«Los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción», decía Juan Goytisolo en su discurso de la entrega del Premio Cervantes hace unos días. España ha sido y es rica en los segundos, «escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor».
En estos días regalamos libros acompañados de rosas, compartimos en redes sociales títulos o palabras de aquellos libros y autores que nos han tocado o cambiado, lloramos en forma de letras las muertes de escritores que nos hicieron más lúcidos, perseguimos en las ferias la firma de nuestro autor vivo favorito, y buscamos huesos de nuestros escritores muertos de bandera como Cervantes o Lorca.
Los dos son noticia en estos días, de los dos se buscan sus restos, aunque la pregunta que me hago es si encontrar sus huesos nos llevará a conocer más su obra y su historia, si nos llevará a conocer más sobre aquellos tiempos de miserias y miedos.
Me pregunto si al sacar a la luz el informe policial y las cartas ministeriales que implican oficialmente a las autoridades en la detención y muerte del poeta Federico García Lorca, nos ayudará a cicatrizar por fin nuestra historia o leer más su poesía.
Se pregunta Goytisolo si sería mejor buscar los huesos de Cervantes o no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida y entender así su historia y la de tantos otros en aquellos tiempos. ¿Cervantearemos más si pudiéramos contemplar sus huesos? Cervantear, dice el último premio Cervantes, es aventurarse en el territorio de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía.
En tiempos de vidas sin tiempo para el silencio y el sosiego que requieren las lecturas profundas y verdaderas, me pregunto cuanto de nuestra rica literatura nos estamos perdiendo por más que citemos a nuestro lúcido Quijote o a aquel genial poeta en Nueva York.
Ana Vazquez Ponzone
pastoralsj
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