Arriba, los fragmentos del parietal del niño de Olduvai. Abajo, las lesiones interpretadas como anemia. / PLoS ONE
Un equipo de paleoantropólogos españoles cree haber encontrado el caso de anemia más antiguo que se conoce. Lo sufrió un niño de unos 2 años que vivió en la garganta de Olduvai, en Tanzania (África) hace 1,5 millones de años. Por aquella época, esta zona la ocupaban algunos de los primeros “ancestros humanos” que se conocen, por eso la llaman la cuna de la humanidad. La enfermedad de aquel bebé podría demostrar ahora que aquellos homínidos de África no eran vulgares carroñeros como se pensaba, sino avezados cazadores que se humanizaron precisamente gracias al consumo de carne.
“Sé que esto puede horrorizar a los vegetarianos pero sin carne no habría posibilidad de tener un cerebro tan grande como el que tenemos”, resume Manuel Domínguez-Rodrigo, arqueólogo de la Universidad Complutense de Madrid y codirector de las excavaciones en Olduvai. “Comer carne nos hizo humanos”, resume.
Hace dos años, el equipo español destapó dos pequeños huesos de un cráneo infantil que cabrían en la palma de una mano. Resultaron ser dos fragmentos del parietal, la parte de la calavera que está arriba y detrás de las orejas. Pertenecieron a un individuo muy joven del que no se pudo averiguar el sexo. Lo que sí pudo hacer el equipo fue analizar las lesiones que presentaba el hueso y diagnosticarle anemia por falta de consumo de carne, según explican en un estudio publicado hoy en PLoS ONE.
Esta patología es la prueba más antigua y concluyente de que el consumo de carne era ya fundamental para estos “ancestros humanos”, según el estudio. Más aún, los expertos creen que esta anemia demuestra que los homínidos de Olduvai necesitaban la carne de forma constante por lo que eran cazadores habituales, no carroñeros ocasionales como apoyan otros expertos.
El yacimiento Sam Howard Korongo, donde se hallaron los restos del niño de Olduvai. / M.D-R.
El cráneo del infante presenta unas lesiones conocidas como hiperostosis porótica. Estas marcas pueden ser evidencia de muchas enfermedades, entre ellas el escorbuto, la infección por parásitos y la anemia. El equipo de Domínguez-Rodrigo le hizo un escáner a los huesos y fue descartando diagnósticos hasta que sólo quedó, en su opinión, uno válido: aquella niña murió por falta de vitaminas B9 y B12, cuya fuente en las sabanas africanas es la carne.
“Este tipo de anemia se conocía muy bien gracias a restos del Neolítico, la Edad de Bronce, la época romana, en resumen sociedades sedentarias donde se consumía mucho carbohidrato y podía haber un déficit de carne”, explica Domínguez-Rodrigo. “Donde es muy rara es en las sociedades de cazadores y recolectores [como fue la del infante muerto en Olduvai]“, señala.
Los expertos creen que el niño de Olduvai murió durante el destete, un momento clave en el que comienza un crecimiento rápido del cerebro, señala el arqueólogo de la Complutense. En ese desarrollo, continúa, el papel de la carne era fundamental y, cuando no la había, llegaba la enfermedad y la muerte.
Esta necesidad continuada, argumentan los autores del trabajo, hace poco probable que aquellos homínidos fueran carroñeros, como aún piensan muchos expertos. La disponibilidad de carroña es esporádica hoy en día en esta parte de África, lo que les lleva a concluir que la única forma de obtener carne de forma constante de aquellos homínidos (seguramente de la especie Homo ergaster, la versión africana de Homo erectus) era la caza.
Conclusiones “precipitadas”
La propuesta del equipo de Olduvai no convence a todos los expertos. “Hay que ser muy crítico con hipótesis tan generales”, opina María Martinón-Torres, antropóloga del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana que estudia homínidos que habitaron en Atapuerca como el Homo antecessor o el Homo Heidelbergensis. La experta cree que es “muy arriesgado extrapolar” las lesiones halladas en el niño de Olduvai (tan sólo un individuo) hasta colegir que aquellos homínidos eran cazadores. “Es un trabajo muy detallado, pero creo que las conclusiones son precipitadas”, opina.
“Aunque el fósil hallado pueda parecer poca cosa, el contexto y las conclusiones que se extraen de él son de un gran interés”, opina el paleobiólogo del CSIC Antonio Rosas, experto en neandertales. “Es cierto que la cadena de inferencias que hace el trabajo es larga, pero está muy bien fundada”, concluye.
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