Hablaba, en un post anterior, que la vejez es un momento para valorar lo positivo que ha sido nuestra vida y los invitaba a presentar algunos testimonios. Hoy va el primero. Se trata del que entrega Ana María, una amiga reciente:
Las cosas más importantes que me han sucedido en mi vida, que ha sido intensa y he vivido momento a momento mis acontecimientos, muchos de ellos se recuerdan con nostalgia y con ganas de volver a vivirlos y otros no tan buenos, pero si uno es capaz de poner en la balanza, creo que en mi largo caminar por la vida, siempre estoy recordando las cosas buenas que me ha tocado vivir y todas las satisfacciones personales que he tenido, y ello te da la fortaleza para seguir adelante.
Las más notable y de los que doy gracias a la vida, es el haber podido estar presente cuando mis progenitores me necesitaban y la satisfacción que tuve es el haber tenido la fortaleza y la entereza de haber podido cerrarles lo ojos a ellos, creo que eso, es algo que me ha marcado, obviamente, junto con ello, es haber tenido la posibilidad de asistirlos y demostrarles el cariño que yo les tenía. Esa es una parte de mi vida que la cumplí a cabalidad. En términos personales he tenido la dicha de conocer a mis nietos y poder compartir con ellos, a pesar de las vicisitudes. Uno de mis nietos, el mayor, es un milagro que me dio la vida
Por otro lado, las acciones solidarias que he realizado durante mis años, que son muchas, pues siempre he tomado el lugar de los desamparados y los he ayudado a mitigar de alguna manera sus dolores y dar una mano cuando la necesitan, de esos casos la verdad que tengo muchos, y me llenan de orgullo, pues son personas que yo las denomino los “sin nombre”, porque si hay algo que uno tiene que tener sumamente claro es hacer el bien y no hay que mirar a quien, tomando en cuenta que nunca he tenido el poder del dinero y pienso que eso tiene más valor aún.
Entre mis amistades siempre me han puesto el apodo de Sor Teresa de Calcuta, siempre luchando en contra de la injusticia social.
Tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes, muy dañados por la droga, a varios de ellos, no son muchos, pero pudieron buscar un futuro un poco mejor, viviendo en hogares en donde por lo menos tenían comida, techo, se les enseñaba un oficio y además ayuda psicológica, en muchos de los casos es probable que eso fuera incipiente, pero por lo menos tuvieron la oportunidad de palpar algo diferente.
Lo que en estos momentos me llena de regocijo es que fui capaz de buscar la opción de una carrera universitaria a un joven, muy talentoso y lleno de aspiraciones, su familia es de una de las tantas comunas pobres. Un lugar marcado por la droga en donde él vivía. Desde los 7 años, él junto a su madre vendían maní, helados, barquillos, en las micros, pero a pesar de eso fue capaz de terminar el 4to. Medio, lo conocí circunstancialmente, y por esas cosas raras de la vida, me dijo que su sueño era ser deportista y estudiar deportes en la Universidad. Aquí no fue posible, así que empecé a trabajar con él y hoy el está fuera de Chile cursando su primer año de Licenciatura en Deportes, está fascinado, todavía no puede creerlo. Sus calificaciones son las máximas. El está becado y me contaba que en la beca, ya a él no lo llaman sus compañeros por su nombre, lo apodan el “Feliz”, porque cada día que transcurre está más dichoso, de poder haber cumplido su sueño. Su anhelo hoy día es regresar y poder trabajar con los jóvenes en programas sociales, vinculados al deporte e incentivar a sus pares a buscar otras opciones de vida que no se la droga.
Tenemos una relación de madre/hijo, porque yo lo quiero como tal.
Creo que esto último es lo más significativo que me ha sucedido en este último tiempo.
Estoy tranquila con el paso del tiempo, me parece que mi estadío en la tierra no ha sido plana, tengo en mi memoria muchas cosas gratas, mi entrega solidaria es a toda prueba. Mi escuela la marcaron mis abuelos y mis padres, esa es la mejor herencia que poseo y que de algún modo se las transmito a mis hijos. Me parece que ya estoy en paz con la vida.
Las cosas más importantes que me han sucedido en mi vida, que ha sido intensa y he vivido momento a momento mis acontecimientos, muchos de ellos se recuerdan con nostalgia y con ganas de volver a vivirlos y otros no tan buenos, pero si uno es capaz de poner en la balanza, creo que en mi largo caminar por la vida, siempre estoy recordando las cosas buenas que me ha tocado vivir y todas las satisfacciones personales que he tenido, y ello te da la fortaleza para seguir adelante.
Las más notable y de los que doy gracias a la vida, es el haber podido estar presente cuando mis progenitores me necesitaban y la satisfacción que tuve es el haber tenido la fortaleza y la entereza de haber podido cerrarles lo ojos a ellos, creo que eso, es algo que me ha marcado, obviamente, junto con ello, es haber tenido la posibilidad de asistirlos y demostrarles el cariño que yo les tenía. Esa es una parte de mi vida que la cumplí a cabalidad. En términos personales he tenido la dicha de conocer a mis nietos y poder compartir con ellos, a pesar de las vicisitudes. Uno de mis nietos, el mayor, es un milagro que me dio la vida
Por otro lado, las acciones solidarias que he realizado durante mis años, que son muchas, pues siempre he tomado el lugar de los desamparados y los he ayudado a mitigar de alguna manera sus dolores y dar una mano cuando la necesitan, de esos casos la verdad que tengo muchos, y me llenan de orgullo, pues son personas que yo las denomino los “sin nombre”, porque si hay algo que uno tiene que tener sumamente claro es hacer el bien y no hay que mirar a quien, tomando en cuenta que nunca he tenido el poder del dinero y pienso que eso tiene más valor aún.
Entre mis amistades siempre me han puesto el apodo de Sor Teresa de Calcuta, siempre luchando en contra de la injusticia social.
Tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes, muy dañados por la droga, a varios de ellos, no son muchos, pero pudieron buscar un futuro un poco mejor, viviendo en hogares en donde por lo menos tenían comida, techo, se les enseñaba un oficio y además ayuda psicológica, en muchos de los casos es probable que eso fuera incipiente, pero por lo menos tuvieron la oportunidad de palpar algo diferente.
Lo que en estos momentos me llena de regocijo es que fui capaz de buscar la opción de una carrera universitaria a un joven, muy talentoso y lleno de aspiraciones, su familia es de una de las tantas comunas pobres. Un lugar marcado por la droga en donde él vivía. Desde los 7 años, él junto a su madre vendían maní, helados, barquillos, en las micros, pero a pesar de eso fue capaz de terminar el 4to. Medio, lo conocí circunstancialmente, y por esas cosas raras de la vida, me dijo que su sueño era ser deportista y estudiar deportes en la Universidad. Aquí no fue posible, así que empecé a trabajar con él y hoy el está fuera de Chile cursando su primer año de Licenciatura en Deportes, está fascinado, todavía no puede creerlo. Sus calificaciones son las máximas. El está becado y me contaba que en la beca, ya a él no lo llaman sus compañeros por su nombre, lo apodan el “Feliz”, porque cada día que transcurre está más dichoso, de poder haber cumplido su sueño. Su anhelo hoy día es regresar y poder trabajar con los jóvenes en programas sociales, vinculados al deporte e incentivar a sus pares a buscar otras opciones de vida que no se la droga.
Tenemos una relación de madre/hijo, porque yo lo quiero como tal.
Creo que esto último es lo más significativo que me ha sucedido en este último tiempo.
Estoy tranquila con el paso del tiempo, me parece que mi estadío en la tierra no ha sido plana, tengo en mi memoria muchas cosas gratas, mi entrega solidaria es a toda prueba. Mi escuela la marcaron mis abuelos y mis padres, esa es la mejor herencia que poseo y que de algún modo se las transmito a mis hijos. Me parece que ya estoy en paz con la vida.
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