Esta mañana revisé mi muro de Facebook y muchas de mis amigas compartían sus razones para participar en la marcha contra la violencia que las mujeres sufrimos cotidianamente y que en Chile ha costado la vida de 39 mujeres asesinadas, en lo que llevamos de este 2016. Mis amigas hablaban del temor de caminar solas en las calles de Santiago; de lo difícil que es explicarles a sus hijas que una niña de 16 años murió empalada, sin infundirles terror; de las diversas maneras en que todos los días hombres y mujeres creamos una sociedad en que las mujeres no se les considera sujetos de derecho en iguales condiciones que a los varones.
En Argentina las organizaciones de mujeres han convocado a un paro nacional entre las 13 y 14 horas de este miércoles 19 y luego a concentrarse en distintos lugares del país para demandar al Estado políticas públicas que protejan a las mujeres y para visibilizar la brutalidad a la que las mujeres estamos expuestas todos los días. En Santiago distintos grupos feministas han llamado a sumarse a la manifestación reuniéndose en Plaza Italia a las 19 horas. Todo bajo la consigna #NiUnaMenos, y en reacción al brutal asesinato de Lucía Pérez, la adolescente que fue drogada, violada, torturada y asesinada en Mar del Plata en la madrugada del 9 de octubre.
Ayer mientras cambiaba mi foto de perfil en wassup y Facebook -por una gráfica rosada que muestra el rostro y la mano de una mujer y que dice #NiUnaMenos- para sumarme a la campaña virtual, compartía con un amigo mi frustración con este tipo de manifestaciones. Le decía que mi impresión es que este tipo de gestos sólo alcanza a aquellos que ya tenemos conciencia de la desigualdad de género y la cultura de violencia en la que vivimos, y que aún no hemos llegado a hacer una intervención en la sociedad para que las cosas realmente cambien. Han cambiado leyes, se han aumentado recursos para apoyar y proteger a las mujeres, se habla más del tema, pero cada día las mujeres seguimos siendo maltratadas, violentadas, asesinadas.
El año pasado fuimos sobre 200 mil las personas que nos reunimos el 3 de junio en la Plaza del Congreso en Buenos Aires, y miles más en distintas ciudades de Latinoamérica, para gritar: ¡Basta de Femicidios! La experiencia fue potente y los titulares de prensa numerosos, pero a pesar de la masividad de las manifestaciones y la visibilidad alcanzada, las cifras de violencia contra las mujeres siguen subiendo. En la provincia de Buenos Aires, entre 2008 y 2015, se registró un aumento del 78% de agresiones a mujeres y la ONG Casa del Encuentro informó que entre junio de 2015 y mayo de este año, hubo 275 femicidios en todo Argentina, en donde el promedio es que 50 mujeres son atacadas diariamente.
No digo que no sea necesario manifestarse de la manera que sea, pero no nos puede bastar con eso. Como publicaba una lúcida amiga en su muro de Facebook: “Ya, ¿Le llegó la foto rosadita? Muy Bien. ¿La puso en sus perfiles? ¡Estupendo! ¿Pero ahora qué va a hacer en serio para evitar eternizar una cultura que le rinde tributo a la violencia?; ¿Va a comprarle juguetes de cocina a sus cabras chicas y pistolas a sus hijos/sobrinos/compañeritos de curso?; ¿Qué va a hacer si ve a un tipo molestando a una chica en el paradero?; ¿Va a seguir pensando que los hombres que lloran son todos cobardes?; ¿Le sigue dando lo mismo que Johnny Deep le haya pegado un aifonazo a su señora? …”
Mientras nos siga pareciendo “simpático” que se hagan chistes machistas; mientras nos de los mismo que las letras de reggaetón, bachatas, rock o baladas hablen de las mujeres como un objeto; mientras no nos haga ruido que en la televisión se siga tratando los cuerpos femeninos como pedazos de carne y en nuestras calles como propiedad pública, mientras no se haga una intervención en la manera en como educamos a nuestros niños y no aprendamos a tratarnos en nuestra cotidianeidad con dignidad, no podremos decir que los violentos son los otros.
Hablamos de violencia de género porque los femicidas están sustentados en una cultura que desde todos lados alimenta la idea de que las mujeres son objeto y propiedad, la pregunta para cada uno es ¿Qué estás haciendo tú para que las cosas sean distintas? Y no hablo de cambiar tu foto de perfil.
Antonella Estevez
Radio Universidad de Chile
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