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Recordando a Zygmunt Bauman, que falleció hace dos años, en un día como hoy







Zygmunt Bauman

(Poznan, 1925 - Leeds, Inglaterra, 2017) Sociólogo polaco. Miembro de una familia de judíos no practicantes, hubo de emigrar con su familia a Rusia cuando los nazis invadieron Polonia.


Durante la Segunda Guerra Mundial, Bauman se enroló en el ejército polaco, controlado por los soviéticos, cumpliendo funciones de instructor político. Participó en las batallas de Kolberg y en algunas operaciones militares en Berlín. En mayo de 1945 le fue otorgada la Cruz Militar al Valor. De 1945 a 1953 desempeñó funciones similares combatiendo a los insurgentes nacionalistas de Ucrania, y como colaborador para la inteligencia militar.
Durante sus años de servicio comenzó a estudiar sociología en la Universidad de Varsovia, carrera que hubo de cambiar por la de filosofía, debido a que los estudios de sociología fueron suprimidos por "burgueses". En 1953, habiendo llegado al grado militar de mayor, fue expulsado del cuerpo militar con deshonor, a causa de que su padre se había presentado en la embajada de Israel para pedir visa de emigrante.
En 1954 finalizó la carrera e ingresó como profesor en la Universidad de Varsovia, en la que permanecería hasta 1968. En una estancia de estudios en la prestigiosa London School of Economics, preparó un relevante estudio sobre el movimiento socialista inglés que fue publicado en Polonia en 1959, y luego apareció editado en inglés en 1972. Entre sus obras posteriores desataca Sociología para la vida cotidiana (1964), que resultó muy popular en Polonia y formaría luego la estructura principal de Pensando sociológicamente (1990).
Fiel en sus inicios a la doctrina marxista, con el tiempo fue modificando su pensamiento, cada vez más crítico con el proceder del gobierno polaco. Por razones políticas se le vedó el acceso a una plaza regular de profesor, y cuando su mentor Julian Hochfeld fue nombrado por la UNESCO en París, Bauman se hizo cargo de su puesto sin reconocimiento oficial. Debido a fuertes presiones políticas en aumento, Bauman renunció en enero de 1968 al partido, y en marzo fue obligado a renunciar a su nacionalidad y a emigrar.
Ejerció la docencia primero en la Universidad de Tel Aviv y luego en la de Leeds, con el cargo de jefe de departamento. Desde entonces Bauman escribió y publicó solamente en inglés, su tercer idioma, y su reputación en el campo de la sociología creció exponencialmente a medida que iba dando a conocer sus trabajos. En 1992 recibió el premio Amalfi de Sociología y Ciencias Sociales, y en 1998 el premio Theodor W. Adorno otorgado por la ciudad de Frankfurt.
El pensamiento de Zygmunt Bauman
La obra de Bauman comprende cincuenta y siete libros y más de cien ensayos. Desde su primer trabajo acerca del movimiento obrero inglés, los movimientos sociales y sus conflictos mantuvieron su interés, si bien su abanico de intereses fue mucho más amplio. Muy influido por Gramsci, nunca llegó a renegar completamente de los postulados de Marx. Sus obras de finales de los 80 y principios de los 90 analizan las relaciones entre la modernidad, la burocracia, la racionalidad imperante y la exclusión social. Siguiendo a Sigmund Freud, concibió la modernidad europea como el producto de una transacción entre la cesión de libertades y la comodidad para disfrutar de un nivel de beneficios y de seguridad.
Según Bauman, la modernidad en su forma más consolidada requiere la abolición de interrogantes e incertidumbres. Necesita de un control sobre la naturaleza, de una jerarquía burocrática y de más reglas y regulaciones para hacer aparecer los aspectos caóticos de la vida humana como organizados y familiares. Sin embargo, estos esfuerzos no terminan de lograr el efecto deseado, y cuando la vida parece que comienza a circular por carriles predeterminados, habrá siempre algún grupo social que no encaje en los planes previstos y que no pueda ser controlado.
Bauman acudía al personaje de la novela El extranjero de Albert Camus para ejemplificarlo. Abrevando en la sociología de Georg Simmel y en Jacques Derrida, Bauman describió al "extranjero" como aquel que está presente pero que no nos es familiar, y que por ello es socialmente impredecible. En Modernidad y ambivalencia, Bauman describe cómo la sociedad es ambivalente con estos elementos extraños en su seno, ya que por un lado los acoge y admite cierto grado de extrañeza, de diferencia en los modos y pautas de comportamiento, pero por dentro subyace el temor a los personajes marginales, no totalmente adaptados, que viven al margen de las normas comunes.
En su obra más conocida, Modernidad y holocausto, sostiene que el holocausto no debe ser considerado como un hecho aislado en la historia del pueblo judío, sino que debería verse como precursor de los intentos de la modernidad de generar el orden imperante. La racionalidad como procedimiento, la división del trabajo en tareas más diminutas y especializadas, la tendencia a considerar la obediencia a las reglas como moral e intrínsecamente bueno, tuvieron en el holocausto su grado de incidencia para que éste pudiera llevarse a cabo. Los judíos se convirtieron en los "extranjeros" por excelencia, y Bauman, al igual que el filósofo Giorgio Agamben, afirma que los procesos de exclusión y de descalificación de lo no catalogable y controlable siguen aún vigentes.
Al miedo difuso, impreciso, que no tiene en la realidad un referente determinado, lo denominó "miedo líquido". Tal miedo es omnipresente en la "modernidad líquida" actual, donde las incertidumbres cruciales subyacen en las motivaciones del consumismo. Las instituciones y organismos sociales no tienen tiempo de solidificarse, no pueden ser fuentes de referencia para las acciones humanas y para planificar a largo plazo. Los individuos se ven por ello llevados a realizar proyectos inmediatos, a corto plazo, dando lugar a episodios donde los conceptos de carrera o de progreso puedan ser adecuadamente aplicados, siempre dispuestos a cambiar de estrategias y a olvidar compromisos y lealtades en pos de oportunidades fugaces.
Biografías y Vidas

Muere el pensador Zygmunt Bauman, ‘padre’ de la “modernidad líquida”



El sociólogo de origen polaco denunció con lucidez el individualismo y la desigualdad hasta el fin de sus 91 años


Con Zygmunt Bauman se apaga una de las voces más críticas con la sociedad contemporánea, individualista y despiadada, a la que definió como la “modernidad líquida”, aquella en la que ya nada es sólido. No es sólido el Estado-nación, ni la familia, ni el empleo, ni el compromiso con la comunidad. Y hoy “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Esa voz sonó lúcida hasta el fin de sus 91 años. Escribía uno, dos y hasta tres libros al año, en solitario o con otros pensadores, pronunciaba conferencias y respondía a los periodistas en entrevistas en las que había que elegir muy bien las preguntas porque las respuestas se extendían muchos minutos como en una sucesión de breves discursos. Esos sí, muy sólidos.

Hablaba despacio porque pulía cada una de sus frases, un hilo de ideas que daría para más libros de los que ha firmado en su prolífica carrera. Algunos tomados al dictado, cabe creer que de un tirón. Quizás con alguna pausa de las que aprovechaba para fumar en pipa.
El sociólogo y filósofo de origen polaco (Poznan, 1925) murió ayer “en su casa de Leeds, junto a su familia”, anunció su colaboradora Aleksandra Kania en nombre de los suyos. En su larga vida sufrió los horrores del siglo XX —la guerra, la persecución, las purgas, el exilio— pero eso no le hizo conformista con nada de lo que vino después.
Durante más de medio siglo ha sido uno de los más influyentes observadores de la realidad social y política, el azote de la superficialidad dominante en el debate público, crítico feroz de la burbuja liberal que inflaron Reagan o Thatcher en los ochenta y que reventó más de 30 años después. Retrató con agudeza el desconcierto del ciudadano de hoy ante un mundo que no ofrece seguridades a las que asirse. Se refería al “precariado” como al nuevo proletariado, con la diferencia de que no tiene conciencia de clase. Figura muy respetada por los movimientos de indignados del nuevo siglo (desde el 15-M español a Occupy Wall Street), él comprendía sus motivos y se interesaba por sus experiencias, pero apuntaba sus debilidades e incongruencias, convencido como estaba de que es más fácil unir en la protesta que en la propuesta. Desconfiaba del “activismo de sofá”, ese que quiere cambiar el mundo a golpe de clic, y relativizaba el poder que se atribuye a las redes sociales, porque pensaba que el verdadero diálogo solo se produce en las interacciones con los diferentes, y no en esas “zonas de confort” donde los internautas debaten con quienes piensan igual que ellos.
Su trayectoria avalaba su autoridad intelectual. Apenas tenía 13 años cuando su familia, judía aunque no religiosa, escapó de la invasión nazi de Polonia en 1939 refugiándose en la URSS. El joven Zygmunt se alistó después en la división polaca del Ejército rojo, lo que le valió una medalla en 1945. Tras la guerra pudo volver a Varsovia, casarse con Janina Lewinson (superviviente del gueto de Varsovia, también escritora, su compañera hasta su muerte en 2009) y compatibilizar su carrera militar con los estudios universitarios, además de la militancia en el Partido Comunista.
La decepción llegó cuando se vio otra vez puesto en la diana por el antisemitismo, durante las purgas desatadas en Polonia en 1968, tras una serie de protestas estudiantiles y de colectivos de artistas contra la censura del régimen y con el trasfondo internacional de la Guerra de los Seis Días. Ese mismo año Bauman tuvo que dejar su tierra natal por segunda vez. Se instaló primero en Tel Aviv y, desde 1972, en la Universidad de Leeds (Inglaterra), de donde ya no se movió más que para explicar su pensamiento por el mundo.

Cuando llegó a Leeds, Bauman ya era una autoridad en el ámbito de la sociología. Luego se convirtió en lo más parecido a una celebridad que se puede ser en esa disciplina: fue a partir del libro Modernidad líquida, editado en 2000, el mismo año que vio nacer en Seattle al movimiento de protesta contra la globalización.
Reacio al término “posmodernidad” (porque falta perspectiva histórica para dar por terminada la modernidad), Bauman clamaba: “La nuestra es una versión privatizada de la modernidad”. Hoy la esfera pública “no tiene otra sustancia que ser el escenario donde se confiesan y exhiben las preocupaciones privadas". Y advertía contra las “comunidades perchero”, de quita y pon, declaraba “el fin de la era del compromiso mutuo”, advertía de que “ya no hay líderes sino asesores”. Y concluía: “Cuando las creencias, valores y estilos han sido privatizados (....), los sitios que se ofrecen para el rearraigo se parecen más a un hotel que a un hogar”.
Volvió a estas obsesiones en decenas de libros. En algunos de los más recientes (Estado de crisis o ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?), dirigió su mirada a los perdedores de una crisis que él no veía como un bache sino como el nuevo escenario. Y en su última obra publicada, Extraños llamando a la puerta(Paidós), observa la crisis de los refugiados desde la comprensión de la ansiedad que genera en la población y el rechazo a vallas y muros. El pensador volvía así a uno de los temas que más le han preocupado: el rechazo al otro, el miedo al diferente, que ya había tratado en sus primeros años en Varsovia en relación al antisemitismo.
Con su figura espigada, sus pelos blancos revueltos y su pipa en los labios, Bauman posaba ante el fotógrafo hace un año en las calles de Burgos con la actitud de una estrella del rock. Quizás era un pesimista, pero nunca fue un gruñón. Solo que nunca quiso escribir para agradarnos. Sino para agitarnos.
El País, 10 de enero de 2017

Zygmunt Bauman: Ideas Sólidas para un Mundo Líquido


La principal aportación de Zygmunt Bauman es muy profunda: poner el amor a los más pobres en el centro de todo el pensamiento y toda la ciencia. Ha sido uno de los más brillantes intelectuales de las últimas décadas y lo fue porque siempre pensó desde las víctimas de la Modernidad.
El comienzo del año 2017 es el final de la vida de Zygmunt Bauman, conocido como el Sociólogo del Mundo Líquido. Para él, nuestro tiempo se caracteriza por licuar las instituciones, nuestras relaciones y el sentido de lo que somos. Todo se hace líquido porque se debilitan los vínculos entre las partes y eso lo hace por un lado más flexible y fluido pero, por otra parte, más vulnerable. Para Bauman esta Modernidad Líquida era ambivalente y en cada uno de nosotros reside el poder para decantarla hacia el bien o el mal. Hay un tipo de liquidez social que liquida a la gente.
Bauman ha vivido una larga biografía, dedicada al trabajo intelectual porque creía que las ideas con capaces de mover el mundo. Vinculado inicialmente a la teoría Crítica, su experiencia de exilio como judío polaco marcó quizás su trabajo más importante. En su obra hay un libro crucial para entender su proyecto: Modernidad y Holocausto (1989).
En esa obra Bauman critica a las Ciencias Sociales en general y en especial a la Sociología porque no se ha pensado radicalmente desde los pobres y las víctimas de la Historia. Han querido imitar el paradigma de las Ciencias Físicas para hacerse con su poder. Se ha priorizado el Poder de las Ciencias Sociales antes que las Ciencias Sociales del No-poder. Al analizar la relación entre Ciencias Sociales y Holocausto, Bauman es penetrantemente crítico. ¿Por qué es tan importante mirar las Ciencias Sociales desde el Holocausto? Él lo responde en ese lbro:
“El Holocausto es un acontecimiento con el que se puede ver la condición e historia humana: “el Holocausto es una ventana, no un cuadro. Al mirar por esa ventana se vislumbran cosas que suelen ser invisibles, cosas de la mayor importancia, no sólo para los autores, las víctimas y los testigos del crimen, sino para todos los que estamos vivos hoy… Si nos negamos a asomarnos todos estaríamos en peligro” (p.X).
Lo más urgente no es qué tenemos que decir nosotros sobre el Holocausto sino ¿qué sigue diciendo el Holocausto sobre nosotros? Bauman sostuvo que el Holocausto no fue un accidente ni una catástrofe sino la consecuencia de un tipo de Modernidad. Y Bauman veía en la actual Cultura condiciones que nos podrían llevar a repetir tal desgracia.
Quizás a nuestro alrededor no veamos nada especialmente peligroso, pero hemos de tener en cuanto algo que escribió Bauman: “todos los ‘ingredientes’ del Holocausto, todas las cosas que hicieron que fuera posible, fueron normales” (p.10). “El Holocausto no resultó de un escape irracional de aquellos residuos todavía no erradicados de la barbarie premoderna. Fue un inquilino legítimo de la casa de la modernidad, un inquilino que no se habría sentido cómodo en ningún otro edificio” (p.23).
Aunque las Ciencias Sociales –Economía, Derecho, Sociología o Politología- minusvaloran o ni siquiera tienen en cuenta a la Teología, Bauman cree que aquellas pueden aprender mucho de ésta: “Cuando se compara con el trabajo realizado por los teólogos, la aportación de la sociología académica se parece más a un ejercicio colectivo de olvido y ceguera” (cita completa en p.13).
La clave de toda la propuesta de Bauman es que las Ciencias Sociales tienen que incluir la dimensión moral en el centro de su pensamiento. No están más allá del bien y del mal; nada lo está. Precisamente fue la “producción social de la indiferencia moral” lo que condujo al Holocausto. El principal logro de los nazis fue hacer irrelevante la compasión y la piedad (p.26).
Sin embargo, “expresiones como ‘la santidad de la vida humana’ o ‘los deberes morales’ suenan tan ajenas en un seminario de sociología como en los despachos asépticos y sin humo de una oficina burocrática.” (p.38).
Para Bauman las Ciencias Sociales dominantes han ignorado categorías cruciales como el mal, la santidad y las víctimas. Hay que refundar las Ciencias desde la ventana que el Holocausto o la Crucifixión abren para comprender la condición humana.
Fernando Vidal
entreParéntesis

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