El patinazo de la periodista Mariló Montero, asegurando que no está demostrado que el alma se trasplante junto a los órganos, ha puesto de actualidad una cuestión peliaguda: ¿pueden los (presuntos) asesinos donar sus órganos? Ayer, la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) se apresuró a desmentir que vayan a ser trasplantados los órganos de Juan Carlos Alfaro, que se suicidó tras disparar contra una niña.
El director de la ONT, Rafael Matesanz, explica a Materia que lo que haga una persona a lo largo de su vida no le descalifica para ser donante: “Ser un asesino no te impide ser donante, lo que lo impide es la forma en la que muere”. Matesanz asegura que no le consta que exista normativa nacional o internacional que ponga trabas a que asesinos o criminales sean donantes de órganos.
En el caso acaecido en El Salobral, con un suicidio en medio del campo y una autopsia policial, invalida por completo esos órganos. En España mueren al año unas 350.000 personas, de las que tan sólo terminan siendo donantes efectivos unos 1.600 cadáveres.
“En la muerte del donante se tienen que dar unas circunstancias muy especiales, no serviría una muerte violenta como la de este caso”, explica Matesanz. Solo unos pocos miles llegan a la muerte encefálica y, de entre ellas, solo unos pocos son finalmente donantes tras cumplir todos los protocolos establecidos. “Menos del 1% de los fallecidos en hospital finalmente son donantes”, resume Matesanz.
“Tener tarjeta de donante solo supone una predisposición, luego ha de cumplir innumerables requisitos médicos y técnicos”, afirma el director de la ONT, quien asegura que también depende de la decisión de la familia o incluso del juez, cuando hay delitos de por medio.
Este debate se abrió recientemente en EEUU cuando un condenado a muerte lanzó una campaña para que le permitieran donar sus órganos. En el Reino Unido, una encuesta mostraba cierto rechazo del público a recibir órganos de un asesino. ”Esas encuestas se responden antes de necesitar el órgano. Si necesitas un corazón o un hígado, te da igual de dónde venga”, responde rotundo Matesanz, quien agrega que, además, el receptor “no debería enterarse nunca”. Eso sí, reconoce que el cadáver de Juan Carlos Alfaro les hubiera dado problemas: “Si este hombre hubiera sido finalmente donante, con la repercusión del caso y tanta atención de los medios, hubiera sido imposible evitar que se supiera”.
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