Ya es tarde para salvar los glaciares alpinos. Los peligros derivados del deshielo de los glaciares se han incrementado drásticamente. Cada año, dos de los actuales 70 kilómetros cuadrados de glaciares alpinos se pierden debido al cambio climático.
El permafrost de los Alpes se está derritiendo, transformando las laderas, hasta ahora cubiertas por nieve, en resbaladizas pendientes pedregosas. Además, debido al cambio climático, cada año hay un número significativamente mayor de "fenómenos climáticos extremos", y las fuertes lluvias contribuyen enormemente al aumento de erosión. El resultado: derrumbes y deslizamientos de tierra como los de Bondo, en Suiza, o los del valle de Valser, en Austria. En Suiza, algunas comunidades están empezando a ser reubicadas, por lo que sus pobladores se ven obligados a abandonar sus casas para siempre. La desaparición de los glaciares como reservas de agua representa un gran problema ya en la actualidad. Los agricultores del valle de Engadina sufren escasez de agua. Durante siglos, aprovecharon el agua de deshielo para regar. El verano pasado, helicópteros tuvieron que transportar agua al Cantón de los Grisones para darles de beber a las vacas alpinas. Y este es solo el comienzo de una etapa de mayor carestía. La economía de los pueblos alpinos depende sobre todo del turismo de invierno. Los expertos estiman que a mediados de siglo sólo quedará nieve natural para esquiar a partir de los dos mil metros de altitud. Eso representa el fin de aproximadamente el 70 por ciento de las estaciones de esquí en los Alpes Orientales, como predicen algunos científicos. Pero en lugar de desarrollar alternativas, se prefiere desafiar la realidad y continuar invirtiendo en el turismo de esquí. Con cañones de nieve se pretende eludir el cambio climático, al mismo tiempo que se construyen instalaciones de nieve artificial en regiones cada vez más altas. Está claro quién es el perdedor: el paisaje alpino, único en su tipo, destruido por la compactación y erosión del suelo. Pero algunas comunidades apuestan por modelos alternativos para el turismo alpino del futuro. En vista del aumento de las temperaturas, las montañas más frías serán cada vez más atractivas para los turistas.
Con 50 años de vida en común ya estamos transitando por este “Camino otoñal”, descubriendo, día a día, la alegría de vivir y tratando de colaborar en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. El Otoño, al igual que el Adulto mayor, tiene su belleza y la estamos conociendo. Pensamos que hay mucho camino que recorrer y todavía tenemos una mirada optimista de la vida, consciente que junto a las dificultades del diario vivir, hay desafíos que afrontar y oportunidades para servir.
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