Caruso Live Luciano Pavarotti Lucio Dalla HQ
Lucio Dalla - Atento al lobo (Español)
Un marco que intenta encuadrar el mar. Quizá no hay forma mejor para definir la poesía, el amor, la forma de cuidar cada nota y cada palabra de Lucio Dalla. El intento de capturar lo que por su propia naturaleza se escapa, a veces de forma muy excéntrica, de cualquier definición.
Se trata de una esplendida imagen del fotógrafo italiano Luigi Ghirri que Lucio Dalla quiso utilizar como portada de su último disco, recientemente publicado en Italia, en el pasado mes de noviembre, con el título deQuesto è amore…. Esto es amor.
La vida del artista
Lucio Dalla había nacido en Bolonia, un 4 de marzo del 1943, tres meses antes del desembarco de las tropas aliadas en la Italia ocupada por los alemanes. Una fecha que quedará grabada para siempre con este mismo título en una estupenda balada escrita en 1971 junto a la poetisa Paola Pallotino y presentada en el Festival de la Canción italiana de Sanremo. Pasado mañana Lucio Dalla iba a cumplir sus primeros 69 años. Se nos fue hace pocas horas, en plena gira europea, en la ciudad suiza de Montreux.
Cincuenta años de historia musical italiana se van con él dejándonos huérfanos de muchos recuerdos y de parte de nuestra memoria. Los que vivimos en Bolonia lo recordamos en forma muy especial. A pesar de que su fama lo llevara a viajar muy a menudo, jamás quiso abandonar a su ciudad. Estaba ahí, en su antigua casa del siglo XV, al lado de la Piazza Maggiore.
A veces lo podías encontrar sentado en el café de la esquina, en Via D’Azeglio, otras veces paseando con algún amigo bajo los soportales de la universidad o discutiendo con la gente en las librerías y en las galerías del centro, siempre curioso de todo lo que encontraba. Una plaza a la que en 1972 había dedicado una de sus canciones más famosas. Uno de los elogios más hermosos a los pobres, a los vagabundos y a la soledad (Piazza Grande).
Lucio Dalla estaba siempre ahí… También cuando no estaba. Era como si todas las veces que se iba, su música quedara grabada en las antiguas piedras de la ciudad, en sus rincones, en los recuerdos de los que tuvimos la suerte de crecer con sus canciones. En la espera de que volviera.
La canzone italiana
Después de veinte años de fascismo y de censuras, la Italia de la segunda posguerra descubría la música norteamericana. Eran los años 50 y por primera vez llegaban a Europa famosos crooners como Frank Sinatra y Cole Porter, las películas de Hollywood, el jazz de Louis Armstrong. Una nueva estación política estaba a punto de nacer. Lucio Dalla estaba ahí, curioso de descubrir, con su clarinete, los grandes ídolos del jazz.
Como reacción autárquica a esta invasión de música extranjera, las discográficas italianas se inventaron el Festival de la Canción de Sanremo, en la famosa localidad turística de Liguria. Era el año 1951 y de esta forma nacía la moderna canción popular italiana, también llamada “música ligera”.
Han pasado 61 años y el Festival, aunque con altibajos, continúa a representar una cita ineludible para muchos italianos, aunque quizá más como fenómeno de costumbre social que musical. Un Festival que Lucio Dalla conocía muy bien. Su última participación fue hace un par de semanas, acompañando al joven cantautor Pierdavide Carone. Ahí lo vimos y escuchamos, por última vez, su voz inconfundible, capaz en pocos segundos de recorrer la entera escala musical. Un viaje de ida y vuelta en el pentagrama, y ojalá también en los años.
E' morto Lucio Dalla
LUCIO DALLA L' ANNO CHE VERRA'
[Loredana Berté, Riccardo Fogli, Fiorello]
Este domingo habría cumplido 69 años, pero un infarto se lo ha llevado de manera súbita. Lucio Dalla estaba en plena gira por Suiza, pues sostenía que tenía que divertirse siempre y que era encima de un escenario cantando sus canciones una de las mejores maneras de lograrlo.
Había nacido en la bella ciudad de Bolonia, aunque vivía en el sur de Italia. Amado en su propio país; fuera de sus fronteras era un personaje de culto, casi para iniciados, y eso que en toda Europa se conocían mucho sus canciones, seguramente sin saber que él era su autor. El caso más paradigmático era “Caruso”, que se popularizó en la voz del genial tenor compatriota suyo también fallecido, Luciano Pavarotti.
La leyenda
Sin querer él, alimentó muchas leyendas urbanas: que era amigo de Berlusconi, o miembro del Opus Dei a pesar de que manifestara muchas veces de forma inequívoca que cuando se acercaba a las urnas en días de elecciones, siempre echaba su voto a opciones de izquierda, aun reconociendo que la izquierda italiana había perdido mucho en las tres o cuatro últimas décadas.
Admitía divertido lo de Berlusconi, siempre diciendo “soy su amigo, pero no le voto”. Y lo del Opus, que no era verdad, se lo achacó a un periodista que tomó la vía del medio cuando le dijo que sí que veía bien, como creyente en Dios, aunque a su manera, que se pudiera “santificar una vida entregada al trabajo”.
Un gran compositor
Apreciaciones y suposiciones aparte, y a ese halo romántico y aventurero que se le atribuía por vivir temporadas en un barco donde tenía su propio estudio de grabación, lo cierto es que Lucio Dalla es (presente, a pesar de que ya no esté entre los vivos) uno de los artistas y compositores más grandes que ha dado Italia.
Era un cantautor atípico. Conseguía melodías muy pegadizas y fáciles con letras a veces crípticas y otras simplonas, también de compromiso y crítica social, y nunca exentas de cierta ironía. Pero también resultaba trasgresor, o era eso lo que le hacía trasgresor: la simpleza, su cercanía popular, y la erudición del arreglo musical o el giro literario.
Su obra en España
La rama italiana de su compañía discográfica, la multinacional RCA, hoy aglutinada en Sony, quiso trasladar el éxito de su país a España, no en vano, durante finales de los setenta y primeros ochenta triunfaban por estos pagos otros cantantes italianos que de alguna manera eran deudores de su forma de cantar e interpretar. Nunca se consiguió del todo, aunque ya a finales de los ochenta hubo un intento que casi lo logra. Fue cuando Dalla se unió a Gianni Morandi, otro cantante italiano que en España había triunfado en los sesenta.
El disco del dúo Dalla/Morandi, que alcanzó ventas de record en su país y toda Europa, fue adaptado al castellano con la ayuda del cantautor asturiano Víctor Manuel, un fan incondicional suyo. Hubo gira de los italianos por España, pero ni la versión italiana ni castellana del disco logró acercarse a lo que entonces se consideraba éxito. Sin embargo, como siempre pasa, las críticas de los conciertos y del disco fueron excelentes.
Volvió hace cuatro años a actuar en España, dejando un recuerdo imborrable de su paso por el madrileño Cuartel Conde Duque dentro de la programación de Los Veranos de la Villa. Nunca mostró preocupación por no haber trasladado su éxito a España, a pesar de que siempre se sintió muy afín a la cultura española. Admiraba a Almodóvar, Sabina le cedió el lugar principal en un concierto doble entre ambos en el Palacio de los Deportes de Madrid, y mantenía amistad con Víctor Manuel, Aute, Patxi Andión (estupenda versión la suya de “L'anno che Verrà, en castellano como “El año que vendrá”) y otros artistas de su generación.
También fue actor y dirigió teatro, además de ser un virtuoso clarinetista y amar el mar sobre todas las cosas. Casi un hombre del renacimiento que disfrutaba cambiando de registro artístico y creativo, pues como solía repetir que cambiar y hacer cosas diferentes, era, junto con lo de actuar, lo único que ya, bien sesentón, le divertía. Puede decirse, por tanto, que ha muerto haciendo lo que le gustaba. Estaba en mitad de una gira.
FERNANDO ÍÑIGUEZ (RADIO 3)
Ana y Marcos - Lucio Dalla
Ana como tantas otras
Ana quisquillosa
Ana bonita mirada
mirada que pierde algo cada día
Si cierra los ojos ella lo sabe
estrella de las afueras
Ana con sus amigas
Ana que querría marcharse
Marcos grandes zapatos y poca carne
Marcos corazón en alarma
con su madre y una hermana
poca vida, siempre ésa
Si cierra los ojos él lo sabe
lobo de las afueras
Marcos con la manada
Marcos que querría marcharse
Y la luna es una bola y el cielo es un billar
cuántas estrellas en el flipper, son más de un billón *
Marcos está dentro de un bar
no sabe qué hará
luego alguien encuentra una moto
se puede ir a la ciudad
Ana bella mirada no se pierde un baile
Marcos que bailando parece un caballo
en un local que es un asco
poca gente les mira
un maricón les anima
Dime tú dónde estará
dónde está el camino a las estrellas
Mientras bailan se miran y se intercambian la piel
Y comienzan a volar
con tres saltos están fuera del local
con un aire de comedia americana
está acabando también esta semana
Pero América está lejos
en la otra parte de la luna
que les mira y aunque ría
verla casi mete miedo
Y la luna en silencio ahora se acerca
con un montón de estrellas cae sobre la calle
luna que camina
luna de ciudad
después pasa un perro que oye algo
les mira, ladra y se va
Ana hubiera querido morirse
Marcos quería irse lejos
Alguien los ha visto volver
cogidos de la mano
Ana Belén y Lucio Dalla - Canción
Tutta la vita Lucio Dalla
Toda la vida, con ese ruido horrible
arriba y abajo o en el medio de las escaleras
la espalda contra aquella puerta.
Toda la vida, haciendo sonar un piano,
dejando allí dentro hasta los dedos
arriba y abajo o en el medio de un teclado
estamos seguros que es la música
Toda la vida, tratando de decirte que me marchaba,
o que me marchaba o que me iba a morir,
mañana voy a comprar un buen violín
y una camisa de terciopelo
y me despido de ti y me despido de ti
como una pelota que se ha perdido
en el límite físico del cuento
o dentro de un cielo tropical
o como las pelotas de hace mucho tiempo
que rodaban por las escaleras hasta la puerta.
Toda la vida, sin cerrar jamás una puerta
despidiéndome de los últimos cabellos
y con una mueca criminal
¿Cómo sería? Hazme un ejemplo, un ejemplo.
Toda la vida, sin siquiera un parangón
desde la primera discoteca
dejando en casa el corazón o en las escaleras
estamos seguros de la música
sí la música, pero la música...
Toda la vida, telefonista y moribundo
dormido con gusto
arriba y abajo o en la oscuridad de un sofá.
Toda la vida, en el centro de la confusión,
o dentro de la palma de una mano,
pero sin nada de mecánico,
como una pelota que se ha perdido
yo me despido de ti, yo me despido de ti.
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