La longevidad como fuente de sabiduría
JESÚS KOCINA MÉDICO El envejecimiento de la población occidental es un acontecimiento abrumador y masivo. Debemos subrayar que es producido no sólo por el favorable alargamiento de la vida, sino a que también los años se han cargado de vida, de suerte que la decrepitud acontece cada vez más tarde, pero siempre acontece.
Recuerdo que años atrás escribí un artículo titulado «También se triunfa en la vejez».
Reflexionaba entonces sobre la juventud en el sentido de considerarla como la edad en que la vida del hombre está en disposición idónea para disfrutar de la existencia. Por tanto, nadie quiere llegar a viejo, pero sí vivir mucho tiempo.
Nuestros antepasados, el hombre de Neanderthal, que vivió 30.000 años antes de nuestra era, ya nos mostraba como uno de los objetivos más deseados, el de prolongar la vida.
La Biblia considera la longevidad de los patriarcas como fuente de sabiduría. Recuerdo ahora que el escritor Moreno Lara, en uno de sus libros, se refiere a la segunda edad del hombre, o juventud, como postura absurda, al querer gozar de las flores cuando, para ello, se tenga que perder el fruto, y a continuación sigue describiendo la edad madura como anti-imagen del placer, del triunfo y de la alegría.
El hombre necesita una vida prolongada para poder desarrollar una actividad creativa.
Picasso se hallaba en plena forma artística a los 90 años. Tiziano pintó su mejor cuadro, «El descenso de la cruz», a los 80 años, que eran muchos en aquellos tiempos.
En conclusión, que podríamos mencionar a muchos personajes históricos que alcanzaron a un tiempo la vejez y el éxito, lo que viene a significar que la jubilación que hoy nos coloca en situación de incapacidad laboral, no es impedimento para mentalizarnos de que aún nos queda por delante mucha vida de actividad y ocio.
Por nuestra parte, incluimos preferentemente a la familia al librarles la facultad de libertad para gobernar la propia conducta; o sea, la vida de sí mismo, que no lleguen a formarse la idea de inservibles o incapacitados.
Todas estas reflexiones nos demuestran que el tratamiento en la «tercera edad» no es el medicamentoso, sino el global: médicos, auxiliares y enfermeras, que se recurra a lo afectivo hablándoles de su vida profesional, incluso pidiéndoles consejo acerca de un tema determinado que contribuya a que se consideren con algún protagonismo.
Los países más civilizados estudian la posibilidad de que la tercera edad sea un lapso feliz y no de «espera», lo que viene a traducirse en que se dedique más atención a combatir la desesperanza y a aliviar la situación de un gran contingente de ancianos dependientes y abandonados.
La Nueva España
JESÚS KOCINA MÉDICO El envejecimiento de la población occidental es un acontecimiento abrumador y masivo. Debemos subrayar que es producido no sólo por el favorable alargamiento de la vida, sino a que también los años se han cargado de vida, de suerte que la decrepitud acontece cada vez más tarde, pero siempre acontece.
Recuerdo que años atrás escribí un artículo titulado «También se triunfa en la vejez».
Reflexionaba entonces sobre la juventud en el sentido de considerarla como la edad en que la vida del hombre está en disposición idónea para disfrutar de la existencia. Por tanto, nadie quiere llegar a viejo, pero sí vivir mucho tiempo.
Nuestros antepasados, el hombre de Neanderthal, que vivió 30.000 años antes de nuestra era, ya nos mostraba como uno de los objetivos más deseados, el de prolongar la vida.
La Biblia considera la longevidad de los patriarcas como fuente de sabiduría. Recuerdo ahora que el escritor Moreno Lara, en uno de sus libros, se refiere a la segunda edad del hombre, o juventud, como postura absurda, al querer gozar de las flores cuando, para ello, se tenga que perder el fruto, y a continuación sigue describiendo la edad madura como anti-imagen del placer, del triunfo y de la alegría.
El hombre necesita una vida prolongada para poder desarrollar una actividad creativa.
Picasso se hallaba en plena forma artística a los 90 años. Tiziano pintó su mejor cuadro, «El descenso de la cruz», a los 80 años, que eran muchos en aquellos tiempos.
En conclusión, que podríamos mencionar a muchos personajes históricos que alcanzaron a un tiempo la vejez y el éxito, lo que viene a significar que la jubilación que hoy nos coloca en situación de incapacidad laboral, no es impedimento para mentalizarnos de que aún nos queda por delante mucha vida de actividad y ocio.
Por nuestra parte, incluimos preferentemente a la familia al librarles la facultad de libertad para gobernar la propia conducta; o sea, la vida de sí mismo, que no lleguen a formarse la idea de inservibles o incapacitados.
Todas estas reflexiones nos demuestran que el tratamiento en la «tercera edad» no es el medicamentoso, sino el global: médicos, auxiliares y enfermeras, que se recurra a lo afectivo hablándoles de su vida profesional, incluso pidiéndoles consejo acerca de un tema determinado que contribuya a que se consideren con algún protagonismo.
Los países más civilizados estudian la posibilidad de que la tercera edad sea un lapso feliz y no de «espera», lo que viene a traducirse en que se dedique más atención a combatir la desesperanza y a aliviar la situación de un gran contingente de ancianos dependientes y abandonados.
La Nueva España
Comments