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Ai Weiwei: “El capitalismo ha llegado a su fin”

Ai Weiwei, presentando su exhibición en la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen, de Alemania, el año pasado.
Ai Weiwei, presentando su exhibición en la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen, de Alemania, el año pasado.FEDERICO GAMBARINI/GETTY IMAGES



El artista chino más importante, célebre disidente del régimen comunista, critica la gestión de China de la pandemia: “Si este desastre pudo expandirse, se debe en gran parte a que se ocultó la verdad”


“Los refugiados confinados en campamentos de los que no pueden moverse deberían recibir ayuda prioritaria”

“Los chinos no somos nada sumisos, no hay más que ver cómo tratamos a los animales o la brutalidad de ciertos crímenes”

“Es mi tierra, mi idioma, pero mientras China sea solo un concepto político, no tengo ningún deseo de regresar”


Ai Weiwei es uno de los disidentes chinos que más ha hecho por denunciar la falta de derechos humanos que impera en el mundo, así como el daño que la falta de libertad de expresión causa en China. El artista vivo más importante del país asiático encabeza el ranking mundial de autores que más visitantes atraen a los museos: el año pasado 1,1 millones de personas asistieron a una de sus exposiciones itinerantes en Brasil, por encima de Van Gogh, Klimt o Munch.

La relación entre Ai Weiwei y el Partido Comunista Chino fue durante años como la del perro y el gato. Tras estar detenido durante 81 días acusado de evasión fiscal, el artista, al volver a su casa, respondió a la vigilancia a la que era sometido retransmitiendo su vida a modo de protesta. En 2015, finalmente, abandonó su país y ha recalado en Cambridge, Inglaterra. En estos momentos está confinado, aunque esta vez comparte los motivos. Ai Weiwei (Pekín, 1957) habla con Ideas acerca de la crisis mundial sin precedentes que ha provocado la Covid-19. Señala el vínculo entre los desastres que azotan al planeta y la falta de valores humanistas durante una entrevista que empieza por teléfono y termina por correo electrónico. Son temas clave en su obra y los enarbola con vehemencia. Quizá sean las experiencias de su infancia las que han forjado su carácter crítico: acompañaba a su padre, el poeta Ai Qing, a realizar trabajos forzados en el campo y a limpiar letrinas como castigo por sus críticas al Partido Comunista. Lo más probable es que no pueda regresar a su país. Acusa al Gobierno de haber destruido su estudio de Pekín sin previo aviso. Acaba de publicar un libro de aforismos en España: Humanidad (Paidós, febrero de 2020).

PREGUNTA. El llamado coronavirus está azotando al mundo como si fuera una gran tormenta, cambiando nuestra manera de interactuar y vivir. ¿Cómo ve lo que estamos experimentando?

RESPUESTA. La epidemia llegó repentinamente, nadie estaba preparado para esto. Se dice que es un virus muy democrático porque ataca a todos por igual. Los desastres que hemos visto antes, incluyendo las guerras, eran de carácter regional. Esta es la primera vez que me topo con un desastre con carácter global.

P. El virus ha desatado olas de racismo. El presidente de Estados Unidos ha llegado a llamarlo el “virus chino”. ¿Usted qué piensa de esto?

R. No es extraño nombrar un virus basándose en su lugar de origen. Es como una persona, puede tener un nombre y un apodo. Covid-19 sería su nombre oficial. No creo que exista discriminación racial en este tema. Además, todas las culturas tienen un grado de prejuicio hacia otras. Mientras estos prejuicios no dañen la dignidad nacional o la de los individuos, no creo que sea un problema. Lo grave es que el virus brotó y se propagó debido a la falta de transparencia del Gobierno chino. La pérdida de vidas global ha sido enorme. Por ello, no veo mal que se le llame “virus chino”. Espero que llamarle así sirva para que ciudadanos y políticos chinos se den cuenta de que la única manera de contar con un mundo justo y seguro es garantizando la libertad de expresión.

P. ¿Qué rol ha desempeñado la libertad de expresión en la propagación del virus en China y luego en el mundo?

R. Ha habido tantos desastres en China, cada uno de ellos ha estado vincu­lado a una coerción de la libertad de expresión. Su falta es en sí un desastre humanitario. Es harto conocido. De lo contrario, no me habría quedado en el extranjero. La libertad de expresión es como un virus, y puede ser ofensivo para algunos organismos. El Partido Comunista Chino es una organización más fuerte que cualquier otra en el mundo y ejerce su autoridad a través del control del pensamiento y el discurso de las personas. Si este desastre pudo expandirse se debe en gran parte a que China ocultó la verdad. La Organización Mundial de la Salud fue partícipe de esto al restarle gravedad y magnitud al problema, negando que estuviéramos frente a una epidemia.

P. El Gobierno chino está acudiendo en ayuda de muchos países, donando mascarillas y material médico. ¿Qué piensa de esta estrategia?

R. China, al encarar un desastre, en vez de asumir sus responsabilidades, hace intercambios de favores políticos, politizando los principios humanitarios. Se está distorsionando el espíritu humanitario. Y me refiero también a todos los niños en campos de refugiados. No pueden moverse, están confinados en campamentos, deberían recibir ayuda prioritaria, y añado a los presos. Irán ha ordenado la liberación de los suyos mientras dure el virus, pero sigue siendo un país sancionado por Estados Unidos. Cuando la ideología y la animosidad política obstruyen la solución de los desastres humanitarios puede considerarse un delito. En la actualidad, ningún país puede condenar a otro, el mundo está en el caos. ¿Por qué el Reino Unido no libera a Assange? Es una figura clave en la libertad de prensa y de expresión; sin embargo, ahora tiene que enfrentarse a una posible extradición a Estados Unidos y a una pena de hasta 175 años. Mantener una coherencia ética no es fácil, las personas solo perciben los desastres que afectan a sus regiones, pero los desastres están interconectados.

P. Se debate en estos momentos si, para hacer cara a la crisis, la democracia es menos eficiente que un sistema autoritario. ¿Qué opina usted?

R.Visto desde la superficie, China ha logrado controlar rápidamente la epidemia. Pero ha pagado un precio que no es visible: la salud emocional de toda su gente, a quienes encerraron en jaulas como animales, obligados a la fuerza a estar confinados durante más de dos meses. Una sociedad que vive bajo un régimen autoritario funciona como un ejército y las personas son como animales cautivos. Después de haber vivido bajo fuerte control por más de 70 años, han perdido el valor de rebelarse. Si Occidente cree que mantener esta situación es beneficioso, se deberá a la estupidez o a motivos subrepticios. A muchos les interesa hacer negocios con China. Basta con negar la existencia de Taiwán y no relacionarse con el Dalái Lama.

El artista chino Ai Weiwei.
El artista chino Ai Weiwei.ZENITH RICHARDS / CAMERAPRESS / CONTACTOPHOTO



P. Se dice que la gente de países como Corea del Sur, Japón o China es más sumisa. Que el confucionismo ha hecho que los individuos acaten mejor las órdenes.

R. Si realmente se practicara el pensamiento de Confucio, el régimen no sería tan violento. Los chinos no somos nada sumisos. No hay más que ver cómo tratamos a los animales o la brutalidad de ciertos crímenes. El Gobierno tampoco es dócil con su pueblo. Promueve esa imagen para guardar las apariencias.

P. ¿Qué piensa del modelo chino? ¿Está en crisis?

R. [El Estado chino] es un grupo de interés que se ha hecho cada vez más fuerte con la introducción del capital, se ha convertido en capitalismo de Estado. La libre competencia y la economía de mercado bajo la premisa de la libertad individual no existen, todo está bajo el control del Partido. Occidente ha perdido su ventaja competitiva, se ha topado con un competidor poderoso e incontrolable porque desobedece las reglas. Lo que está sucediendo es una gran lección, pero ¿podemos aprender de esta lección? Nos movemos por intereses. Emprendemos proyectos solo cuando nos traen beneficios, olvidándonos de los principios. Europa y Estados Unidos han apoyado al régimen chino, han hecho caso omiso al asesinato de un periodista en una embajada de Arabia Saudí con sede en Turquía. Cuando uno permite la impunidad, pierde el derecho de hablar sobre lo que es justo o injusto. Si Occidente se deja guiar solo por los beneficios o los intereses, cuando sufra pérdidas se lo tendrá bien merecido.

P. ¿Considera que el capitalismo está en crisis?

R. El capitalismo ha llegado a su fin. No puede continuar desarrollándose moral y éticamente. Hace daño a las naciones pequeñas, se apodera de los recursos del planeta, saquea sin freno. China alimenta los intereses de las grandes empresas occidentales y estas han hecho que China sea cada vez más poderosa. Estas compañías no están restringidas por ningún Estado, nación o cultura. China está dispuesta a hacer cosas que no se pueden hacer en Occidente. La globalización se está llevando a cabo sobre la base del desarrollo del capitalismo y el colonialismo. La crisis subyacente es palpable, y los desastres por venir ocurrirán más de una vez. ¿Cómo lograr el desarrollo libre de un país de 1.400 millones de personas bajo un régimen autoritario? El desarrollo de una sociedad depende de la legitimidad de sus Gobiernos. Y después de 70 años en el Gobierno, el partido no ha resuelto aún este problema. Esta es la verdadera crisis a la que se enfrenta China.

P. Muchos países han cerrado sus fronteras, incluso se empieza a cuestionar la globalización: se le achaca la rapidez con la que se ha desplazado el virus. ¿Cómo ve usted esto?

R. Si Estados Unidos construye un muro que lo separe de México, ¿dónde está entonces la liberalización y la globalización? Para el capital no existen barreras, el capital circula libremente en el mundo. El sueño de la globalización es resolverlo todo con dinero. Los refugiados llegaron a tierras europeas y se les trató peor que a prisioneros. ¿Acaso abandonaron sus hogares voluntariamente? Los desastres no se detendrán, vendrán uno tras otro, porque los humanos hemos violado demasiados principios morales.

P. Usted sabe lo que es estar confinado. Lo vivió a la fuerza en China. ¿Está usted acostumbrado al aislamiento? ¿Qué hace Ai Weiwei confinado en casa?

R. Entiendo al aislamiento, es una medida que responde a la desconfianza de las personas hacia el orden social existente. La libertad individual solo puede basarse en la confianza pública. Personalmente, no me afecta en nada. Paso más tiempo con mi familia, lo cual es una razón de alegría. Me permite reflexionar sobre los temas que generalmente me interesan. Pienso mucho en el humanismo, mi último libro se titula Humanidad. Este desastre nos ha hecho comprobar que en este mundo ya no existen regiones ni una libertad regional. Esta epidemia nos ha alertado de que el enriquecimiento de grupos empresariales o regionales a través de la globalización debe cesar. Y si no, las desgracias por venir serán aún mayores.

P. ¿Qué echa de menos de China? ¿Podría regresar a su país o se encuentra en estado de exilio absoluto?

R. No puedo regresar, me es imposible expresar mis opiniones allí. La expresión es vital para la creación. No poder hacerlo es como perder la vida. No tengo nostalgia. Echo de menos a mi madre, a mis hermanos. Es mi tierra, me es familiar. Es mi idioma y tengo amigos allí. Pero, mientras China sea solo un concepto político, no tengo ningún deseo de regresar.

P. ¿Cómo ha impactado su infancia en su arte? Estuvo marcada por las experiencias de su padre, que fue enviado a trabajar al campo durante la revolución cultural, donde limpió baños, vivió en hoyos excavados en el suelo.

R. Los recuerdos de la infancia nos marcan, es como cuando un árbol crece, siempre estará ligado a sus raíces. Es innegable que mi capital vivencial está vinculado a las experiencias de la generación de mi padre. Todo aquello me ayudó a comprender mejor el valor de lo humano y la importancia de preservar la vida. ¿Cuál es el significado de los derechos humanos? Es una pregunta que me hago constantemente. Y este tema ha influido en mis obras. Mi vida es una obra: mi vida y la vida misma.

MÁS REPRESIÓN
La censura a los disidentes se ha intensificado con la crisis del coronavirus. Xu Zhiyong, académico crítico con el Gobierno, fue detenido el 15 de febrero en el sur de China después de asistir a una reunión con activistas. Está en paradero desconocido, investigado por “incitación a subvertir el poder del Estado”. Fundador del movimiento Nuevos Ciudadanos, publicó un artículo a principios de febrero alegando que Xi, el presidente de China, era “incapaz de manejar” la crisis del coronavirus. La doctora Ai Fen, directora de emergencias en el hospital central de Wuhan, figura que participó en las alertas lanzadas sobre el brote cuando el Partido Comunista Chino (PCCh) estaba desesperado por ocultarlo, también ha dejado de hacer declaraciones. “Las redes sociales están siendo sujetas a un mayor escrutinio, la policía nos ha visitado por comentarios que hicimos en grupos de chat de Internet”, declara una escritora disidente residente en Pekín que pidió mantener el anonimato.

Isolda Morillo
EL PAÍS




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