ROSARIO MÚNERA
Empresaria (91 años)
«Metida en casa no sabría estar»
Cada día, Rosario Múnera Marcet, de 91 años, «viuda de García», acude a su negocio 'Todo para la mujer' de la barcelonesa Rambla de Cataluña, con el afán de «supervisar» la marcha de la 'boutique' que fundara en 1942 con su marido, Pepe García, y que sería la primera, y más importante, de la Ciudad Condal.
Cuenta esta catalana distinguida, de risa a flor de piel y tipo espléndido, siempre erguido sobre unos finos tacones, «lo mucho que costó sacar adelante el proyecto porque entonces la gente quería prendas a medida... pero se fueron acostumbrando y la cosa empezó a funcionar. Mi esposo, que era cántabro, era un escaparatista muy bueno, con mucho gusto, y me enseñó todo, porque, entonces, yo, ¿claro que conocía la moda!, pero para meterme en un trance así...
Yo había tenido una educación francesa, en el San José de Cluny, e incluso amigas del colegio vieron muy mal en aquellos años que me pusiera a trabajar y hasta me retiraron el saludo. Pero a mis padres les pareció fenomenal porque mi marido era un hombre estupendo.
Luego, lo que es la vida, muchas de aquellas chicas abrieron tienda».«La idea era crear un establecimiento similar al antiguo taller de Dior en París. Teníamos, como ahora, 'prêt à porter' y medida. Ir entonces a París, en los cuarenta y cincuenta, era una odisea, y nos traíamos las mejores ideas en croquis para reproducirlas en nuestro taller. Cuando a los 42 años me quedé viuda, tuve que luchar sola y con dos niñas pequeñas».
Rosario ha observado que cada cinco años se producen grandes transformaciones en el mundo de la moda -«y en la sociedad en general»-, cambios que sigue a través de sus ocho viajes al año a París, además de a los desfiles de Milán, y, antes de las Navidades, a Londres y a Nueva York «para ojear escaparates». Ve divertida lo que sucede. «La gente aquí se disfraza un poco, ¿me entiende? Dentro de la moda hay que mirar lo que es fino y selecto porque la elegancia no es otra cosa que simplicidad y llevar lo que a uno le va bien. El vestir se ha perdido un poco y vas a París y es todo más triste, no hay glamour: cuando camino por la rue du Montaigne -donde se hilvanan las casas de alta costura- ya no se ven aquellas mujeres elegantísimas».
Confiesa que «metida en casa no sabría estar, me encanta mi trabajo. ¿Y tengo tanta vida!», exclama entre risas, para negar tres veces el menor deseo de haber nacido más tarde y haber sido hoy más joven: «No, no y no. Hoy todo es muy difícil y confuso».
¿Retos a los 91? «Prefiero vivir a pensar».
Empresaria (91 años)
«Metida en casa no sabría estar»
Cada día, Rosario Múnera Marcet, de 91 años, «viuda de García», acude a su negocio 'Todo para la mujer' de la barcelonesa Rambla de Cataluña, con el afán de «supervisar» la marcha de la 'boutique' que fundara en 1942 con su marido, Pepe García, y que sería la primera, y más importante, de la Ciudad Condal.
Cuenta esta catalana distinguida, de risa a flor de piel y tipo espléndido, siempre erguido sobre unos finos tacones, «lo mucho que costó sacar adelante el proyecto porque entonces la gente quería prendas a medida... pero se fueron acostumbrando y la cosa empezó a funcionar. Mi esposo, que era cántabro, era un escaparatista muy bueno, con mucho gusto, y me enseñó todo, porque, entonces, yo, ¿claro que conocía la moda!, pero para meterme en un trance así...
Yo había tenido una educación francesa, en el San José de Cluny, e incluso amigas del colegio vieron muy mal en aquellos años que me pusiera a trabajar y hasta me retiraron el saludo. Pero a mis padres les pareció fenomenal porque mi marido era un hombre estupendo.
Luego, lo que es la vida, muchas de aquellas chicas abrieron tienda».«La idea era crear un establecimiento similar al antiguo taller de Dior en París. Teníamos, como ahora, 'prêt à porter' y medida. Ir entonces a París, en los cuarenta y cincuenta, era una odisea, y nos traíamos las mejores ideas en croquis para reproducirlas en nuestro taller. Cuando a los 42 años me quedé viuda, tuve que luchar sola y con dos niñas pequeñas».
Rosario ha observado que cada cinco años se producen grandes transformaciones en el mundo de la moda -«y en la sociedad en general»-, cambios que sigue a través de sus ocho viajes al año a París, además de a los desfiles de Milán, y, antes de las Navidades, a Londres y a Nueva York «para ojear escaparates». Ve divertida lo que sucede. «La gente aquí se disfraza un poco, ¿me entiende? Dentro de la moda hay que mirar lo que es fino y selecto porque la elegancia no es otra cosa que simplicidad y llevar lo que a uno le va bien. El vestir se ha perdido un poco y vas a París y es todo más triste, no hay glamour: cuando camino por la rue du Montaigne -donde se hilvanan las casas de alta costura- ya no se ven aquellas mujeres elegantísimas».
Confiesa que «metida en casa no sabría estar, me encanta mi trabajo. ¿Y tengo tanta vida!», exclama entre risas, para negar tres veces el menor deseo de haber nacido más tarde y haber sido hoy más joven: «No, no y no. Hoy todo es muy difícil y confuso».
¿Retos a los 91? «Prefiero vivir a pensar».
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