Los 63 años vividos hacen lento su andar. Seguro no tiene la rapidez de su hijo para caminar ni la agilidad de su nieto para correr.
Pero creatividad le sobra cuando se sienta a hilar, tejer o elaborar adornos en papel. Por eso sus artesanías tienen alta demanda.
Angelita Nugra vive en el barrio Perezpata, en Cuenca. Ella forma parte de los 1 500 jubilados (16 asociaciones) que se benefician de los talleres artesanales de la Federación de Jubilados del IESS.
Allí, a más de trabajar, en las tardes los longevos juegan cartas, a la rayuela, hacen bailar trompos o vuelan coloridas cometas.
Es la combinación ideal del trabajo y la diversión. Todos se ven alegres. Lauro López dice sentir que han retrocedido los años para adentrarse en su niñez.
Hace dos años, el Seguro entregó en comodato (por 20 años) varias oficinas del ex hospital.
Allí, la Federación de Jubilados improvisó talleres de mecánica, latonería, artes plásticas, panadería, costura, un consultorio médico y un bar. Todos son administrados por pensionistas.
En el de artes plásticas está Angelita. Allí aprendió a hacer chambras, manteles, tapetes, colchas y a pintar cuadros.
También hace adornos en madera, cartón y otros materiales reciclables. En estos días se inscribió a un curso de pastelería. Para Angelita Nugra estar activa es reconfortante para la salud . “No por el paso de los años debo echarme a morir. Cuando la muerte me sorprenda estaré trabajando”.
Rosa Ávila (60) interrumpe: “es cierto que no hay remedio para la vejez. Pero hay formas y mecanismos para hacerla menos tediosa”.
Santiago Espinoza, presidente de la Federación de Afiliados de Azuay, explica que las terapias ocupacionales y los juegos liberan el estrés, depresión y alejan las enfermedades propias de la vejez.
Eso lo confirma Milton Arteaga, a quien el ingreso a los talleres le ayudó a superar el trauma de su discapacidad. Ahora es el más activo en las tareas y los juegos.
En los talleres no hay espacio para las quejas o dolencias. Todos ríen, bromean y son dinámicos.
Intercambian sus experiencias, reciben charlas de motivación, de superación y hablan sobre sus deberes y derechos ciudadanos.
Cada jubilado asume una tarea. Prueba de ello es que los jardines están florecidos y los amplios patios limpios. Efraín Argudo está al frente del taller de mecánica, el cual luce ordenado y con clientes.
Los propietarios de los autos, como Jorge Andrade valoran el empeño que ponen en los oficios y los bajos costos de los servicios.
“Cuando mi carro tiene alguna falla lo traigo a aquí”, cuenta mientras cancela dos dólares por la soldada de unas hojas de resorte.
Se ingenian para estar activos. En vacaciones cuidan, juegan y enseñan a sus nietos o niños particulares.
Angelita Nugra cuenta que hay días que le roba horas a la noche para hacer las artesanías.
Esta federación no tiene un mercado para entregar los adornos, pero hacia allá se proyecta.
Comercializan entre familiares, amigos y vecinos y en días festivos hacen exposiciones. Para esos días Angelita se prepara con antelación. “Allí hago mis chauchas”.
Fuente: El Comercio de Ecuador
Pero creatividad le sobra cuando se sienta a hilar, tejer o elaborar adornos en papel. Por eso sus artesanías tienen alta demanda.
Angelita Nugra vive en el barrio Perezpata, en Cuenca. Ella forma parte de los 1 500 jubilados (16 asociaciones) que se benefician de los talleres artesanales de la Federación de Jubilados del IESS.
Allí, a más de trabajar, en las tardes los longevos juegan cartas, a la rayuela, hacen bailar trompos o vuelan coloridas cometas.
Es la combinación ideal del trabajo y la diversión. Todos se ven alegres. Lauro López dice sentir que han retrocedido los años para adentrarse en su niñez.
Hace dos años, el Seguro entregó en comodato (por 20 años) varias oficinas del ex hospital.
Allí, la Federación de Jubilados improvisó talleres de mecánica, latonería, artes plásticas, panadería, costura, un consultorio médico y un bar. Todos son administrados por pensionistas.
En el de artes plásticas está Angelita. Allí aprendió a hacer chambras, manteles, tapetes, colchas y a pintar cuadros.
También hace adornos en madera, cartón y otros materiales reciclables. En estos días se inscribió a un curso de pastelería. Para Angelita Nugra estar activa es reconfortante para la salud . “No por el paso de los años debo echarme a morir. Cuando la muerte me sorprenda estaré trabajando”.
Rosa Ávila (60) interrumpe: “es cierto que no hay remedio para la vejez. Pero hay formas y mecanismos para hacerla menos tediosa”.
Santiago Espinoza, presidente de la Federación de Afiliados de Azuay, explica que las terapias ocupacionales y los juegos liberan el estrés, depresión y alejan las enfermedades propias de la vejez.
Eso lo confirma Milton Arteaga, a quien el ingreso a los talleres le ayudó a superar el trauma de su discapacidad. Ahora es el más activo en las tareas y los juegos.
En los talleres no hay espacio para las quejas o dolencias. Todos ríen, bromean y son dinámicos.
Intercambian sus experiencias, reciben charlas de motivación, de superación y hablan sobre sus deberes y derechos ciudadanos.
Cada jubilado asume una tarea. Prueba de ello es que los jardines están florecidos y los amplios patios limpios. Efraín Argudo está al frente del taller de mecánica, el cual luce ordenado y con clientes.
Los propietarios de los autos, como Jorge Andrade valoran el empeño que ponen en los oficios y los bajos costos de los servicios.
“Cuando mi carro tiene alguna falla lo traigo a aquí”, cuenta mientras cancela dos dólares por la soldada de unas hojas de resorte.
Se ingenian para estar activos. En vacaciones cuidan, juegan y enseñan a sus nietos o niños particulares.
Angelita Nugra cuenta que hay días que le roba horas a la noche para hacer las artesanías.
Esta federación no tiene un mercado para entregar los adornos, pero hacia allá se proyecta.
Comercializan entre familiares, amigos y vecinos y en días festivos hacen exposiciones. Para esos días Angelita se prepara con antelación. “Allí hago mis chauchas”.
Fuente: El Comercio de Ecuador
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