En la mitología griega clásica el dios Apolo dio a Casandra el don de la profecía para seducirla, pero cuando ella lo rechazó entonces la condenó a que nadie la creyese. Aunque existen otras versiones sobre cómo Casandra obtuvo su maldición. Esta capacidad de predecir junto a la frustración de que nadie creyese en sus profecías produjo a Casandra un sin fin de sufrimientos.
Entre otras cosas Casandra predijo la destrucción de Troya, que el enemigo se introducía en la ciudad dentro de un caballo, que moriría el rey Agamenón y que Ulises vagaría durante 10 años. Los troyanos no la creyeron y todo lo predicho sucedió.
Los climatólogos tienen que tener cierto complejo de Casandra, pues nadie parece creerles. Si algunos dicen creerles da igual, porque no se hace nada al respecto y de todos modos tendremos el mismo destino que Troya como civilización.
De los varios resultados respecto al cambio climático publicados últimamente se pueden mencionar tres resultados aparecidos la semana pasada.
En el primer resultado se habla de que la nieve que hay en Groenlandia se está haciendo cada vez más oscura [1]. El origen de este tono más oscuro se debe a la presencia de impurezas en la nieve. Esto aumenta la cantidad de luz del sol que la nieve absorbe y, por tanto, acelera la fusión de la misma. Es preocupante porque la fusión parcial de la capa de hielo de Groenlandia que cubre esta isla ya se esperaba que incrementara en 20 cm el nivel de los mares para 2100 sin tener en cuenta este efecto.
Desde hace años se sabe, gracias a las fotos de satélite, que la nieve de la isla se está haciendo cada vez más oscura. Normalmente esto se explicaba debido al tamaño de grano de la nieve, pero un grupo de investigadores ha descubierto que esto no puede explicar el oscurecimiento de la nieve medido a partir de 2009.
La explicación parece ser la presencia de polvo, hollín y microorganismos en la nieve. Creen que el polvo puede llegar de las zonas libres de nieve de la isla y de las zonas árticas vecinas por culpa de que están experimentando una fusión más temprana debida al cambio climático. Las erupciones volcánicas de Islandia en 2010 y 2011 también podrían aportar impurezas.
Según el modelo que han usado las impurezas podrían ser responsables de una fusión de 27.000 millones de toneladas de hielo anuales. Es decir, un 10% de las pérdidas de hielo promedio en la pasada década.
Este nuevo resultado afecta a las predicciones de fusión de hielo, ya que el nuevo efecto añade 2 centímetros más a las predicciones de subida de nivel del mar para 2100 y posiblemente aún más si las impurezas siguen aumentado.
Un estudio realizado por investigadores de University of Edinburgh sostiene que el aumento de la temperatura debido al cambio climático que está provocando el ser humano podría aumentar la cantidad de dióxido de carbono que los mares liberan de forma natural [2]. Esto podría constituir un ciclo de retroalimentación más que acelerara el cambio climático.
El estudio se basa en el análisis de las capas de sedimento marino de hasta 26.000 años de edad tomadas en el golfo de California. La idea era saber cómo ha sido la capacidad de los océanos de tomar dióxido de carbono de la atmósfera a lo largo del tiempo.
Especialmente se centraron en la abundancia de elementos clave como el hierro y el silicio en los fósiles de animales marinos del plancton. Algunos organismos del plancton pueden absorber dióxido de carbono y pueden secuestrarlo en grandes cantidades.
Descubrieron que cuando el silicio era menos abundante el agua oceánica se correspondían con climas relativamente templados, que además se correspondía con bajos niveles de hierro y con una reducción de la absorción de dióxido de carbono por parte del plancton.
Se sabe que el hierro es un nutriente para el plancton marino, pero los investigadores se sorprendieron de las muchas maneras en las que el hierro afecta al dióxido de carbono no absorbido por los océanos.
Este efecto es mayor en los océanos del sur y en la parte ecuatorial del Pacífico y sus costas, que juegan un papel crucial sobre los niveles globales de dióxido de carbono.
En este estudio se llega a los primeros resultados que apuntan a una relación compleja entre el hierro y otros elementos marinos clave relacionados con la regulación del dióxido de carbono atmosférico.
Los autores alertan de que si el calentamiento global reduce los niveles de hierro en la superficie de los océanos, como ocurrió en el pasado, serían muy malas noticias para el medio ambiente.
Otra de las malas consecuencias de las emisiones de dióxido de carbono es la acidificación del agua marina. El dióxido de carbono disuelto forma ácido carbónico y este cambia la química oceánica y dificulta la formación de conchas y otras estructuras de carbonato cálcico de algunos seres vivos. El alcance de este efecto se está estudiando directamente porque ya está afectado a la vida marina, pero quizás el pasado nos aporte más información.
Hace 56 millones de años una emisión masiva de dióxido de carbono elevó la temperatura global en lo que se ha llamado Máximo Termal del Paleoceno-Eoceno (MTPE). Además de la subida de temperatura se produjo un incremento de la acidez oceánica. Algunos organismos marinos se extinguieron y otros evolucionaron para adaptarse a las nuevas condiciones de acidez.
Ahora se ha conseguido por primera vez cuantificar la extensión de dicha acidificación[3]. Este estudio es el primero que usa la composición química de los fósiles para reconstruir la acidez marina superficial durante el MTPE.
El resultado no es optimista pues apunta a que los océanos actuales van por el mismo camino de acidificación que entonces, pero a un ritmo mucho mayor.
El problema es que si el ritmo el muy elevado los organismos marinos no tienen tiempo para evolucionar y así sobrevivir en las nuevas condiciones.
Según este estudio la acidez superficial aumentó un 100% en unos pocos miles de años y estuvo en un nivel estable durante 70.000 años. Este cambio radical produjo extinciones que se pueden ver en el registro fósil.
El problema actual es que el aumento de acidez se está dando a un ritmo 10 veces más rápido que cuando se produjo el MTPE.
Los océanos han absorbido un tercio del dióxido de carbono arrojado a la atmósfera por el ser humanos desde la aparición de la industria. Esto ha ayudado a que las temperaturas no suban más, pero a costa de acidificar el agua marina, lo que afecta a la fauna marina.
En los últimos 150 años el pH oceánico ha caído de un 8,2 a un 8,1, lo que equivale a un 25% de aumento de la acidez. A final de siglo se predice que caerá hasta un pH de 7,8. Está caída en 0,3 puntos de pH se dio también durante el MTPE, pero se dio a lo largo de unos pocos miles de años.
Los científicos implicados alertan de que si se continúan con las actuales emisiones la acidificación del mar será más dramática que durante el MTPE y afectará gravemente a la vida marina, sobre todo al plancton, que es la base de la cadena trófica en el mar.
La buena noticia es que en 70.000 años se volvería a una situación normal si no se sigue con las emisiones. Estos 70.000 años de duración de la acidez durante el MTPE ya fue descubierto por otros estudios, pero han sido corroborados por este.
Neofronteras
Fuentes de las fotos: Florent Dominé, University of Edinburgh, Ellen Thomas/Yale University.
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