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Recordando a David Hume, que nació en un día como hoy, pero del año 1711. Algunas de sus frases y biografía + estatua en Edimburgo y una curiosidad





Nada es más libre que la imaginación humana.

El hombre es el mayor enemigo del hombre.

Todo el mundo se queja de su mala memoria; nadie de su poco entendimiento.

Podemos cambiar el nombre de las cosas, pero su naturaleza y acción sobre la mente nunca cambian.

La costumbre es, pues, gran guía de la vida humana.

Nada resulta más sorprendente para el que examina los asuntos humanos con mirada filosófica que la facilidad con que la mayoría es gobernada por la minoría.

 

En nuestra visita a Edimburgo y llegando a la Royal Mile, al poco andar en ella, nos encontramos con una estatua de David Hume y ustedes pueden apreciar uno de los dedos muy brillantes. De inmediato nos recordamos de la plaza de Armas en nuestra ciudad, del monumento a Hernando de Magallanes, donde está el indio patagón y la tradición de besarle el dedo gordo del pie. Al que lo hace, tendrá suerte y volverá a Punta Arenas.
Pues bien, en este caso, cuando preguntas, te contestan que ¡Ese es el dedo de la suerte! Lo que pasó es que desde que se inauguró la estatua los estudiantes de filosofía van a tocar el dedo gordo del pie de Hume con la esperanza de que algo de su conocimiento se transfiera a sus mentes y tener suerte en los exámenes.

Algunos datos de David Hume
(Edimburgo, 1711 - id., 1776) Filósofo británico. Es el último de los grandes representantes del empirismo inglés, amplia corriente filosófica en que lo precedieron Francis Bacon, John Locke y George Berkeley. Nacido en el seno de una familia emparentada con la aristocracia, aunque de modesta fortuna, David Hume estudió durante un tiempo leyes en la Universidad de Edimburgo por voluntad de su familia, pero su falta de interés determinó que abandonara la carrera y se viese obligado a buscar la manera de ganarse la vida.

Tras una breve tentativa de iniciarse en el comercio, decidió dedicarse al estudio. En 1734 marchó a Francia, donde pasó tres años, la mayor parte de ellos en La Flèche, dedicado a la redacción de su primera obra, Tratado de la naturaleza humana, que completó tras su regreso a Londres y se empezó a publicar en 1739. El tratado no despertó ningún interés, y Hume se retiró a la casa familiar en Ninewells.

La favorable acogida que obtuvo la publicación en Edimburgo de la primera parte de sus Ensayos morales y políticos en 1742, le hizo olvidar su primer fracaso. Trabajó como preceptor del marqués de Annandale (1745-1746) y luego como secretario del general St. Clair (1746-1748), a quien acompañó en misión diplomática a Viena y Turín. Nombrado bibliotecario del Colegio de Abogados de Edimburgo, emprendió la redacción de una historia de Inglaterra, que publicó desde 1754 hasta 1762 en varias entregas, algunas bastante mal recibidas por la burguesía liberal.

En 1763 aceptó la invitación de lord Hertford de incorporarse a la embajada en París, ciudad donde residió hasta 1766 y en la que se relacionó con Jean Jacques Rousseau y los enciclopedistas Diderot y D'Alembert. En 1769 regresó definitivamente a Edimburgo con el propósito de disfrutar de la fortuna que le habían proporcionado tanto sus cargos como, finalmente, sus obras.

Se ha considerado a Hume como uno de los máximos representantes del llamado empirismo inglés; su análisis crítico del conocimiento, que ejerció sobre Kant una decisiva y reconocida influencia, insistió en la importancia de investigar el origen de las ideas, que él entendía como copias o imágenes de las impresiones (sensaciones, pasiones, emociones). Hume concibió el razonamiento como la actividad de descubrir relaciones entre ideas, que podían ser de dos tipos: las existentes entre hechos (objeto del razonamiento probable, fundado en la experiencia) y relaciones entre ideas (objeto del razonamiento demostrativo, basado en el principio de no contradicción).

Estimando imposible cualquier otra forma de razonamiento, lo que suponía rechazar como falsas las proposiciones de la metafísica o la teología, sometió a crítica toda clase de ideas, y refutó en especial las de sustancia, existencia y relación causal. Respecto de esta última, sin negar la posibilidad de que exista una causalidad real, afirmó que era imposible conocerla: el origen de la idea de causa hay que buscarlo, por tanto, en el hábito psicológico de percibir determinadas sensaciones de forma simultánea o sucesiva, sin que dicha idea encierre ninguna necesidad lógica o racional.

Biografías y Vidas


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