Madrid está llena de viejos. De ancianos, digo. Uno se sube al bus por la mañana, y parece un viaje del Imserso. Viejos estresados, viejos recelosos, viejos maleducados, viejos asustados, asustados de verdad, que protestan y se inquietan con solo una mirada.
No es su culpa. Probablemente vean demasiado los telediarios de Antena 3, donde solo salen robos, asesinatos, colombianos, rumanos falsificadores, violadores, etarras de mirada amenazante, el mundo está fatal, Madrid está fatal, dónde vamos a llegar.
Tienen miedo, están como desubicados en una ciudad en la que han vivido toda la vida y en la que ahora les es imposible vivir en paz.
Miran a veces a los inmigrantes con una intención acusadora, como si ellos fueran los culpables de que todo esté como está. Paradójicamente, esos mismos inmigrantes son los que después contratan los familiares de los viejos para que los cuiden cuando no pueden valerse por sí mismos.
No hay una imagen más típica del Retiro que esa viejita buscando un rayito de sol, con su boliviano o peruana al lado, sosteniéndola pacientemente por el brazo, dándole conversación, acompañando sus días solitarios.
La vejez en Madrid es inhumana y doblemente salvaje, por lo que tiene de vejez y por lo que tiene de soledad, que es el mal endémico de esta sociedad. Las familias no tienen tiempo para sus hijos (también se les ve por el Retiro, en sus carritos, con sus nanas ecuatorianas), imagínense para sus mayores.
¿Qué vamos a hacer con ellos, con nosotros mismos, cuando lleguemos a esa edad? ¿Qué va a pasar con este mundo que envejece a pasos de gigante, si la vejez está proscrita e ignorada, si nadie quiere ser viejo, si al viejo no se le escucha, si al viejo no se le quiere?
Escrito por Ana López Segovia en a Voz Digital de España
¿Algo que decir o comentar de lo que pasa en otros países? ¿En el nuestro?
No es su culpa. Probablemente vean demasiado los telediarios de Antena 3, donde solo salen robos, asesinatos, colombianos, rumanos falsificadores, violadores, etarras de mirada amenazante, el mundo está fatal, Madrid está fatal, dónde vamos a llegar.
Tienen miedo, están como desubicados en una ciudad en la que han vivido toda la vida y en la que ahora les es imposible vivir en paz.
Miran a veces a los inmigrantes con una intención acusadora, como si ellos fueran los culpables de que todo esté como está. Paradójicamente, esos mismos inmigrantes son los que después contratan los familiares de los viejos para que los cuiden cuando no pueden valerse por sí mismos.
No hay una imagen más típica del Retiro que esa viejita buscando un rayito de sol, con su boliviano o peruana al lado, sosteniéndola pacientemente por el brazo, dándole conversación, acompañando sus días solitarios.
La vejez en Madrid es inhumana y doblemente salvaje, por lo que tiene de vejez y por lo que tiene de soledad, que es el mal endémico de esta sociedad. Las familias no tienen tiempo para sus hijos (también se les ve por el Retiro, en sus carritos, con sus nanas ecuatorianas), imagínense para sus mayores.
¿Qué vamos a hacer con ellos, con nosotros mismos, cuando lleguemos a esa edad? ¿Qué va a pasar con este mundo que envejece a pasos de gigante, si la vejez está proscrita e ignorada, si nadie quiere ser viejo, si al viejo no se le escucha, si al viejo no se le quiere?
Escrito por Ana López Segovia en a Voz Digital de España
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