‘Nobody Left to Crown’ queda como el testamento discográfico de Richie Havens, el artista que enardeció el festival más importante del mundo
Richie Havens dejó las giras hace tres años. Su salud no le permitía continuar devorando kilómetros. Cerraba cuatro décadas de declaraciones de libertad en miles de escenarios. Llevaba veinticuatro meses promocionando su testamento musical, ‘Nobody Left to Crown’, disco de 2008 que esta misma semana ha pasado a convertirse en una obra de culto tras el fallecimiento de su autor, el pasado lunes, de un ataque cardiaco en su casa de Jersey. Richie Havens tenía 72 años y he aquí cinco razones para rendirle homenaje.
Porque surgió de la calle y se ganó al Greenwich Village. Havens nació en una familia de nueve hermanos de Brooklyn y su primera escuela musical fueron las esquinas del barrio donde los adolescentes afroamericanos ensayaban armonías vocales y emulaban a los cantantes de gospel y blues. A los 20 años se sumergió en el ambiente musical y literario de Greenwich Village, en el que se curtieron desde Jimi Hendrix hasta Peter, Paul and Mary,Barbra Streissand o Simon & Garfunkel, por citar unos pocos. Uno de los espectadores que acudía a escucharle era Dustin Hoffman, vecino del barrio. En medio de esa colosal fusión de ingenios, Richie Havens no lo tendría fácil, pero acabaría estableciendo el rumbo de su carrera. Cambió el gospel por el folk y el folk de Pete Seeger por un modelo más callejero y cadencioso, soulero, rockista y energético, que le servía para reclamar igualdad y libertad mientras homenajeaba a Bob Dylan.
Por Woodstock, evidentemente. Venía ya fajado de festivales como Newport y Monterrey. Le precedía su fama forjada en los años 50 y los 60. En 1969, debía actuar en quinto lugar en el más famoso de los festivales del planeta, pero la organización decidió finalmente darle la apertura porque la banda que inauguraba el cartel no se había presentado. Se hallaba inmovilizada en el tapón generado por las decenas de miles de personas que acudían al evento. Y la gente pedía música. No era cuestión de retrasar el concierto. Con todos los arrestos del mundo, Havens empuñó la guitarra y tocó durante tres horas hasta agotar todo su repertorio. Al final, se vio obligado a improvisar una versión de ‘Motherless Child’, un espiritual tradicional del siglo XIX que conocía bien por haberlo interpretado a los 16 años con un grupo juvenil de gospel en Brooklyn. Como debía adaptarlo al bravo folk marca de la casa y enardecer a las masas, introdujo en la secuencia la palabra ‘Freedom’, que al final se convirtió en el icono de Woodstock.
Por su humildad. Nunca Richie Havens alardeó de sus logros musicales ni de su aureola legendaria, que le permitía participar en festivales multitudinarios, protagonizar musicalmente la primera ceremonia presidencial de Bill Clinton o actuar en el Festival de Cannes de 2008 a petición del presidente del jurado, Sean Penn, uno de sus grandes fans. En 2000 no le importó poner todos sus conocimientos de la música de los 70 al servicio de Groove Armada y siempre dejó claro en su trabajo que se sentía deudor de Bob Dylan y los Beatles. Su versión del ‘Just Like a Woman’ en 1992, en el homenaje organizado a Dylan en el Madison Square Garden de Nueva York, se considera una de las mejores interpretaciones en directo hechas nunca sobre esta canción.
Por su labor benéfica. Richie Havens no solo ha sido el cantautor que mejor gritó la palabra libertad. También fue un ecologista convencido. Cuando las fábricas vertían sin problemas en los ríos, a mediados de los 70, el cantante y guitarrista creó una fundación en el Bronx para aleccionar a los niños sobre la importancia de conservar los océanos. El instituto contenía un amplio fondo de investigación y hasta un pequeño museo marino. También fundó una organización sin ánimo de lucro destinada a que los más jovenes estudiaran el medio ambiente de su entorno y aprendieran a conservarlo.
Por su resistencia. Como muchos artistas de su época, Havens dejó paulatinamente de aparecer en los medios generalistas y en las emisoras comerciales a medida que se cerraba el ciclo de los 70 y avanzaban los 80 para entrar en una especie de travesía del desierto mediática. Pese a ello, conservaba la corona de ser uno de los grandes del folk, el legendario héroe de Woodstock y artistas como Ben Harper o Lionel Richie, por citar dos nombres, ensalzan su influencia. La cuestión es que Richie Havens no dejó de ofrecer conciertos –de hecho, vivía en una especie de tour continuo– ni de editar discos. Su carrera supera la veintena de originales, a los que se suman recopilatorios y, en la última década y media, un puñado de reediciones mejoradas de sus primeras obras. En ese ‘apagón’ tuvo mucho que ver su deseo de mantenerse apartado del ‘mainstream’ y de la comercialidad. Curiosamente, el público, la crítica y los premios nunca le abandonaron.
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