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La peripecia de un elefante como metáfora de la vida

La última novela de Saramago narra con ironía un suceso del siglo XVI


El largo periplo de un elefante desde Lisboa hasta Viena en el siglo XVI ha servido a José Saramago para crear "una metáfora de la vida humana" y escribir una novela llena de "imaginación y de invención constantes, de humor y de ironía", en palabras del autor. Recuperado de una grave enfermedad, el Nobel portugués encontró después las fuerzas necesarias para narrar en El viaje del elefante (Alfaguara) las peripecias de aquel animal asiático que el rey Juan III de Portugal regaló a su primo el archiduque Maximiliano de Austria. "En mi último libro", señaló ayer Saramago en una presentación a la que asistieron cerca de un centenar de periodistas, "el 95% responde a la ficción y es imaginado, y sólo un 5% se basa en episodios históricos. Sin embargo, un hecho que parecería inventado ocurrió en la realidad. Cuando el elefante llegó a Viena, en medio del asombro de la gente que veía por primera vez a un paquidermo, una niña se escapó de su madre y corrió en busca del animal. Ante la sorpresa de todos, el elefante cogió a la niña con la trompa sin hacerle daño".


A lo largo de hora y media, José Saramago (Azinhaga, 1922) reflexionó en el acto público celebrado en la Casa de América sobre la vejez, la muerte o la literatura. "Tengo 86 años", declaró, "y estoy lo suficientemente lúcido para entender que ya no escribiré muchos libros, y si escribo alguno, será un milagro. A esta altura de mi vida, la pregunta que me planteo no es si escribo mejor o peor que antes, sino si lo que escribo ahora podría haberlo escrito antes. La respuesta es que no. Por ejemplo, en 1985 publiqué El año de la muerte de Ricardo Reis, que es una buena novela. Pero no hubiera sido capaz de escribir El viaje del elefante". Un irónico y locuaz premio Nobel de 1998 confesó que la vejez tiene sus cosas buenas si viene acompañada de una aceptable forma física, una cabeza despejada e ilusiones de futuro. Saramago reiteró que las personas no mueren mientras permanecen en la memoria de sus descendientes y recordó de nuevo la figura de su abuelo.


Flanqueado por su editora, Amaya Elezcano, y su mujer y traductora, Pilar del Río, el escritor portugués se permitió contar el final de su última novela. "Después de muerto, poco después de llegar a Viena, al elefante le cortaron las patas delanteras para ser utilizadas como paragüero a la entrada de un palacio", manifestó Saramago, que se interrogó: "¿Para qué una humillación así?". "Me interesaba saber lo que pasaba después de su muerte. Eso me impulsó a escribir la novela", aclaró.


El País

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