EEUU.,07/08/2015(El Pueblo en Línea)-Quién no recuerda «Titanic». La gran pantalla se abarrotó en su día, y sus continuas reposiciones en la televisión hacen que este clásico del cine todavía perdure. Y así se explica el fenómeno «James Cameron», pues el director continúa liderando la taquilla mundial con esta conmovedora historia de amor a bordo del que en ese momento era el crucero más grande del mundo. No todas las cintas consiguen los 2.186 millones de dólares que Jack y Rose lograron al arrastrar a las salas de cine a personas de todo el mundo.
Y lo más probable es que los más acérrimos a la película protagonizada por un jovencísimo Leonardo DiCaprio y Kate Winslet sigan recordando no solo diálogos tan míticos como el de sus personajes: J-«¿A dónde la llevo señorita?» R-«¿A las estrellas»; también recordarán el emotivo final.
Tras un eterno «flasback» que prácticamente duraba toda la película, Rose decidía desprenderse del colgante Corazón del Mar, un diamante que fue el único objeto que llevaba encima al posar desnuda para Jack Dawson el día antes del hundimiento del barco. Ya anciana, decide tirarlo por la borda, y dejar partir los recuerdos que la mantuvieron anclada a ese pasado que jamás superó pese a intentarlo.
Pero la historia pudo no acabar donde lo hizo. Como tantos otros directores Cameron rodó un final alternativo. En ese otro desenlace, el personaje de Brock Lovett cobra mayor protagonismo al intentar convencer de todas las formas posibles a Rose para que no se deshiciera de ese diamante cuya búsqueda sirve de hilo conductor al filme.
Al final empatiza con la anciana y comprende su motivación por lo que... ¡estalla en una carcajada! Un final ridículo que hubiese ensombrecido a la película, ganadora de 11 premios Oscar en 1997.
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