Otsuchi es otra de las ciudades borradas literalmente del mapa por la ola gigante del pasado viernes. Dar un poco de alivio a los supervivientes es una “tarea monumental”, así lo describen los equipos de rescate en el terreno.
9.000 de los 17.000 habitantes de la localidad siguen desaparecidos y hay pocas esperanzas de encontrarlos.
“No tengo ni idea de lo que va a pasar ahora. La ciudad ha desaparecido y los pueblos cercanos también. Es como un mal sueño”
Sin embargo, es la cruda realidad. Cruda y, cada vez, más dura para los supervientes. La comida y el agua escasean, igual que las medicinas. Incluso la ayuda que están proporcionando los equipos de rescate japoneses e internacionales empieza a ser poca. Hay que añadir el riesgo de hipotermia, ya que las temperaturas por la noche descienden a menos 5 grados.
Hay decenas de miles de personas en esta situación en las zonas más afectadas en el noreste del país.
Entre tanta calamidad, las escasas buenas noticias corren como la pólvora. El milagroso rescate de un bebé de 4 meses en Ishinomaki añade un poco de luz al final del túnel.
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