EL PODER DE LAS CANAS ¿Quién está sosteniendo tantas economías domésticas sacudidas ahora por la crisis? Tanto ahora como en tiempos de bonanza son nuestros mayores -padres, suegros y abuelos-, a veces con grandes sacrificios, quienes nos sacan las castañas del fuego.
Q UÉ será de nosotros cuando seamos viejos, si es que alguna vez llegamos a serlo? ¿Seremos autosuficientes? ¿Nos embargará la soledad? ¿Quién nos cuidará? Escuchando hace unos días, una vez más, aquella preciosa canción de los Beatles titulada 'When I'm sixty-four' ('Cuando cumpla los sesenta y cuatro años'), perteneciente a su famoso álbum 'Sgt. Pepper's lonely hearts club band', y que describe la carta de un hombre a una mujer, a la que trata de convencer para que pase con él la vejez, prometiéndole total dedicación y devoción sin fin hasta sus últimos días, uno no puede menos que pensar también qué le deparará ese momento de la vida, si es que llega a alcanzarlo. Lo curioso de la citada canción de Lennon y McCartney es que la carta la escribe un joven, que ya piensa prematuramente en cómo será su vida dentro de muchos años: cuando se vaya quedando calvo, le fallen las fuerzas físicas, tema quedarse solo y busque el apoyo de otra persona, que a su vez, también será mayor y necesitará ayuda como él.
El mundo de la vejez está muy relacionado con el proceso de pérdidas. En la época adulta, las pérdidas se compensan con nuevas adquisiciones, tanto materiales como sociales, lo cual, en la vejez, no es siempre posible. A lo largo de la vida vamos sufriendo progresivamente pérdidas en distintos ámbitos: el familiar, el laboral y el social, por ejemplo. Perdemos amigos, familiares, ingresos económicos, status, cambios en el estilo de vida y en los distintos roles, afectos, etcétera.
Estas pérdidas generan diferentes problemas: soledad, aislamiento, depresión, limitaciones económicas, frustración, disminución en la autoestima y autosuficiencia, pérdida en el control de la toma de decisiones sobre nuestra vida... Pero, sin duda, todas estas pérdidas se ven agravadas por el deterioro físico y de la salud, aunque es evidente que nadie envejece de la misma forma y no se puede predecir este proceso, pues sus manifestaciones varían mucho de una persona a otra. Por otra parte, parece demostrado que aquellas personas más socialmente activas tienen una mejor capacidad de adaptación a la vejez, y que si se exceptúan los cambios inevitables de salud y fisiológicos, el anciano sigue teniendo las mismas necesidades de tipo físico, psicológico y social. Es, por tanto, fundamental, que se mantenga el estado activo del individuo para preservar su satisfacción y autorrealización, siendo la actividad social muy necesaria y beneficiosa para él.
Habría, también, que optimizar el nivel de independencia y de autosuficiencia de la persona anciana con relación a las actividades cotidianas, prevenir las enfermedades y, sobre todo, mantener la vida con dignidad, comodidad y bienestar hasta que llegue la muerte.
Es igualmente muy importante darnos cuenta de que el perfil de las personas mayores de 65 años está cambiando y es hoy muy distinto al de hace unos cuantos años. En términos generales, el anciano actual tiene un mayor nivel cultural, le gusta viajar, mantiene el hábito de ocupación del tiempo de ocio, se preocupa más por su salud, dispone de una pensión del Estado, en algunos casos complementada con otra particular, prefiere vivir en su propia casa mientras le sea posible, desea ser amado y valorado por la sociedad, y quiere aportar su experiencia vital y profesional a los demás. Además, nuestra sociedad debería responsabilizarse de las necesidades cambiantes de todos sus componentes -entre éstos el colectivo de ancianos- y preocuparse de educar en el respeto, apoyo e integración de los mayores como elementos vivos y participativos de la misma; algo que en nuestra cultura occidental tan utilitarista se está perdiendo, donde se vende como valor supremo la imagen, la estética de lo joven en todos los ámbitos de la vida. Y no cabe duda de que el trabajo educativo para lograr un buen equilibrio psico-social en la vejez debe comenzar con la infancia y la adolescencia. El dominio de conceptos como el respeto al anciano, de que todos envejecemos y que por ello nos enfrentamos a nuestra propia vejez cuando nos llegue, además de desarrollar una verdadera cultura de la sabiduría y la experiencia en la tercera edad, profundiza en los aspectos positivos que trae consigo la llegada a esa etapa de la vida, y destacando los valores que sólo se alcanzan a través de lo vivido, que les confieren a los ancianos el carácter de depositarios de la identidad del grupo en que viven. En este sentido, debería profundizarse en el núcleo familiar hacia la conservación de los valores del anciano y la integración del individuo de la tercera edad como parte fundamental de esta estructura, atendiendo a la coexistencia natural de tres generaciones en la especie humana.
¿Quién está sosteniendo tantas economías domésticas sacudidas ahora por la crisis? Tanto ahora como en tiempos de bonanza son nuestros mayores -padres, suegros y abuelos-, a veces con grandes sacrificios, quienes nos sacan las castañas del fuego, ayudando a hijos y nietos que no pueden pagar la hipoteca, que se han quedado en el paro, o que ya no tienen recursos. Son una auténtica red de protección social que no figura en las estadísticas, pero, que sin ellos, la situación sería incluso mucho peor. ¿Les ayudaremos nosotros cuando ellos nos necesiten?
Otro aspecto que también merece la pena considerar es el impacto potencial de un electorado envejecido en toda Europa, el llamado 'poder gris' o de las canas, dado que las pirámides de población vienen muy deformadas y ya hay casi más viejos que niños, creciendo vertiginosamente el número de octogenarios en todos los países de nuestro entorno, incluido el nuestro. Y lo que es evidente es que los mayores son ya, y lo serán más en el futuro, un grupo con un potencial importantísimo en términos electorales, y que van a influir poderosamente en las decisiones políticas que se tomen con relación a las pensiones, a la sanidad y a su atención, y también a todo lo demás.
P or otra parte, los nacidos en los años 60 se están acercando a la edad de jubilación -se prevé que el 2015 sea un año crítico para el sistema de pensiones- y esta generación que fue joven y rebelde a finales de los 70 y principios de los 80, es muy posible que siga manteniendo su activismo y energía y no sea tan fiel y conservadora a la hora de votar, y esto hará que los partidos políticos tengan que ofertar, muy probablemente, programas electorales muy parecidos para atraer sus votos, que serán decisivos.
Finalmente, y volviendo a la canción de los Beatles, llegará un momento en nuestra vida en la que ya no seremos autosuficientes, no tendremos capacidad de decisión sobre nuestros actos y dependeremos de otros, que tomarán las decisiones por nosotros. Algunos quedarán solos a su suerte, otros serán atendidos por sus familiares y la mayoría ingresará en residencias para la tercera edad. Mientras tanto, como refleja el espíritu de 'Cuando cumpla los sesenta y cuatro años', bien haríamos en mantenernos activos el mayor tiempo posible, disfrutar y compartir instantes felices con nuestros seres queridos, poner a nuestros nietos -cuando éstos lleguen- sobre las rodillas, o verlos corretear por nuestra casa, para así añadir vida a los años, más que años a la vida.
06.03.2009 -
FRANCISCO JAVER GAGO GARCÍA CATEDRÁTICO DE INGLÉS Y LICENCIADO EN HISTORIA
Comerciodigital
Q UÉ será de nosotros cuando seamos viejos, si es que alguna vez llegamos a serlo? ¿Seremos autosuficientes? ¿Nos embargará la soledad? ¿Quién nos cuidará? Escuchando hace unos días, una vez más, aquella preciosa canción de los Beatles titulada 'When I'm sixty-four' ('Cuando cumpla los sesenta y cuatro años'), perteneciente a su famoso álbum 'Sgt. Pepper's lonely hearts club band', y que describe la carta de un hombre a una mujer, a la que trata de convencer para que pase con él la vejez, prometiéndole total dedicación y devoción sin fin hasta sus últimos días, uno no puede menos que pensar también qué le deparará ese momento de la vida, si es que llega a alcanzarlo. Lo curioso de la citada canción de Lennon y McCartney es que la carta la escribe un joven, que ya piensa prematuramente en cómo será su vida dentro de muchos años: cuando se vaya quedando calvo, le fallen las fuerzas físicas, tema quedarse solo y busque el apoyo de otra persona, que a su vez, también será mayor y necesitará ayuda como él.
El mundo de la vejez está muy relacionado con el proceso de pérdidas. En la época adulta, las pérdidas se compensan con nuevas adquisiciones, tanto materiales como sociales, lo cual, en la vejez, no es siempre posible. A lo largo de la vida vamos sufriendo progresivamente pérdidas en distintos ámbitos: el familiar, el laboral y el social, por ejemplo. Perdemos amigos, familiares, ingresos económicos, status, cambios en el estilo de vida y en los distintos roles, afectos, etcétera.
Estas pérdidas generan diferentes problemas: soledad, aislamiento, depresión, limitaciones económicas, frustración, disminución en la autoestima y autosuficiencia, pérdida en el control de la toma de decisiones sobre nuestra vida... Pero, sin duda, todas estas pérdidas se ven agravadas por el deterioro físico y de la salud, aunque es evidente que nadie envejece de la misma forma y no se puede predecir este proceso, pues sus manifestaciones varían mucho de una persona a otra. Por otra parte, parece demostrado que aquellas personas más socialmente activas tienen una mejor capacidad de adaptación a la vejez, y que si se exceptúan los cambios inevitables de salud y fisiológicos, el anciano sigue teniendo las mismas necesidades de tipo físico, psicológico y social. Es, por tanto, fundamental, que se mantenga el estado activo del individuo para preservar su satisfacción y autorrealización, siendo la actividad social muy necesaria y beneficiosa para él.
Habría, también, que optimizar el nivel de independencia y de autosuficiencia de la persona anciana con relación a las actividades cotidianas, prevenir las enfermedades y, sobre todo, mantener la vida con dignidad, comodidad y bienestar hasta que llegue la muerte.
Es igualmente muy importante darnos cuenta de que el perfil de las personas mayores de 65 años está cambiando y es hoy muy distinto al de hace unos cuantos años. En términos generales, el anciano actual tiene un mayor nivel cultural, le gusta viajar, mantiene el hábito de ocupación del tiempo de ocio, se preocupa más por su salud, dispone de una pensión del Estado, en algunos casos complementada con otra particular, prefiere vivir en su propia casa mientras le sea posible, desea ser amado y valorado por la sociedad, y quiere aportar su experiencia vital y profesional a los demás. Además, nuestra sociedad debería responsabilizarse de las necesidades cambiantes de todos sus componentes -entre éstos el colectivo de ancianos- y preocuparse de educar en el respeto, apoyo e integración de los mayores como elementos vivos y participativos de la misma; algo que en nuestra cultura occidental tan utilitarista se está perdiendo, donde se vende como valor supremo la imagen, la estética de lo joven en todos los ámbitos de la vida. Y no cabe duda de que el trabajo educativo para lograr un buen equilibrio psico-social en la vejez debe comenzar con la infancia y la adolescencia. El dominio de conceptos como el respeto al anciano, de que todos envejecemos y que por ello nos enfrentamos a nuestra propia vejez cuando nos llegue, además de desarrollar una verdadera cultura de la sabiduría y la experiencia en la tercera edad, profundiza en los aspectos positivos que trae consigo la llegada a esa etapa de la vida, y destacando los valores que sólo se alcanzan a través de lo vivido, que les confieren a los ancianos el carácter de depositarios de la identidad del grupo en que viven. En este sentido, debería profundizarse en el núcleo familiar hacia la conservación de los valores del anciano y la integración del individuo de la tercera edad como parte fundamental de esta estructura, atendiendo a la coexistencia natural de tres generaciones en la especie humana.
¿Quién está sosteniendo tantas economías domésticas sacudidas ahora por la crisis? Tanto ahora como en tiempos de bonanza son nuestros mayores -padres, suegros y abuelos-, a veces con grandes sacrificios, quienes nos sacan las castañas del fuego, ayudando a hijos y nietos que no pueden pagar la hipoteca, que se han quedado en el paro, o que ya no tienen recursos. Son una auténtica red de protección social que no figura en las estadísticas, pero, que sin ellos, la situación sería incluso mucho peor. ¿Les ayudaremos nosotros cuando ellos nos necesiten?
Otro aspecto que también merece la pena considerar es el impacto potencial de un electorado envejecido en toda Europa, el llamado 'poder gris' o de las canas, dado que las pirámides de población vienen muy deformadas y ya hay casi más viejos que niños, creciendo vertiginosamente el número de octogenarios en todos los países de nuestro entorno, incluido el nuestro. Y lo que es evidente es que los mayores son ya, y lo serán más en el futuro, un grupo con un potencial importantísimo en términos electorales, y que van a influir poderosamente en las decisiones políticas que se tomen con relación a las pensiones, a la sanidad y a su atención, y también a todo lo demás.
P or otra parte, los nacidos en los años 60 se están acercando a la edad de jubilación -se prevé que el 2015 sea un año crítico para el sistema de pensiones- y esta generación que fue joven y rebelde a finales de los 70 y principios de los 80, es muy posible que siga manteniendo su activismo y energía y no sea tan fiel y conservadora a la hora de votar, y esto hará que los partidos políticos tengan que ofertar, muy probablemente, programas electorales muy parecidos para atraer sus votos, que serán decisivos.
Finalmente, y volviendo a la canción de los Beatles, llegará un momento en nuestra vida en la que ya no seremos autosuficientes, no tendremos capacidad de decisión sobre nuestros actos y dependeremos de otros, que tomarán las decisiones por nosotros. Algunos quedarán solos a su suerte, otros serán atendidos por sus familiares y la mayoría ingresará en residencias para la tercera edad. Mientras tanto, como refleja el espíritu de 'Cuando cumpla los sesenta y cuatro años', bien haríamos en mantenernos activos el mayor tiempo posible, disfrutar y compartir instantes felices con nuestros seres queridos, poner a nuestros nietos -cuando éstos lleguen- sobre las rodillas, o verlos corretear por nuestra casa, para así añadir vida a los años, más que años a la vida.
06.03.2009 -
FRANCISCO JAVER GAGO GARCÍA CATEDRÁTICO DE INGLÉS Y LICENCIADO EN HISTORIA
Comerciodigital
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