La vejez no es triste porque se acaban nuestras alegrías, sino porque terminan nuestras esperanzas. (Richter)
¿Alguien pudo quedar indiferente ante la impactante imagen de la señora Dina?
¿Cuál fue su primera reacción? ¿Qué sentimientos surgieron al ver a esta profesora de inglés, de 69 años de edad, jubilada en tal estado de desnutrición y pesando solo 29 kilos?
¿Cómo pudo llegar a ese estado? ¿Qué paso con sus familiares?
¿Es toda responsabilidad de los familiares? ¿Cuál es nuestro rol como integrante de una “sociedad moderna”?
¿Nos podría ocurrir lo mismo a nosotros?
¿Es este un caso aislado o es más común de lo que uno piensa?
Son muchas las interrogantes, a las que ustedes podrán agregar otras, pero creo que lo importante es, en primer lugar, no quedar indiferente y tomar conciencia que esto puede ocurrir muy cerca de nosotros. Por lo tanto, debemos tener claridad como se actúa, teniendo una respuesta colectiva, si es necesario, y, por otro lado, promover actividades que nos permitan tener una actitud como sociedad ante este tipo de problemas.
Siguiendo la noticia, nos enteramos que la señora Dina estaba, separada y bajo custodia de uno de sus hijos, a quien los vecinos acusan de negligente. Pero también escuchamos a él, quien responsabiliza a sus hermanos, quienes no lo habrían ayudado económicamente para mantener a su madre.
Además, se pudo comprobar el estado de abandono de su ex marido, quien también fue profesor, siendo uno de sus ramos que impartía “Problemas de la sociedad y la cultura” (¡qué ironía!)
Pero, también es importante, recordar lo dicho por él, cuando le preguntaron sobre sus hijos, manifestando que “los perdono de corazón. Porque son seres humanos”…
Todo un drama familiar.
Otro antecedente a considerar, es una información entregada por una dirigente de la Fundación Las Rosas que dice que “hay adultos mayores que llegan en absoluto abandono, llegan mal, las características principales son la desnutrición, muy enflaquecidos, con mucha carencia afectiva, la parte emocional es impresionante, la pérdida de estímulos permanentes hace que ellos pierdan la capacidad de hacer sus cosas básicas".
Pero lo sucedido no es exclusivo de nuestro país. Vía internet me entero de un caso similar en Valencia, España
Independiente de la responsabilidad de las políticas de estado, del rol de las instituciones destinadas a la protección de los adultos mayores, es indudable que hay una responsabilidad de toda la sociedad por la protección de aquellos ancianos que se van quedando solos o que no tienen una familia realmente preocupada por ellos.
Recordemos que el anciano necesita cuidado y protección, no lástima. Brindarle algo a lo que él tiene derecho. La actitud de "pobrecito" crea más minusvalía. El sentirse útil es, para él, muy importante. No se trata de trasladarle las obligaciones, sino de darle la oportunidad de tener algo para hacer y de sentir que es valioso, que se le tome en cuenta.
¿Qué hacer?
Una información que recojo, cuenta que se dan casos de familias sustitutas, no unidas por lazos de sangre, sino por el afecto y el cariño, que se organizan en una especie de red comunitaria. Entonces, en este caso se considera como familia, aquellos con quienes se cuenta para un apoyo, para conversar, para que colaboren cuando se les necesita y a quienes el adulto mayor puede ofrecerles lo que tiene para dar. Es familia, porque suple las necesidades afectivas y básicas.
Entonces, SOLIDARIDAD es una palabra clave que debemos tener muy presente y por supuesto, no olvidar la valoración y el respeto por aquellos, que como sea, hicieron su aporte a nuestra sociedad.
Y por su puesto que hay que empezar por nuestras propias familias
Ayudemos a que nuestros ancianos no pierdan las esperanzas.
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