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“El invierno”: sobrevivir en la Patagonia profunda

Hallazgo. Hace diez años, Torres se metió en una estancia buscando refugio y encontró al personaje de su primer largometraje.
Hallazgo. Hace diez años, Torres se metió en una estancia buscando refugio y encontró al personaje de su primer largometraje.

La ópera prima de Emiliano Torres, premiada en el reciente Festival de San Sebastián, cuenta la historia de un capataz en una inhóspita estancia del sur.



Diez años atrás, Emiliano Torres (Buenos Aires, 1971)
estaba recorriendo la provincia de Santa Cruz y el sur de
Chubut por un documental en el que trabajaba. En un
momento cayó una nevada muy fuerte y no pudo seguir en
la ruta. Se metió en la primera tranquera que encontró
y pidió refugio en la casa del capataz. Esa persona que le
abrió la puerta se convertiría, una década más tarde, en la
fuente de inspiración para uno de los personajes centrales
de “El invierno”, la única película argentina que compitió
por la Concha de Oro en la 64° edición del festival
de San Sebastián, donde fue premiada con la Concha de Plata
a la mejor fotografía, además del Premio Especial de parte
 del jurado. En Argentina, se estrenará el próximo jueves
6 de octubre. Antes de viajar a España para acompañar
la presentación de su ópera prima, Torres recibió a “Río Negro”.

La película de Torres cuenta la historia de Evans
(el chileno Alejandro Sieveking), un capataz que es
despedido después de trabajar muchos años en una estancia.
Su lugar será ocupado por Jara (Cristian Salguero), un joven
peón rural que llega desde el norte del país.
La situación, dolorosa y traumática, transcurre en una
zona indeterminada de la inmensa Patagonia. “Me parece
que la mayor virtud de la película es que es muy simple y
concreta, pero que encierra muchísimas interpretaciones.
Es la lucha del hombre por sobrevivir en una naturaleza
hostil, la pelea generacional entre el joven y el viejo, la
realidad del trabajo rural en un lugar así y, yendo más
 allá, lo que implica la lucha diaria que todos tenemos
por conservar un trabajo o por ser capataces de
nuestras pequeñas vidas; lo que se deja en el camino, lo
que se gana y se pierde por hacerse patrón de estancia.
Creo que la historia plantea la pregunta de si realmente
vale la pena esa lucha diaria o no”, comenta Torres en un
bar de Colegiales.
P- ¿Volviste a buscar al capataz que te inspiró para “El invierno”?
R- Sí, y todas las versiones sobre lo que había pasado con
ese hombre eran distintas: que se había suicidado, que vivía
como un ermitaño en la montaña, que había muerto en un
invierno. Viajé más de siete mil kilómetros buscando
locaciones para la película y me di cuenta de que la
historia se repetía: capataces aislados con un destino
trágico. Básicamente, escribo desde los personajes;
los construyo y después de alguna manera me dejo llevar
sin demasiado prejuicios respecto de si representan o no
cosas en las que creo o con las que estoy de acuerdo. A
medida que avancé en el guión me fui dando cuenta sobre
qué estaba escribiendo.
P- ¿Qué te atrajo?
R- Los personajes y esa faceta árida y dura de la Patagonia,
que es como la otra cara de una postal. No hay
imágenes pintorescas: no hay ballenas, bosques ni lagos.
Es un lugar único, en el que casi no se han filmado
películas, aunque sí documentales; una zona de trabajo
en ese sentido, esos hijos de gringos que llevan adelante
una estancia y los trabajadores golondrina que llegan del
norte, los campos enormes que son propiedad de
dueños desconocidos o de terratenientes que no sabemos
quiénes son, todo eso, funciona también como una metáfora
de la construcción de este país, de la manera que
se fue delimitando y construyendo el territorio y el
poder en Argentina.
P -¿Cómo es filmar en un contexto tan áspero?
R- Hay que adaptarse a lo que te propone el clima
y las circunstancias. Hubo lugares difíciles de llegar
por la nieve. A veces el viento no te permite caminar,
entonces tenés que cambiar. Te obliga a trabajar a la antigua,
sin señal de teléfono, sin Internet, con proveedores que 

son gente de campo. Era una película que tenía que hacer
de ese modo, no intentando trasladar la máquina del cine
a un lugar inhóspito sino como cuando uno se presenta
en una estancia por primera vez, pidiendo permiso y
buscando lugar a medida que avanza el día.
P- ¿Con qué realidad te encontraste al recorrer las
diferentes estancias?
R- Hay poca gente que acepta trabajar en esos lugares.
Obviamente la gente que tiene familia prefiere no tomar
esos trabajos y tampoco los dueños de las estancias los
quieren porque ahí no hay escuelas, hospitales ni
comodidades demasiado cerca. Son hombres solos y el
aislamiento los condiciona. A veces pasan siete meses a
cargo de una estancia que tiene el tamaño de la Capital
Federal. Es gente parca, muy práctica, que difícilmente exprese
sus sentimientos con palabras. Los admiro profundamente
y me gusta la manera en que esa gente se relaciona
con la naturaleza y con los demás.
P- ¿Cuáles son las consecuencias de ese modo de vida?
R- El desarraigo, el temor al contacto con otras personas.
Los capataces de cierta edad tal vez se enferman y por
ahí se suicidan antes que recibir ayuda médica o ser llevados
a un pueblo; o agarran un caballo y se pierden en la montaña.
 Es muy difícil para ellos después de mucho tiempo vivir fuera de su lugar. Una vez que desmontan no pueden caminar.
P- Como si quedaran presos de la inmensidad, ¿no?
R- Sí, sí. Una vez que salís de ahí no sabés cómo vivir
en otro lugar. Es paradójico. Hay gente muy grande que
trabaja en las estancias y está en una forma física
admirable. Cuando la sacás de su medio y la ponés en una
ciudad a mirar televisión en la casa de la familia, se deprime
y se muere al poco tiempo. Es extraño, porque en la mayoría
de los casos son chilenos, correntinos, hijos de gringos.
O sea, no son del lugar.
P- También se expone la fragilidad de la situación de los
peones rurales frente a los dueños de las estancias.
R- Sí, obviamente a diferencia de lo que sucede en la
industria no están sindicalizados y es muy difícil estando
en el medio de la nada poder negociar con un empleador
por mejores condiciones. Sobre los dueños de las estancias
quise ser bastante realista y no personalizar. Creo
que las estancias cambian de dueño y cambian de empleados.
No hay nada personal contra la gente que trabaja ahí,
cambian de peón como de encargado de edificio. Quizá
no se enteran que detrás hay una historia, una familia,
una vida, gente que pelea por ese trabajo. Detrás de cada
pequeña decisión, en la clase trabajadora hay una cadena
de situaciones que a veces son ajenas para los dueños,
que en algunos casos desconocen las consecuencias.
Pero no quise hacer una película cuestionando a los
dueños de las estancias, cuyas actitudes son muy diversas.

“Son hombres solos y el aislamiento los condiciona. Pasan siete meses a cargo de una estancia que tiene el tamaño de la capital federal”,
remarca Emiliano Torres, acerca del trabajo del capataz en la Patagonia.
Río Negro



‘El invierno’, un thriller rural en la Patagonia
‘El invierno’, un thriller rural en la Patagonia

Esta primera película como director del argentino Emiliano
Torres muestra la dureza de la vida del campo, la soledad
y las penurias de los trabajadores rurales, entre naturaleza
sublime y explotación laboral.

Los áridos paisajes de la Patagonia más profunda se vieron en las
pantallas del Festival Biarritz - América Latina a través de El invierno,
ópera prima del argentino Emiliano Torres, quien ha cosechado diversos
premios con esta cinta, los últimos en el más reciente Festival de San
Sebastián.
Del otro lado de la frontera, en el país vascofrancés, El invierno también
se coló en la selección y es una de las aspirantes a la Mejor Película.
La trama tiene dos personajes principales, Evans, el viejo capataz de
una estancia tan recóndita como bella e inhóspita; y Jara, un joven en
busca de un empleo y que debe aprender la dureza del campo. Una cinta
con muchas capas, donde se exploran el choque generacional, la
explotación de los trabajadores rurales, las diferencias entre clases
sociales, la irrupción del capitalismo, la soledad.
"Quería hablar de temas que para mí son importantes como son la
lucha por una casa y un trabajo en condiciones justas. También, el
desarraigo que viven los trabajadores rurales, en Argentina o en cualquier
parte, y el sufrimiento de los que deben separarse de su familia y viajar
 a zonas apartadas buscando un sustento. Es una película sobre la
batalla por la supervivencia, lo que dejamos, perdemos y ganamos
al tratar de convertirnos en capataces de nuestras propias vidas",
expresó Emiliano Torres al micrófono de RFI.
El cineasta argentino trata estos temas con un sabio manejo del suspenso,
un guión impecable y un trabajo fotográfico remarcable en colaboración
con el director de fotografía Ramiro Civita.
Torres confesó haber escrito este guión durante más de dos años para luego
verse en la necesidad de adaptarse a las condiciones del lugar durante la
filmación.
"La Patagonia es un lugar en donde sólo se puede hacer cine asimilando
el paisaje y adaptándose a la realidad. Al igual que mis protagonistas,
soy un sobreviviente de la Patagonia", agregó entre risas.
El invierno es una de las candidatas al premio El Abrazo del Festival
Biarritz - América Latina al que llega luego de conquistar dos premios
en San Sebastián (Mejor Fotografía y Premio Especial del Jurado), y en
Cinélatino de Toulouse (Cinéma en Construction y Cine+).
Escuchar audio, aquí
rfi
RFI














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