Se ha metido en el papel de un hombre, de una mujer, de una reina, de un ángel y de todo lo que la echen. Tilda Switon es, sin duda, una de las actrices más 'polifórmicas' de las últimas décadas. Su extraña belleza, sus marcados rasgos y las tablas propias de quien se ha criado sobre los escenarios de pequeños teatros, la han marcado con el estigma de tener que superarse en cada película, en cada papel.
Y lo consigue. Desde que abandonara la Royal Shakespeare Company —«salí tan pronto como pude, y mi vida sólo ha mejorado desde entonces», ha asegurado en más de una ocasión— y se lanzara al mundo hollywoodiense, Swinton no ha dejado de impresionar a directores, actores y público en general. Su interpretación de la celosa reina Isabella en 'Eduardo II' fue una de las más aplaudidas —estuvo nominada a mejor actriz en el Festival de Venecia de 1992— y supuso el trampolín hacia una cine más comercial, pese a que nunca ha abandonado el puro cine independiente, en el que estuvo muchos años sumergida.
Pero, si sus interpretaciones más aclamadas dejaron al público con la boca abierta en más de una ocasión, es en 'Michael Clayton' donde la actriz echa el resto con una interpretación sublime. En sus breves apariciones en la ópera prima de Tony Gilory, aprovechadas al máximo, logra transmitir más con sus silencios que con un diálogo. De ahí que no haya duda de que su candidatura a mejor actriz secundaria es más que merecida y justa. La Switon va a por todas.
El mundo.es
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