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Saramago publica «El viaje del elefante», una reflexión sobre la condición humana

Año en curso. Para José Saramago, al margen de un tiempo de salud perjudicada, ha tenido celebraciones de importancia. Una, ayer se cumple el décimo aniversario del Nobel que obtuvo; otra, el 29 de octubre marcó el vigésimo de su boda con Pilar del Río, y la tercera, el 16 de noviembre, su 86 cumpleaños. Pero quizá la celebración que más interesa a quienes lo leen sea el cada día, salvo excepciones de fuerza mayor, en el que festeja su oficio de escritor.
2008 es, también, el año que ha visto en las librerías su nueva obra, «El viaje del elefante». Lo define como cuento, porque hay en ella más de ese género que de la novela, sin que ello vaya en su menoscabo: «El cuento me parece una designación no menos noble que la de novela que incluso tiene una tradición más antigua». La historia nació hace unos diez años en Salzburgo, en un restaurante llamado, lo que son las cosas, «El elefante», en el que vio un friso de esculturas que representaba la caminata del paquidermo desde Lisboa a Viena.

Saramago, mezclando reflexión y humor, sitúa la narración a mediados del siglo XVI cuando Juan III de Portugal decide enviar un elefante, de nombre Salomón, a Maximiliano de Austria. En la diversidad del séquito, cobra especial importancia Subhro, el cornaca, el hombre sencillo que da soluciones frente a las aflicciones de los señalados por la fortuna


Dado que Saramago ha demostrado sobradamente su reflexión sobre la condición humana ¿es esa tendencia la que se dibuja en Subhro? «El cornaca entiende hasta donde puede, y luego tiene la sensatez de no pedir demasiado a nuestra condición». Una de las convicciones del personaje es que hay que hacer lo que se puede, a lo que su creador comenta que todos hacemos lo que podemos, pero «poca veces es suficiente».


Se ha dicho que el humor del libro que habita Subhro se antoja más tierno que en otros títulos de Saramago, pero él no cree que se deba a un momento especial de su vida. Sin embargo, la dedicatoria de sus páginas—«A Pilar que no dejó que me muriera»—, es muy emotiva. ¿Qué ha significado para usted contar con tanto amor? «Todo. Sin ella probablemente me dejaría morir».


Su amantísima Pilar del Río

Pero ahí está Pilar del Río, su mujer, su traductora, tan implica da en la vida y la obra de su esposo —hay que escucharla hablar de él y contemplar las atenciones que le prodiga—, para saber de su amor y fortaleza frente a difíciles reveses de la salud del novelista. Cuesta trabajo llamar anciano a un escritor que está en plena creatividad, no obstante. es obligado preguntarle porqué en la sociedad actual la vejez es arrumbada sin piedad: «Eso hay que preguntárselo a los jóvenes y a los adultos que los adulan». En lo que a él concierne, ya anda en un nuevo libro.

Escritor comprometido ideológicamente no reniega del comunismo porque, como ya dijo a ABC, no han sabido llevarlo a la práctica quienes debieron hacerlo. ¿Qué opina sobre la refundición del capitalismo? «No leo el futuro, pero sé que si no intervenimos en este proceso contra la refundación que muchos sueñan, caeremos en más de los mismo. Lo que hay que pedir a los Gobiernos es que nos digan de qué lado están... Hasta ahora ninguno lo ha dicho» Él, mientras, escribe y escribe, a pesar de que no cree que la literatura cambie las cosas. ¿Para qué escribe entonces. «Para comprender».

ABC

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