El manto de cobre y de oro que cubre las cordilleras de Chile ha comenzado a levantar el apetito del capital extranjero y, en consecuencia, pequeñas comunidades rurales de todo el país van viendo desaparecer sus recursos.
Poco a poco, la gran minería, que se instala en las comunidades con promesas falsas de desarrollo, progreso y empleo, van soterrando la economía local del lugar, sumiéndolas en una pobreza cada vez mayor.
La pequeña minería, uno de los sectores más afectados, trata de sobrevivir a la intervención de estos gigantes empresariales sin ningún apoyo del Gobierno.
Luis regresa de los Tribunales con una carpeta llena de papeles y un cierto entusiasmo contenido. Después de más de tres años de trámites, por fin puede celebrar que el Registro de Mineras de Chile le reconoce dueño del pequeño yacimiento de cobre que descubrió tiempo atrás. Y aunque todavía falta que el Servicio Nacional de Geología y Minería apruebe su plan de explotación, se seca el sudor de la frente y celebra que la mayoría del proceso ya ha terminado.
Su representante y compañero de rubro Rodolfo Aguilera, que le ha acompañado todos estos años en la lucha burocrática necesaria para obtener una concesión minera en Chile, abre una carpeta de cuero marrón y saca un montón de papeles para colocarlos sobre la mesa. “Esto es un mundo de tramitaciones y de dificultades para la pequeña minería”, se queja, mostrando los documentos como prueba. “Para las grandes empresas es fácil, porque contratan un abogado que se haga cargo de todo, y listo; pero el pequeño minero, por lo general, no tiene ni el tiempo, ni los conocimientos, ni los recursos necesarios para enfrentarse a todo este papeleo”, lamenta.
Luis Gallardo, que como su padre y como su abuelo ha dedicado toda su vida a la pequeña actividad minera, asegura que antes no era todo tan complicado. Él nació en Monte Patria, en la región de Coquimbo, al norte chico de Chile, y desde joven recorre los cerros de la comuna en busca de cobre y de oro, explotando con pocos recursos los yacimientos que encuentra. “Antes era mucho más fácil, cuando todavía no se daba el boom de la minería y no llegaban grandes transnacionales a apropiarse de nuestros recursos”, recuerda, “pero ahora nos ponen muchas trabas”.
“Son los males de la abundancia”, explica Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA). “Chile es dueño del 40% del mercado mundial de cobre, y sin embargo las localidades donde se realizan estas grandes extracciones mineras acaban sumidas en una pobreza extrema”, asegura. “Esto es así por la posición de desigualdad en que nos coloca la globalización y sus medidas neoliberales, que hacen que los males de esos procesos queden en nuestros países y los beneficios salgan fuera”, explica.
“La gran mayoría de los yacimientos de cobre y oro que existen en el país los hemos descubierto nosotros, los pequeños mineros”, asegura Rodolfo Aguilera, quien es también presidente del Comité de Mineros de Monte Patria. “Pero son tan grandes los costos y las exigencias y es tan largo el proceso, que al final quedan en manos de grandes empresas extranjeras”.
“Y lo peor es que ninguno de esos gigantes empresariales que llegan a nuestras tierras con esas enormes maquinarias descubrieron estos yacimientos”, opina Luis, “ellos ni siquiera han pisado nunca el cerro. Todos esos yacimientos los hemos descubierto nosotros, los pirquineros chicos. Nuestros abuelos fueron los que abrieron los caminos en la cordillera”, reclama, “y ahora que el acceso está hecho, llegan unas grandes empresas extranjeras a hacerse dueñas de minas que ni siquiera conocen”.
Rodolfo asiente y pone de ejemplo el caso de un compañero suyo. “Resulta que después de gastarse una millonada de pesos en abrir un camino fantástico, se topó con una empresa canadiense que quería explotar ese mismo yacimiento. La empresa compró antes de que él pudiera obtener la concesión minera. Se quedó sin nada”, concluye.
El gran mito que suele recorrer las pequeñas localidades rurales donde normalmente se instalan estas grandes mineras extranjeras es la promesa de empleo para su población. Sin embargo, además de acabar con la economía local del lugar, como la pequeña minería, la agricultura o la ganadería, la minería a gran escala emplea muy poco. “Lo del empleo en la minería es todo un mito”, explica el director de OLCA: sólo un 0,96% del empleo nacional es minero, una proporción muy pequeña en comparación con el beneficio social y la inversión que produce”.
“Chile es un manto de cobre y de oro”, asegura Rodolfo, “pero no es nuestro manto de cobre, no es de los chilenos, porque nosotros no tenemos recursos para explotarlo”, explica. “Y el Gobierno prefiere ayudar a quien llega de afuera y les deja mil millones de dólares encima de la mesa, que a un pirquinero chileno que va a pedirle diez mil pesos para tener con que pasar esa infinidad de trámites burocráticos”.
“Es cierto que estos grandes consorcios traen capitales importantes al país, eso no lo vamos a negar, pero se llevan todas nuestras riquezas, agotan todos nuestros recursos y nos dejan los grandes males de la contaminación”, denuncia Rodolfo Aguilera. “La gran minería mueve enormes cantidades de tierra y utiliza miles de metros cúbicos de agua. Aquí, por ejemplo, que tenemos un problema de sequía muy grave, vamos a ver morir el valle cuando lleguen estas empresas con sus grandes maquinarias y empiecen a sacar el agua de la cordillera”, asegura.
“No se trata de una ambición nuestra, no es que queramos tener la explotación de todas las minas ni nada de eso”, aclara Luis, “pero sí es cierto que es una fuente de ingresos para nosotros”, reconoce, “y aunque la riqueza que producimos no es tan grande, al menos se queda en el país, es sustentable y logramos repartirla entre más personas”. “Nunca habrá uno que pueda comprarse un Ferrari”, le apoya Rodolfo, “pero al menos sí podremos comprarnos todos una pequeña camionetita”.
Llegado a esta conclusión, Rodolfo recoge el montón de documentos que dejó sobre la mesa y los devuelve con cuidado a la carpeta marrón que dejó apoyada sobre sus rodillas. En un gesto de conquista, agita en el aire la carpeta llena de papeles y le da a Luis unas cuantas palmadas cómplices en la espalda. “El 90% de las personas que forman nuestro comité no van a tener nunca la posibilidad de celebrar algo así”, asegura. Y con la reciente y pequeña concesión minera registrada en alguno de los muchos papeles que llevan encima, los dos pirquineros vuelven al trabajo con la sensación de haber vencido al gran Goliat.
Periodismo humano
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