que tiene que ver con las cosechas de las regiones andinas, la pesquería de nuestra costa Pacífica, y los patrones de lluvias y sequías sobre nuestros cielos nacionales. En otras palabras, la Antártida podrá estar geográficamente lejos de Colombia, pero ambientalmente está a la vuelta de la esquina de todos los colombianos.
La península Antártica es el punto cero para estudios de cambio climático. Sus delicados y simples microorganismos están siendo afectados radicalmente, y son la mejor escuela para aprender a lidiar con lo que se nos viene inevitablemente encima. Son el “canario en la mina”, y esa es una de las razones por las cuales hay tantas estaciones de investigaciones en la Antártica.
“Es importante para un país tropical como Colombia comenzar una tradición universitaria de estudios polares para que en un futuro generemos nuestros propios expertos”, dice el Dr. Jaime Cantera Kintz, decano de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad del Valle.
En 1982 Kintz fue uno de los primeros participantes en un crucero de ciencia antártica, con un grupo francés, y más tarde, uno de los primeros involucrados en la formación del Programa Antártico, junto con el almirante Ernesto Durán, de la Dirección Genral Martítima (Dimar).
Según el oceanógrafo Capitán de Navío Ricardo Molares, director del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas, y director científico de la expedición, “vamos a elaborar cartografía para la navegación en el Estrecho de Gerlache ubicado en la península antártica, que es una zona de gran tráfico marítimo, no solo de barcos de investigación, sino también de apoyo logístico para las estaciones antárticas, pero más importante aún, de cruceros turísticos. Parece mentira, pero en pleno siglo XXI esta región aún no está completamente mapeada. Y esto lo haremos como un importante aporte a la seguridad marítima mundial”.
El continente antártico alberga al Polo Sur Geográfico de la tierra, el cual está ubicado a una altura cercana a los 3.000 m sobre el nivel del mar, en el corazón del continente.
En efecto, la Organización Hidrográfica Internacional ha pedido la colaboración de quienes puedan hacerlo, en este esfuerzo por caracterizar la geografía submarina del último continente virgen de la Tierra.
Otra razón importante para hacer presencia científica en la Antártida es la bioprospección. Puesto que los polos son los únicos puntos del globo libres de alteraciones humanas, los microorganismos extremófilos que habitan en esas regiones son perfectos para investigaciones de biotecnología y aplicaciones comerciales. Por ejemplo, Chile ya tiene patentes para un compuesto anticancerígeno aislado de los pastos antárticos y para el crecimiento de piel artificial a partir de un crustáceo de esos mares, entre otras. En Europa y Estados Unidos hay cientos de referencias de moléculas de origen antártico, incluyendo varias con el potencial de curar heridas, y otras con aplicaciones en cosmética, agricultura y remediación ambiental.
Desde el punto de vista geopolítico, a Colombia le interesan mucho los lazos con los países latinoamericanos, ya que, según la Agenda Científica Antártica, “la cooperación internacional se ha valorado como el medio más propicio para superar las dificultades de carácter técnico, logístico y financiero que la incursión al Continente Blanco demanda. Esto fue expresado por la Cancillería mediante el documento IP104, aportado por la delegación colombiana presente en la XXXVI Reunión Consultiva del Tratado Antártico, celebrada en la ciudad de Bruselas en el 2013”.
El Tratado quedará sometido a revisión en 2048. Con esa fecha en mente, las tensiones acerca de quién posee la soberanía sobre el continente antártico y sus fabulosos recursos han ido aumentando calladamente de un tiempo a esta parte. Las riquezas atrapadas debajo de los hielos perpetuos y bajo las aguas de los mares de Amundsen, Ross, Weddell y Bellinghausen incluyen carbón, plomo, cromo, cobre, oro, níquel, platino, uranio y plata. Y eso no ha escapado a la atención de siete de los 12 países que originalmente firmaron el Tratado Antártico en 1959, los cuales han hecho propuestas a las Naciones Unidas para reclamar derechos de soberanía sobre los lechos marinos que caen bajo sus conos de influencia antártica.
Que un país tropical como Colombia decida visitar la Antártida tiene otras razones válidas. También es un gesto simbólico de paz y esperanza, una fuente de inspiración para que la niñez colombiana siga el camino de la ciencia y la exploración. Y para que los jóvenes se den cuenta de que tienen oportunidades insospechadas en su futuro. ¿Quién dice que nuestros niños no pueden soñar con ser astronautas o exploradores polares?
Es cierto que cuando Colón zarpó a las Américas había gente muriéndose de hambre en Europa. Es verdad que cuando Estados Unidos, la China, la India y hasta Brasil comenzaron sus programas espaciales, había gente muriendo por dolencias no atendidas en salas de emergencia de hospitales públicos. Pero entonces Colón trajo riquezas inmensas de las Indias y abrió las puertas a un río de ideas en materia de navegación e ingeniería naviera. Y las agencias espaciales del siglo 20 desarrollaron tecnologías médicas que ahora salvan vidas todos los días en esos mismos hospitales. La bomba de insulina y los escáner para detectar cáncer de seno son un par de ejemplos dentro de una larga lista de descendientes del Programa Lunar Apollo.
“Todos llevamos dentro nuestro propio ‘sur blanco’ ”, escribió hace exactamente cien años el explorador británico antártico sir Ernest Shackleton, refiriéndose metafóricamente a la búsqueda de eso que hace feliz a cada persona. Colombia es verde tropical pero también, como Shackleton, tiene parte del corazón puesto en el ‘sur blanco’.
La geografía de la Antártida
La Antártida está definida como todas las tierras y plataformas de hielo ubicadas al sur del paralelo 60°.
Situado en el hemisferio sur y rodeado por el Océano Glacial Antártico, el ‘Continente Blanco’ es el cuarto más extenso, con 13.209.000 km². Durante el invierno dobla su tamaño por la gran cantidad de hielo marino que se forma en su periferia; más del 95 % de Antártica está cubierta de hielo, conteniendo cerca del 90 % de toda el agua dulce del mundo. Si este hielo se derritiera, incrementaría el nivel del mar en más de 60 metros.
El continente antártico alberga al Polo Sur Geográfico de la tierra, el cual está ubicado a una altura cercana a los 3.000 m sobre el nivel del mar, en el corazón del continente. Es el continente más frío, seco, ventoso y despoblado. Está clasificado como un desierto, ya que su precipitación anual es menor de 200 mm (en la costa y menos aún en el interior). Sus temperaturas invernales bajan hasta los -89 °C, y aunque llega a albergar más de 4.000 personas durante el verano, no tiene ningún residente permanente. Algunos latinoamericanos podrán haber nacido allí, como es el caso de Chile, pero no son reconocidos como habitantes nativos de ese continente, sino de su país madre.
Un continente para la ciencia
La Antártida no tiene un “gobierno” como el que se entiende en el resto del mundo. Aquí no hay personas indígenas. Los únicos hábitats son las estaciones científicas, que reciben investigadores y personal de apoyo durante unos meses del verano austral, o durante un año.
En 1959 doce países firmaron el Tratado Antártico. Hasta la fecha 50 naciones se han adherido. Colombia lo hizo en 1989. El tratado prohíbe actividades militares y mineras, y explosiones o almacenamiento nuclear. La Antártida, según el tratado, es un continente para la ciencia, pues es el lugar ideal para observar la naturaleza y el cielo, y para entender las adaptaciones de la vida al frío extremo. Este es un laboratorio viviente, donde existen unas 50 bases permanentes de 30 naciones, además de campamentos temporales, incluyendo a Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Uruguay. Cuba y Venezuela pertenecen al tratado, pero no tienen estaciones.
Para pasar de miembro adherente a consultivo (y tener voz y voto en decisiones que afectan el futuro de este continente), Colombia comienza con esta expedición un proceso para posicionar al país dentro del Sistema del Tratado Antártico.
Refresca al planeta
Las regiones polares son el aire acondicionado del planeta. Prácticamente todo lo que sucede con el mar, el aire y los microorganismos en esos gélidos dominios tiene una profunda influencia en la vida –y la billetera– de las regiones tropicales. Regiones como Colombia, cuya inmensa biodiversidad la coloca dentro de los países que más tienen que perder -y aprender- con sus cambios de humor.
ÁNGELA POSADA-SWAFFORD
Especial para EL TIEMPO
Antártida.

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