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"El humor es un espacio maravilloso para hablar de lo políticamente incorrecto". ANTONIO DE LA TORRE. ACTOR

Antonio de la Torre (Málaga, 1968), en una escena de 'Abracadabra', de Pablo Berger.

  • El intérprete está en los cines con 'Abracadabra', el nuevo filme "inclasificable" de Pablo Berger
  • El malagueño encarnará próximamente a un político corrupto y al líder José Mújica
-¿Cómo ha sido incorporarse al equipo que se formó en Blancanieves? En Abracadabra repiten Maribel Verdú, Kiko de la Rica, Alfonso de Vilallonga y Paco Delgado junto a Pablo Berger.
-Cuando me lo propusieron supe que, estando Pablo Berger y todo el equipo, Abracadabra iba a ser una cosa muy buena. Me consta que Maribel Verdú me avaló para que me diera el papel de Carlos. También había trabajado con Kiko de la Rica. Es verdad que me incorporaba a un equipo ya formado, pero había trabajado con todos previamente excepto con Berger, aunque ya nos conocíamos.
-En la película le vemos convertido en Carlos, un marido arcaico y machista -que recuerda a su papel en Volver- que acaba transformándose en otro.
-Me hace gracia porque cuando Daniel Sánchez Arévalo, mi hermano del alma, me vio en la peli y me felicitó me dijo que le recordaba al papel de Volver. Bueno, la verdad es que no me lo había planteado así. No sé, había situaciones que eran como muy claras, quizá un poco límites. Es un personaje muy, muy marcado, no hay más que ver cómo arranca la película, que si viendo el fútbol, que si soltando improperios... Yo lo que intento, que creo que ya bastante es, es darle verdad, que el personaje sea creíble.
-¿Cómo trabajó usted este desdoblamiento de personaje?
-Se trata de buscar la parte más tierna de ti...Pero creo que no se puede contar lo que no se conoce. Por tanto, sólo eres capaz de hacer los personajes si realmente forman parte de ti. Lo cual debería darte que pensar porque si he hecho de caníbal y de payaso asesino... Bueno, obviamente esto tiene matices porque la interpretación siempre es la expresión simbólica de algo. Manuel Martín Cuenca dice que hacer un papel es preguntarse: "¿Cómo sería Antonio de la Torre si fuera... ?" Pues en este caso, completa tú el resto: un marido arcaico y machista.
-¿Está España, al igual que Carlos, narcotizada por el fútbol y la violencia? ¿Necesita una sesión de hipnosis?
-La hipnosis nos ayudaría a espabilar ante la degradación de lo público, del espacio político y de tantos derechos que aquí ha costado tanto adquirir. Creo que la violencia es consustancial al hombre y viene como resultado del fracaso de la comunicación como vehículo para relacionarse con los demás. Forma parte de la impotencia. A veces, lo que no se puede resolver con un abrazo o con el diálogo, se intenta conseguir de manera violenta. El tema del fútbol tiene su aquel. Yo soy muy futbolero y no me considero un tío especialmente narcotizado. Pero evidentemente siempre hay debate en torno a las cosas que te distraen, en qué punto te están sometiendo a un control... es un debate inabarcable. He ido a Sudáfrica a ver la final del Mundial y no me considero adocenado. En fin, el ser humano está lleno de contradicciones.
-¿Es sencillo hacer este retrato grotesco e incómodo de la sociedad española?
-Sencillo no es. Realmente es una peli muy arriesgada. La genialidad de la película es esa, que tiene mucho riesgo y que se ha querido contar la historia desde un lugar incómodo. Tiene muchos tonos, es muy poliédrica. A veces tiene partes más hiperbólicas, otras más naturalistas... creo que es inclasificable y eso es lo que la hace interesante. Pero lo fácil o difícil... no tengo ni idea. Hay días que estoy rodando y las secuencias que parecen muy complicadas salen de una manera asombrosa y, otros días, cuando parece que va a ser más fácil, te atrancas.
-¿El humor permite quizá una crítica más lúcida que el drama?
-El humor es un espacio maravilloso para hablar de lo políticamente incorrecto y para hacer crítica. Es un espacio para la inteligencia, eso desde luego.
-Vuelve a rodar con Sorogoyen en El reino, un filme que habla de la corrupción política y la mentira como forma de vida. ¿Cómo ha logrado meterse en esta piel?
-He intentado investigar todo lo que he podido, también buscando en la parte más superviviente que hay en mí y, en definitiva, no tratando de hacer una película maniquea sino algo que sea más bien un retrato de un país. O sea, las cosas no salen por ciencia infusa. Si en España hay corrupción es porque de alguna manera la sociedad lo tolera y lo permite. No sólo son corruptos los políticos, en cierta manera la sociedad también lo es.
-Por el contrario, también le veremos encarnar a José Mújica, uno de los líderes políticos más admirados.
-Memorias del calabozo -que ahora se encuentra en fase de postproducción- me ha permitido viajar a Uruguay y conocerle en persona, estar en su casa, saber más del movimiento de liberación de los tupamaros... José Mújica es un ser de una talla moral extraordinaria, brutal. Casi lo catalogaría de ser superior, ya que ha logrado lo que yo en casi cincuenta años aún no he conseguido: la coherencia. Es un tío con una ausencia total de vanidad, que vive en una chabola y podría estar viviendo de las conferencias como Obama... Es alucinante.
-¿Qué pálpito tiene ante los Goya? ¿Vendrá uno pronto, será el eterno nominado o realmente no le da importancia?
-Si te dijera que no me importa mentiría cochinamente, sí que me importa. Lo que sí es verdad es que no me parece sano entrar en la especulación de los Goya: son unos premios. Hay veces que sin esperarlo me han nominado, también ha habido algún caso que me hacía mucha ilusión y no fue... Lo que tenga que venir, que venga. Pero me he dado cuenta de que es muy difícil ganar un Goya, gané uno y no he vuelto a ganar más (y no pasa nada).
-De todos los personajes mencionados, ¿en qué papel se siente más cómodo?
-Evidentemente, hay cosas que se te dan mejor que otras. Pero no me gusta hablar de la comodidad trabajando, creo que la zona de confort es enemiga del actor porque explotas las cosas que sabes hacer hasta repetirte. A mí me gusta probar retos, como con Mújica hacer el acento, un personaje con una ideología y una cultura superior a la mía... Esto de hacer de político me fascina, además me considero bastante lector de prensa. Intento hacer trabajos que supongan avanzar y descubrir cosas nuevas de mí. Eso implica también perdonarte el fracaso, que es la gran dificultad del ser humano.
-¿Se ha perdonado el fracaso?
-Me cuesta, pero con la edad me doy menos caña que cuando tenía veintipocos, ahora me trato mejor. Alguna ventaja tiene que tener el cumplir años. La vida es muy bonita si la aceptas con sus fracasos y sus desazones. Mújica dice una algo muy especial : "Sólo una cosa es permanente en la vida, que todo cambia".
Málaga Hoy

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