Nacida en Santiago en 1946, con el nombre de Emperatriz del Carmen Berenguer Núñez, “Soy morena con nombre imperial Emperatriz”, decía la poeta quien falleció, a los 78 años, este jueves en la mañana tras las complicaciones de una neumonía, en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. La escritora tuvo dos hijos con el científico Carlos Jerez, con quien vivió, en los años 60, en Estados Unidos.
En un comunicado los familiares señalaron que “Con mucho dolor lamentamos comunicarles el fallecimiento de Carmen Berenguer, luego de estar internada desde el lunes en cuidados intensivos por la complicación de una enfermedad respiratoria”. Sus restos serán velados en La Chascona, casa de Pablo Neruda, en Providencia, Santiago.
“Carmen era una persona excepcional de la que aprendí mucho, como estudiante, como poeta, como editor, como persona”, comenta Galo Ghigliotto “porque ella tenía una capacidad tremenda de remover pensamientos y emociones. Siempre hizo, en su vida y en su arte, en su lucha contra la enfermedad, un guiño a su primer nombre civil: Emperatriz”.
“Me he tragado un volcán”
Carmen Berenguer creció acompañada junto a su madre Adriana, y Elvira, una tía abuela. Vivieron en diferentes casas del sector antiguo de Santiago, en Avenida Portales, calle Compañía y el barrio Brasil. Desde pequeña, tenía el pelo crespo, largo y frondoso. “A mí me castigaban todo el tiempo por el pelo. Quiero verte la cara, me decían”, contaba la poeta, mujer rebelde, de mirada dura, pero de risa fácil. Su madre, Adriana de Jesús Núñez Mella, también tenía “una melena frondosa”. A ella le dedicó varios libros. Su segundo título de poemas Huellas de siglo (1986) y después Mama Marx (2006).
Pero en Huellas de siglo, Berenguer incluyó uno de sus poemas más reconocidos. Se llama Santiago punk. Ahí está el callejeo, la irreverencia y el descontento. “Punk, Punk / War, war. Der Krieg, Der Krieg / Bailecito color obispo / La libertad pechitos al aire / Jeans, sweaters de cachemira / Punk artesanal made in Chile / Punk de paz / La democracia de pelito corto”.
Durante los años 70 y 80, Carmen Berenguer formó parte de la bohemia y la cultura que se resistía a la falta de libertad impuesta por la dictadura militar. Integró el grupo Tralca -palabra mapudungún que significa Trueno-. También asistía a las reuniones y encuentros que ocurrían en la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) para organizar talleres y manifestaciones políticas. Incluso, después Berenguer llegó a ser directora de la Sech.
Por entonces publicó A media asta (1988), donde le da voz a otra mujer llamada Raimunda. “Yo Raimunda me he tragado un volcán / bailo y canto (…) En tinieblas deambula este cuerpo lleno de deseo”, escribe.
La poeta Teresa Calderón cuenta que se reunían en la Sech y también “en su casa nos juntábamos con muchos poetas y narradores de nuestra generación a leer nuestros escritos, a conversar de poesía y de los sucesos horribles de la dictadura. Allí se planeaban actos poéticos subversivos relámpagos en distintos lugares de Santiago. De repente alguno que alcanzaba a correr rápido, caía preso. Terminábamos lanzando papeles con poemas, antes de huir”.
El poeta Sergio Parra recuerda las jornadas de fiesta y conversación en el bar Jaque Mate, ubicado cerca de la Plaza Italia. “Nos juntábamos con el Pedro Lemebel, la Malú Urriola y otros poetas en el Jaque Mate, también en lecturas en la Sech, admirábamos su trabajo. Nos peleábamos y distanciábamos. Era parte de la época. Su poesía es sinónimo de desacato, rebeldía, con un lenguaje barroco distorsionado, muy performativa, un hito en la poesía femenina”, dice el librero de Metales Pesados.
La misma poeta reflexionó sobre esos años: “En el Jaque Mate se discutían las performances que hacíamos. Las tres éramos ‘yeguas’, yo era la tercera, la invisible”, agregó sobre el trabajo junto a Pedro Lemebel y Francisco Casas. “La performance es captar el momento de lo que ocurre para ti, como espectador”, señaló Berenguer quien participó junto a Las Yeguas del Apocalipsis en una acción de arte llamada Refundación de la Universidad de Chile, en 1988. Ocurrió en el campus Juan Gómez Millas, de aquella universidad, cuando Lemebel y Casas ingresaron desnudos sobre un caballo. Las poetas Carmen Berenguer y Nadia Prado llevaban las riendas del animal. La acción de arte fue una cita a Pedro de Valdivia y la fundación de Santiago.
Un año antes, en agosto de 1987, Berenguer organizó en la capital el Primer Congreso Internacional de Literatura Femenina. La escritura en los bordes fue analizada entre un grupo de creadoras como Diamela Eltit, Eugenia Brito, Nelly Richard, Lucía Guerra, Raquel Olea, entre otras. “En este lugar ocupado y sitiado emergen en las antípodas de la opresión, aquellos lenguajes que no quieren negarse a ser, por el contrario, han querido hablar (romper el silencio) dando curso a los rescates de las identidades interdictas por la violencia política, cultural e ideológica”, señaló Berenguer, quien se convirtió en la primera mujer chilena en ganar el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2008. En dos oportunidades, en 2016 y 2020, fue postulada al Premio Nacional de Literatura.
Tras obtener el Premio Pablo Neruda, Pedro Lemebel escribió en el diario La Nación: “La escritura de Berenguer es una poética exacta en su ferocidad y su demanda puntual. Tragedia y humor la circundan, palabras en aluvión, palabras que paren palabras, señaléticas orales que cantan”.
Mujer inquieta, Berenguer buscaría diferentes soportes y formatos para expresarse. Intervino en redes sociales y compartía sus textos en Facebook. “Yo uso Facebook para decir lo que nosotros pensamos del modelo. Tiene que haber una igualdad mayor”, aseguró quien fue una vecina histórica del conjunto de edificios Turri, frente a Plaza Italia. Berenguer presenció todo el estallido social de 2019. Y no fue indiferente.
“Esta Ágora chilla de ira y rebeldía de esquina a esquina su vocería / Esta plaza la creamos a punta de sacarle al lápiz / raspando las páginas de la historia”, escribió en Plaza dignidad (2020), libro compuesto de poemas, crónicas y fotografías. La poeta tenía una historia con la plaza Italia de muchos años.
Sergio Parra recuerda cuando ganó el No en octubre de 1988 y rápidamente llegaron a la estatua del general Baquedano, él, Carmen Berenguer y Pedro Lemebel. “No había nadie. Aún no llegaba nadie”, recuerda Parra. “Era el fin de la dictadura, del hambre y había un silencio feroz en las calles. Luego caminamos abrazados, entre la multitud que se sumaba, los papeles, el ruido y la noche… hasta el amanecer”.
Carmen querida,
1987, tantos años han pasado desde que nos encontramos,
tantas cosas
cosas de poesía, cosas de libros, de mujeres que escriben, de viajes, de voces,
de festejos, de letras y palabras (y ausencia de palabras)
cosas de tristeza profunda
y de lecturas ¡tantas!
-de una con megáfono en Plaza Dignidad-
te tengo frente a mí, tu pelo negro y largo y tus manos finitas,
mientras tú sobrevuelas de Vilches a Santiago de Santiago a Las Cruces
en busca de tu hijo
por fin estás con él en un abrazo largo,
nos unimos a él, al abrazo,
quienes quedamos sin ti, te abrazamos también, donde estés,
poeta, pensadora, política, polémica y osada
querida Emperatriz, nos hará falta tu voz, tu sonrisa
y tu andar despacito.
Soledad
Por Soledad Fariña, 16 de Mayo, 2024.
The Clinic
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