En muchas escuelas bolivianas, aprender ciencia significa enfrentar carencias: pupitres rotos, ventanas dañadas y falta de laboratorios. Para Grecia Bello, esta realidad marcó su infancia. En lugar de experimentar en aulas equipadas, ella y sus compañeros aprendían a reparar sillas o a improvisar con lo que había. Hoy impulsa iniciativas concretas.
Con el Proyecto Arakuaa transforma botellas plásticas en fibras textiles, ofreciendo alternativas sostenibles a comunidades indígenas que han perdido materiales tradicionales. Además, explora aplicaciones en la construcción. Grecia lidera un FAB LAB abierto, es decir, un laboratorio de fabricación automatizada, al que acuden más de 300 participantes entre estudiantes, docentes y vecinos. Allí enseña impresión 3D, fomenta comunidades open source y promueve usar la tecnología con propósito social. Su sueño: que Bolivia sea reconocida como líder en educación digital, robótica y programación, con un conocimiento accesible para todos.
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