La pandemia de COVID-19 es una oportunidad para emprender una reflexión estructural global sobre otro peligro que está vinculado a la crisis sanitaria: la crisis ecológica.
El pasado miércoles 1 de abril, el secretario general de la ONU Antonio Guterres estimó que el mundo vive la "peor crisis mundial desde la fundación de las Naciones Unidas", hace 75 años. Pero aun cuando la humanidad está pasando por tiempos difíciles, el planeta puede finalmente respirar un poco.
Desastre sanitario, bendición ecológica
Aviones en tierra, eventos cancelados, viajes prohibidos, fábricas cerradas: si bien el coronavirus está llevando la economía mundial a la recesión, tiene como corolario una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, para el investigador Joeri Rogelj, que contribuye a la labor del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), no hay que cantar victoria: la mejora ecológica será efímera. "La reducción de las emisiones vinculada con el coronavirus no es estructural. Desaparecerá tan pronto como se restablezca el transporte de mercancías y personas después de la epidemia", predice.
"Ejemplo típico de crisis ecológica"
La causalidad entre crisis ecológica y coronavirus está ahora probada. "Es al 98% seguro que la COVID-19 tiene su origen en un virus de murciélago", explica en el diario Libération el ecólogo de la salud Serge Morand, director de investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia.
El coronavirus del murciélago no es transmisible a los humanos: la estructura de su genoma debe evolucionar para que pueda entrar en las células humanas. La mutación se hace a menudo pasando por otras especies animales, "puertas" que hacen que el virus sea compatible con los seres humanos. En el caso del nuevo SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19, parece que fue el pangolín el que permitió la transmisión a los humanos.
La responsabilidad del hombre reside en que la destrucción de la biodiversidad aumenta el riesgo de epidemias. "Si deforestamos, urbanizamos, los animales salvajes pierden su hábitat y esto favorece su contacto con los animales domésticos y los humanos", resume Serge Morand.
Desde la década de los 60 surgen cada vez más epidemias, y a medida que la interconexión entre países continúa creciendo, estas epidemias se convierten rápidamente en pandemias.
Con la globalización, se dan todas las condiciones adecuadas para la explosión de epidemias: pérdida de biodiversidad, industrialización de la agricultura y aumento del transporte de bienes y personas.
Para evitar nuevas crisis como la del coronavirus, que según Serge Morand es "el ejemplo típico de una crisis ecológica", la humanidad debe por lo tanto admitir que la salud e incluso la civilización humana sólo pueden mantenerse con ecosistemas funcionales: "Debemos desglobalizar, ¡y rápido! Preservar la biodiversidad repensando la agricultura", insiste.
"La pregunta que debemos hacernos hoy es la de nuestra relación con la naturaleza. Porque no hay ningún ser humano sano en un planeta enfermo, ya sea por el calentamiento global, la contaminación o el colapso de la biodiversidad. Las decisiones futuras que surjan de esta crisis histórica tendrán que sacar lecciones del presente y del pasado, construyendo una recuperación orientada hacia la transición ecológica", estima asimismo Isabelle Autissier, presidenta de WWF Francia.
Instinto de supervivencia
Para la socióloga del medio ambiente Séverine Durand, el cambio de rumbo se enfrenta a pesos pesados: "Para que haya un cambio estructural global, todos, incluyendo los líderes climatoescépticos como Trump y Putin, tendrían que sentarse juntos alrededor de la mesa y ponerse de acuerdo para luchar contra la crisis ecológica... Aún no hemos llegado a eso", lamenta.
Durand estima que existe un escenario optimista, con el fin de la agricultura productivista globalizada, el regreso al nivel local y el comienzo de una verdadera transición ecológica y democrática; y un escenario pesimista, es decir, continuar por el mismo camino, con la destrucción de nuestro ecosistema.
Este segundo escenario fue elegido después de cada epidemia. Pero la socióloga cree en el escenario optimista: "Somos como un sapo en una olla, cocinándose lentamente: la temperatura sube gradualmente desde hace años, nos acostumbramos al calor, terminamos olvidándolo. Pero esta crisis de coronavirus es como si la temperatura hubiera subido de repente. Para nosotros, puede ser una oportunidad para encontrar la energía para saltar de la olla y cambiar el paradigma".
La lucha contra la crisis ecológica no es sólo una cuestión moral o ideológica, recuerda Durand, también debería ser una expresión de nuestro instinto de supervivencia.
Con información de Marine Jeannin, RFI
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