En la Colonia Dignidad, el alemán Paul Schäfer dominaba a sus seguidores con mano de hierro. El trabajo duro, la violencia y el abuso marcaban el día a día de la secta. Durante la dictadura de Pinochet, presos políticos fueron torturados y asesinados allí.
La Colonia Dignidad adquirió una triste fama en todo el mundo por las décadas de violaciones de derechos humanos ocurridas en ese asentamiento. "Las estructuras de la secta todavía existen hoy", dice Horst Schaffrik, quien aún vive en sus extensos terrenos en Chile. En 1961, Paul Schäfer comenzó a formar allí una comunidad religiosa totalitaria, completamente aislada del mundo exterior. Este informe nos confronta con el régimen de horror del fundador de la secta, cuya larga sombra se extiende hasta el día de hoy.
El autor de la película, Matthias Ebert, se encuentra con Willi Malessa, quien en la década de 1970 tuvo que desenterrar esqueletos y presenció cómo luego los quemaban para no dejar rastros de las atrocidades. Sin embargo, se cree que todavía se encuentran allí enterrados cadáveres de la época del gobierno militar y Malessa quiere ayudar a encontrarlos.
Muchos miembros de la antigua dirección de la Colonia Dignidad se niegan a aceptar una investigación y guardan silencio sobre las fosas comunes. Nunca se disolvió la estructura financiera de la secta. La estructura de la empresa existe hasta el día de hoy: empresas agrícolas, un hotel y empresas de bienes raíces que se agrupan en una sociedad anónima. Schaffrik habla de una "estructura diabólica". Porque, aunque miembros de la secta como lo fue él construyeron esta gran empresa junto con Paul Schäfer, solo unos pocos se benefician hoy de ella.
Son principalmente los hijos de la antigua dirección de la secta los que actúan como presidentes de las empresas sucesoras. El resto de los miembros de la secta, como Schaffrik, son accionistas, pero no reciben ningún rédito. Aunque fueron obligados a realizar trabajos muy pesados durante décadas, no tienen ningún beneficio de la propiedad comunitaria. Como tampoco reciben una pensión, se enfrentan a la pobreza en la vejez.
Al mismo tiempo, la dirección actual de la empresa bloquea el procesamiento de los delitos. Con recursos jurídicos se oponen a la construcción de un sitio conmemorativo en los terrenos de la secta, según fue acordado a nivel estatal por Alemania y Chile. Y retrasan por todos los medios el pago de indemnizaciones a las que legalmente tienen derecho los niños chilenos que sufrieron abusos allí.
El ministro chileno de derechos humanos, Hernán Larraín, también bloquea el procesamiento. Fue amigo de la secta durante décadas, especialmente durante la época de torturas masivas, al comienzo de la dictadura de Pinochet. Con Larraín como responsable, la elaboración del caso actualmente no avanza, ni con el sitio conmemorativo ni con la búsqueda de fosas comunes. La República Federal de Alemania también se niega a ejercer cualquier tipo de presión sobre los responsables en Chile. Horst Schaffrik cree que hoy, finalmente, sería hora de luchar contra la injusticia que aún persiste en el caso Colonia Dignidad.
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