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La vejez en España


España envejece y los ancianos se encuentran con una sociedad distinta de la que conocieron sus padres. Ahora los hijos viven aparte y, lo que es más dramático para ellos, las hijas trabajan fuera. Y esto no ha hecho más que empezar.
La mayoría querría seguir viviendo en su casa con los cuidados precisos y, si eso no puede ser, ir a vivir con los hijos. Y eso que los hijos ya no atienden a sus mayores como antes, dice la mitad de los encuestados.
Pero no importa. Peor es ingresar en una residencia, opinan. Tampoco les agrada compartir una vivienda con mayores. Así que, mientras llega o no llega la ayuda de la Administración, las hijas siguen encargándose de sus mayores, doblando su jornada de trabajo o abandonando el empleo, en el peor de los casos.

Hay otra posibilidad, pero hay que tener dinero para ello. En la encuesta sobre las condiciones de vida de las personas mayores que ha elaborado el CIS para el Imserso, un 15,5% de los consultados ya tiene una empleada doméstica por horas y a casi un 2% les atiende una mujer interna. Entre un 3% y un 5% recibe ayuda de los servicios sociales, pero una inmensa mayoría aún responde que no cuenta con nada de lo citado anteriormente.

Y eso que los servicios sociales han experimentado un incremento desde 2004, cuando se hizo la encuesta anterior: un 33% han crecido los servicios de ayuda a domicilio, un 75% la teleasistencia y las plazas en centros de día, un 40%. A pesar de ello, la escasez de residencias es manifiesta, no dan abasto: hay cuatro plazas de media en España por cada 100 personas mayores y más de la mitad son privadas.

Por ahora, la mayoría de los mayores (aunque bajo esta denominación también hay que incluir a los que sólo tienen 65 años o alguno más) vive en su casa. El 90% reside en una vivienda de su propiedad y la pareja es la principal forma de convivencia (el 53%). Un 6,4% habita en casa de los hijos aunque un 32,6% de los hijos vive en casa de sus padres mayores, se tratan, en su mayoría, de solteros o solteras que nunca abandonaron el hogar familiar.

Las viviendas de toda la vida, que aún hoy son el hogar de muchos ancianos, no tienen todas las condiciones que serían deseables: casi un tercio de los consultados dice que su casa no tiene cuarto de baño con bañera y un 47% contesta que no tiene plato de ducha que se hace casi más necesario para las personas que envejecen; casi uno de cada cuatro encuentra dificultades para usar la bañera mientras que sólo el 10% contesta lo mismo con el plato de ducha. La mitad de los mayores pasa los inviernos sin calefacción central y el 77% sufre los rigores del verano sin aire acondicionado. El teléfono móvil, sin embargo, parece que se va generalizando. Escasísima es todavía la conexión a Internet.

Las tareas domésticas les suponen un problema también a los ancianos a medida que se van haciendo octogenarios, por ejemplo, meter o sacar utensilios de los armarios en la cocina, poner la lavadora o tender la ropa, actividades de las que se encargan a veces trabajadores contratados por los municipios.

Bajar escaleras, caminar por las aceras sorteando obras, cruzar la calle o utilizar transporte público tampoco es tarea fácil para muchos ancianos. Y la mitad tiene que recurrir al taxi o al coche para llegar hasta el hospital que les corresponde y un 20% en transporte colectivo.
No es fácil llegar a viejo, pero en España se llega, y de largo. La esperanza de vida de los españoles es de las mayores de Europa y del mundo: alcanza ya los 76,3 años para los hombres y los 83 para las mujeres.

En este país viven más de 7,3 millones de personas mayores, un 16,7% de la población y los octogenarios son los que más han crecido en los últimos 15 años: se incrementaron en un 66% mientras que la población general lo hacía en un 13%. Ya son cerca de dos millones. La mayoría vive en entornos urbanos, pero en proporción, los pueblos están más envejecidos. Las mujeres representan un 58% del total de mayores.

Los viejos viven los temores propios de su edad. Temen perder la salud o a personas cercanas y quedarse sin memoria, acaso su patrimonio más preciado, temen la soledad y depender de otros. Triste se sentía cuando lo entrevistaron para la encuesta el año pasado un 32% de ellos y solo un 24%. Aburrido, uno de cada cuatro, el día se les hace largo, largo, y nervioso, más de un tercio de los encuestados. Quizá el aburrimiento y el temor a sentirse poco útil les lleva a algunos a seguir trabajado, porque en 2004 lo hacía el 1,6% de los mayores de 65 años y ahora ese porcentaje ha subido hasta un 2%. Casi la mitad de los encuestados se encuentra bien de salud y un 40% anda regularcillo nada más.

Cuando las cosas se ponen peor, las hijas siguen estando ahí. No hay una sola tarea, desde comer a ir al baño, de vestirse a tomar la medicación, de usar el teléfono a administrar el dinero, en la que el porcentaje de respuestas supere a las de aquellos que dicen que es la hija quien se encarga.
Fuente: El País

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