El Museo Nacional del Prado volverá a exhibir a partir del próximo miércoles, 24 de noviembre, la magnífica pareja Adán y Eva de Alberto Durero (1471-1528) tras unos trabajos de restauración que se han prolongado durante dos años.
Ese mismo día, el Prado formalizará un acuerdo de colaboración con la Fundación Iberdrola como miembro protector de su Programa de Restauración, lo que permitirá el desarrollo de otras restauraciones tan relevantes como las de Adán y Eva, cuya instalación especial en sala se presentará también este día como el primer proyecto patrocinado por la Fundación.
El montaje expositivo de ambas obras se realizará en la galería central de la planta baja del Museo, donde se expondrán durante cuatro meses sobre una estructura especialmente diseñada para que pueda apreciarse tanto el anverso como el reverso de las dos tablas, invitando al público a conocer el delicado y complejo trabajo de restauración realizado con la colaboración de la Getty Foundation y de George Bisacca, restaurador del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
El montaje expositivo de ambas obras se realizará en la galería central de la planta baja del Museo, donde se expondrán durante cuatro meses sobre una estructura especialmente diseñada para que pueda apreciarse tanto el anverso como el reverso de las dos tablas, invitando al público a conocer el delicado y complejo trabajo de restauración realizado con la colaboración de la Getty Foundation y de George Bisacca, restaurador del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Dos obras maestras
Alberto Durero realizó estas dos tablas al regreso de su segundo viaje a Italia en 1505 y ambas suponen un intento de sintetizar las enseñanzas recibidas, buscando un equilibrio entre italianismo y germanismo, a fin de alcanzar la perfección ideal del cuerpo humano, para lo que el asunto bíblico es un simple pretexto. Su conocimiento del desnudo clásico raya a una altura prodigiosa al tiempo que la exactitud del dibujo revela un pulso de grabador único, anclado en las tradiciones del Norte.
El creciente influjo italiano se percibe en la monumental grandiosidad de sus figuras, mientras que su germanismo se advierte claramente en el cromatismo, la precisión del detalle y el gusto naturalista de corte expresionista, avivado aún más por su genial espíritu de dibujante. Ambas tablas fueron un regalo de la reina Cristina de Suecia a Felipe IV.
El creciente influjo italiano se percibe en la monumental grandiosidad de sus figuras, mientras que su germanismo se advierte claramente en el cromatismo, la precisión del detalle y el gusto naturalista de corte expresionista, avivado aún más por su genial espíritu de dibujante. Ambas tablas fueron un regalo de la reina Cristina de Suecia a Felipe IV.
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