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La proeza de salvaguardar una ciudad Patrimonio de la Humanidad

Casa baja del siglo XIX representativa de su tipo en una de las calles de Saint Louis. Los encuadres de las ventanas y puertas y los colores pastel se mantienen conformes al original, pero se han deteriorado por el paso del tiempo.
Casa baja del siglo XIX representativa de su tipo en una de las calles de Saint Louis. Los encuadres de las ventanas y puertas y los colores pastel se mantienen conformes al original, pero se han deteriorado por el paso del tiempo. 

El centro protegido de Saint Louis, en Senegal, se encuentra en pésimo estado de conservación y se juega su clasificación en junio. Su compleja historia y la multitud de actores implicados en su mantenimiento explican su delicada situación

De las 1.344 edificaciones censadas en la isla, más de la mitad deberían preservarse

Fatima Fall se encontraba por casualidad en Dakar el 3 de diciembre de 2000. Fue allí donde, hojeando el periódico Le Soleil en un quiosco, se enteró de que su ciudad, Saint Louis, había sido inscrita el día anterior en la lista Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad como el Bien Universal número 956.

Tras años de trabajo de investigación junto al equipo del CRDS (Centro de Investigación y de Documentación de Senegal) que hoy dirige, Fall fue una de las personas que redactaron el dossier de la candidatura presentada por el Ministerio senegalés de la Cultura, que argumentaba la excepcionalidad de Saint Louis y la necesidad de protegerla como parte de la herencia mundial. La noticia, que previsiblemente cambiaría la vida de la ciudad, le provocó un gran entusiasmo.
Pero hoy, 18 años después, tanto ella como muchas personas clave en el entramado de actores implicados en la protección del sitio hacen un balance negativo o, al menos, “mitigado” de su estado de conservación: basta un paseo por la isla para constatar el deterioro de las otrora elegantes galerías y balconadas, para percibir el peligro de ventanas que amenazan con caer en cualquier momento o sorprenderse ante la proliferación de demoliciones o de edificaciones nuevas que nada tienen que ver con sus vecinas. Bajo la amenaza de entrar en la lista de patrimonio “en peligro” de la Unesco desde 2010, solo queda preguntarse: ¿qué ha provocado la dejadez de la ciudad?

Cuantificar la decadencia

El valor excepcional de Saint Louis es a la a la vez urbano, fluvial y marino: enclavada en la desembocadura del río Senegal, la ciudad, situada en una isla, desempeñó un papel político, cultural y económico muy importante en toda el África occidental francesa en la época colonial. Su centro histórico es resaltado por un trazado regular, un sistema de muelles y una arquitectura colonial —de los siglos XIX y XX— de gran calidad. La propiedad designada cubre toda el área de la Isla de Saint-Louis y el puente Faidherbe.
El Plan de Salvaguarda y Puesta en Valor (PSMV, según sus siglas en francés), principal herramienta legal de protección del sitio aprobado en 2008, identifica 16 monumentos históricos protegidos legalmente desde 1975, 238 edificios de gran interés arquitectural, 486 de interés medio y más de la mitad sin interés particular, pero muchos de los cuales participan a la coherencia urbanística. De las 1.344 edificaciones censadas en la isla, más de la mitad deberían preservarse.
Aparte de las construcciones, el PSMV protege el skyline de la ciudad, los puntos de visión, el trazado de las calles y extiende el perímetro de protección a una “zona tampón” que incluye los barrios de la Langue de Barbarie y la parte fluvial de Sor.
Pese a que desde estos primeros documentos exhaustivos (sobre todo el Inventario realizado en 2005) se señala el avanzado estado de degradación de algunas unidades arquitecturales, el Comité de Seguimiento de la Unesco no expresó su preocupación por este tema hasta 2010. Fue debido a la insuficiente aplicación de las normas del PSMV, la débil capacidad de de las múltiples  estructuras de gestión y la ausencia de especialistas en arquitectura y gestión urbana.
De nuevo, a través de la prensa se canalizaron las informaciones: en 2016 los saintlouisiens conocieron la intención del Comité de inscribir el bien de Saint Louis en la lista de patrimonio en peligro si no se remediaban los puntos señalados.
“Las ventas de la prensa se multiplican cuando hay una noticia sobre el patrimonio: la clasificación es un orgullo”, comenta Alioune Diakhaté, quiosquero de la isla. “Incluso los que no hacen nada por mantener sus casas o infringen flagrantemente las normas —entre ellos, hombres de negocio e incluso del Gobierno, que levantan sus edificios más pisos de los permitidos— juzgan esta insinuación como inaceptable”, completa Fatima Fall.
Según los estudios realizados por Suzanne Hirschi, arquitecta experta en Patrimonio e implicada en diferentes proyectos de salvaguarda de la ciudad desde su clasificación, en diez años se ha perdido un 35% del valor patrimonial de la ciudad (250 sobre 700 unidades arquitecturales): 160 inmuebles fueron transformados de manera irreversible, 80 se hallan en estado de degradación avanzado o incluso en peligro y otros ocho han sido completamente arrasados y solo han quedado parcelas vacías. La altura máxima de las edificaciones también es sobrepasada en numerosas ocasiones, rompiendo el paisaje visual, sujeto igualmente a protección. “La evolución general de la degradación es lenta, pero hay un 26% de casas que en 2005 estaban en buen estado que ahora son prioritarias para su rehabilitación”, precisa la arquitecta.
Según este documento, que data de 2016, solo 28 edificios habían sido restaurados según las recomendaciones del PSMV, y una cincuentena de casas se mantenían correctamente.
Las explicaciones a esta realidad son de diferente índole: Malick Diakhaté, responsable de Patrimonio del Ayuntamiento de Saint Louis, señala dos razones: la falta de conocimiento entre la población de la legislación y las disputas entre herederos, muchos de ellos residentes en Dakar o en otro lugar. Fatima Fall alude a la laxitud de los castigos ante las acciones inadecuadas contra los edificios. Los habitantes señalan la cuestión económica: “Las casas son viejas y se caen. Nadie nos ha dado nunca ninguna ayuda así que las mantenemos como podemos”, afirman varios de los consultados.

La aceptación de las herencias

Además de estas razones, Hirschi destaca una que hasta hace poco era tabú: la descripción del bien, basada en los criterios (ii) y (iv) de la Convención Unesco. Estos reconocen a Saint Louis como “ejemplo notable de una ciudad colonial” que “responde a la visión del gobernador Faidherbe”, en referencia a Louis Léon César Faidherbe, gobernador del Senegal francés entre 1854 y 1865, y fundador del imperio colonial de Francia en África. Ambos pueden ser elementos a cuestionar en la apreciación general del patrimonio.
En el “discurso patrimonial” que se transmitir no se mencionan los valores inmateriales ancestrales ligados a este territorio, como que es la antigua zona de repoblación de Senegal y lugar donde prosperaron diversos reinos entre los siglos XI y XV. También, a menudo se obvia la presencia de pueblos pescadores ya antes de la llegada de los franceses. Según esta tesis, la arquitectura colonial sería solo un parte marginal del prestigio y la atracción que Ndar (nombre en wolof de la isla) ejerce en los habitantes de la región, símbolo de “muchas herencias”.
Entre estas destaca la del religioso Cheikh Amadou Bamba, fundador de la cofradía mouride, cuyos seguidores reclaman un reconocimiento suyo en la ciudad donde esta se enfrentó a las autoridades coloniales. En numerosas ocasiones, los mourides han vestido a la estatua de Faidherbe con telas blancas para evocar su figura.
Suzanne Hirschi compara la situación de Saint Louis con la de la isla de Gorée, clasificada 22 años antes en la Unesco y en buen estado de conservación. “La diferencia es que el patrimonio de esta isla, situada enfrente de Dakar, sirve de decorado para explicar una historia que ha sido asumida por los habitantes”, comenta en referencia a la trata de esclavos en el marco del comercio triangular entre África, Europa y América hasta bien entrado el siglo XX .
“En Saint Louis el patrimonio no cuenta la historia que se quiere contar de la ciudad”, analiza la experta. Este fenómeno se llama “despatrimonialización” y alude al libre derecho de la persona que hereda de no querer recibir esa herencia. “Es como cuando recibes un anillo de tu abuela y lo vendes”, explica Hirschi. “Demuestra que no hay un vínculo identitario, que no hay interés en legarlo a futuras generaciones”.

¿Luz al final del túnel?

Ante lo que la arquitecta polaca califica de “lenta hemorragia”, queda lugar para la esperanza: alrededor de la salvaguarda del patrimonio se siguen movilizando diferentes actores interesados como la Oficina de Turismo, el Sindicato de Iniciativas, la sección Icomos de Saint Louis o asociaciones locales como Arcas, Ndart, o Les Amis du Patrimoine, que realizan acciones durante todo el año para sensibilizar y movilizar a la población, sobre todo a estudiantes. “Lo que más interesa son cuestiones inmateriales, como la elegancia de la mujer de Saint Louis, el uso de inciensos u otras tradiciones locales”, explica Marie Caroline Camara, de la asociación Entre’vues.
“El Estado ha reaccionado también designando a un gestor del sitio, un comité de salvaguarda en la que interviene una unidad de gendarmería para casos de infracción y aprobando un plan de acción trianual (2018-2020) con un presupuesto de 1,5 millones de euros en el que se prioriza la rehabilitación de establecimientos escolares”, explica Diakhaté. Este identifica la rama dedicada al patrimonio del Programa de Desarrollo Turístico (PDT) como “una oportunidad única” para la ciudad. “La novedad de esta iniciativa es que, por primera vez, se va a invertir en viviendas privadas, la gran demanda de los habitantes”, opina.
En el marco de este programa, dotado de 22,5 millones de euros financiados por la Agencia Francesa de Desarrollo en forma de préstamo al Estado senegalés, se rehabilitarán 117 edificaciones privadas en peligro o en mal estado, y se ejecutarán grandes obras de restauración como la Catedral y la Place Faidherbe (ya en curso) o la Avenida Jean Mermoz. La Gran Mezquita está siendo rehabilitada por la Presidencia del Estado.
Otra señal esperanzadora es que varios inversores privados, en particular el fundador del grupo ISM-Dakar y del Forum Saint Louis, Amadou Diaw, también se están movilizando por la causa e invirtiendo en la recuperación de edificios privados, como los que componen el Museo de la Fotografía o el Quai des Arts, de factura impecable. “Mi reto, viniendo del ámbito de la educación, es dotar a esas casas rehabilitadas de cultura” dice Diaw, el mayor mecenas de la ciudad.

El País
En junio, fecha de la próxima misión de la Unesco, sabremos si estas medidas han sido suficientes para salvar Saint Louis de entrar en la lista de patrimonio en peligro.

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