El miedo a una fuga nuclear masiva ha llevado a muchos habitantes de la capital japonesa a recluirse en sus casas o a abandonar la megalópolis de unos 13 millones de habitantes.
La transitada estación de Shimbasi aparecía este miércoles desierta, pese a que las autoridades niponas reiteran que el nivel actual de radiación no supone “un riesgo inmediato para la salud” más allá del perímetro evacuado.
Son pocos los que han optado por seguir con su rutina diaria. Una madre japonesa, que intenta contener las lágrimas, ha preferido llevar a sus niños al colegio. “No quiere asustar a mis hijos. Si es posible, quiero que mis niños vivan felices cada día, sin preocupaciones. Quiero que hagan todo lo que puedan mientras sea seguro. Si les muestro que estoy nerviosa, ellos también estarán nerviosos” afirma.
Los niveles de radiación empiezan a dispararse más allá de Fukushima. En Ibaraki, a un centenar de kilómetros de Tokio, los niveles son 300 veces superiores a los normales.
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