Ariana Harwicz es una de las escritoras más rompedoras de su generación y que es actualidad por partida doble: acaba de publicar su cuarta novela "Degenerado" y su primer libro "Mátate, amor" ha sido traducido al francés y está teniendo muy buenas críticas.
RFI
Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) estudió Guión Cinematográfico, Dramaturgia, Artes del Espectáculo y Literatura Comparada. Ha publicado las novelas Matate, amor (Premio al Mejor Libro del Año de La Nación, nominada en su versión inglesa, Die, My Love, a los premios Republic of Consciousness y Man Booker International 2018 y en su versión alemana, Stirb doch, Liebling, al Internationaler Literaturpreis 2019), La débil mental, Precoz y, en colaboración con Sol Pérez, el ensayo Tan intertextual que te desmayás. Sus libros se han traducido al alemán, árabe, croata, francés, georgiano, hebreo, inglés, italiano, polaco, portugués, rumano y turco, y se han convertido en obras teatrales representadas en España, Argentina, Ecuador, Uruguay e Israel. Vive en Francia desde el año 2007.
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Obras
Degenerado es la historia de un proceso judicial. Empieza una noche gélida cuando un hombre se dispone a hacerse un té y leer después de una larga jornada. Pronto lo distraen las luces de gendarmería: fuera de su casa los vecinos se agolpan, y, a medida que corre el rumor de que el hombre es un pedófilo, se arma una batalla campal. A los animales del corral, por su parte, no les interesa saber si el vecino es o no es un pedófilo: quieren comer, abrir la boca y que el dueño les eche algo. Mientras, algunos vecinos ya piden la cabeza del hombre: como en las plazas públicas, sacan fotos al condenado, y los chicos son alzados sobre los hombros. La madre del acusado está ausente, está presente, es testigo: ese es siempre el drama del amor materno. El acusado acepta pelear hasta el final contra todo y contra todos, porque ¿quién está seguro de haber cometido un error? ¿Quién se puede autoinculpar? En la noche estrellada, ¿dónde empieza el criminal y dóndeel hombre honesto? Degenerado podría ser el cuento de un borracho o de un hombre que recuerda la guerra, pero sucede en tiempos de paz, en plena democracia capitalista. Degenerado, es, pues, un laberíntico y sórdido monólogo pronunciado con un hilo de voz: el hilo de voz entrecortada de un hombre que, enfrentado a una sociedad que le pide que sea alguien, que exista, le devuelve lo peor de que es capaz.
Precoz, como La débil mental, enfrenta una tormentosa y ambigua relación filial; una obra de apenas un centenar de páginas que despliega ante el lector la exuberancia y la avasalladora fuerza de los más grandes. Muchos han visto en Harwicz a la Virginia Woolf argentina, otros se han empeñado en ver ecos que recuerdan al mejor Joyce, otros, vestigios faulknerianos; sea como fuere, de lo que no hay duda es que esta autora argentina, más allá de toda comparación, siempre odiosa, está llamada a renovar la literatura en lengua castellana. Una madre, un hijo: ambos desheredados, nuevos pobres europeos. Una relación filial vivida al filo, al filo del amor, al filo de la obsesión y al filo de perderlo todo, el mundo, cuando este es el otro. Una torsión brutal de los roles más tradicionales que cuestiona el significado mismo de la maternidad, los deberes sociales conferidos a las mujeres y en concreto ese deber que tiene que ver con ser madre. Estas distorsiones hallan su reflejo en un estilo descarnado, despojado de todo ornamento, convulso como la vida misma, donde todo sucede sin razón aparente, solo sucede, sin más.
Matate, amor es un thriller campestre. Todo ocurre en la casa con salida al bosque donde habita un ciervo y una familia, ella + él + el bebé, tres, aunque más bien dos contra una, ella, que los espía con un arma blanca en la mano o con una escopeta en desuso que todavía no ha dicho su última palabra.
El contacto con lo salvaje de la naturaleza que rodea a la protagonista y de los vecinos a los que acecha, pero también del desbordamiento de su deseo, de su oscura ansia e incluso de la pulsión de implorar a su marido: matate, se convierten en los elementos nucleares de esta arriesgada, contundente y honesta novela.
El contacto con lo salvaje de la naturaleza que rodea a la protagonista y de los vecinos a los que acecha, pero también del desbordamiento de su deseo, de su oscura ansia e incluso de la pulsión de implorar a su marido: matate, se convierten en los elementos nucleares de esta arriesgada, contundente y honesta novela.
Este libro es dos mujeres. Dos mujeres que hablan como escriben y escriben como hablan. Es una novela-ensayo, es un diálogo. Un péndulo hipnótico, de tal modo que al final de la noche ambas se confunden en el punto inmóvil del amanecer que suprime el dos para que no sea posible distinguir cuál es cuál ni quién es quién. Se miran a los ojos y, sin leer ninguna obra, ven la historia que la otra quiere contar y aún no es, las ya contadas y sus lecturas que las atraviesan. Son dos personajes/textos que con su mirada oblicua sobre los hombres y su abismarse en la escritura se dedican a morder la realidad con los feroces colmillos de la teoría. ¿Cuál es su secreto? ¿Por qué se ríen? ¿Desde qué extraño sitio nos contemplan? ¿Qué febril vida reclaman? ¿Qué dicen esas dos? Ellas consiguen que nos olvidemos de nosotros. Con un imperioso conjuro nos seducen para que renunciemos al mundo y nos dediquemos únicamente a dejarnos envolver por la fragancia que dejan sus pasos (Isabel Mellado).
Escrita como un flujo de consciencia que recuerda la mejor tradición de la literatura moderna Virgina Woolf, Nathalie Sarraute cruzada con una violencia desatada poco presente en la narrativa argentina, es el relato de una pulsión sexual inagotable, de la desolación de una infancia sin respuesta, de la biografía de un cuerpo donde todo está sepultado. Narrada a través de tremendas escenas breves (madre e hija en clubes, con hombres, con whisky; pero también jugando juntas, divirtiéndose) la novela nunca se vuelve sórdida, sino al contrario: roza la poesía, y formula una poderosa interrogación sobre la condición humana, sobre el deseo, sobre los imposibles mandatos familiares.
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