La titular de la Orquesta de Cámara de Chile, única mujer que ocupa ese puesto en el país, habla de la temporada 2017, de las carencias con las que se ha encontrado en la agrupación y de cómo acercar la música clásica a nuevos públicos. También, cómo no, del lugar de las mujeres en la música. “Nunca he sentido machismo”, asegura.
En poco tiempo, el rostro de Alejandra Urrutia (Concepción, 1975) se ha hecho familiar en la esquina de avenida Irarrázaval con la calle Domingo Faustino Sarmiento. En ese lugar está el Teatro Municipal de Ñuñoa, donde la Orquesta de Cámara de Chile (OCCH) realiza sus principales conciertos, y cada mañana ella llega hasta ahí para encabezar los ensayos que realiza la agrupación, que depende directamente del Consejo de la Cultura. Es su escenario diario y, de hecho, la saludan con aire de familiaridad en la aledaña pastelería California, que en el futuro se volverá aún más cercana, porque tendrá la programación de la OCCH en sus individuales.
No siempre fue así: en julio de 2015, Alejandra Urrutia fue designada como la primera mujer en asumir la dirección titular de la Orquesta de Cámara, pero hasta fines del año pasado todavía tenía que dividir su vida entre Santiago y Santa Fe (Argentina), donde fue titular de la Orquesta Sinfónica Provincial durante los últimos tres años. Ahora, en cambio, sus energías están concentradas en la temporada que se inauguró el pasado 8 de marzo. Ese día, con la Presidenta Michelle Bachelet entre el público, la OCCH inició un año que tendrá énfasis en “el talento chileno”, dice Alejandra Urrutia, sentada en una de las mesas del café.
“Hemos invitado a muchos solistas chilenos jóvenes que están estudiando en el extranjero y que vienen de paso, entonces la idea era encontrarlos para colaborar juntos. Además, haremos énfasis en la composición. Este año logramos invitar a tres compositores chilenos -Valeria Valle, René Silva y Javier Farías- para que escriban específicamente para la Orquesta de Cámara, con la idea de que estas obras queden como parte del repertorio y podamos no solo estrenarlas”, explica la directora, formada como violinista y con estudios en Estados Unidos.
La temporada también contempla una actividad de tintes maratónicos: el jueves 16 y viernes 17 de noviembre se hará el Festival Beethoven, en que el ex Teatro California permanecerá abierto durante 24 horas para recibir música del compositor alemán: “La Orquesta va a comenzar el jueves, en su horario normal, con el Septimino, el opus 20, y la Sinfonía N° 1, que es opus 21. El segundo programa va a ocurrir a la misma hora del día siguiente y ahí vamos a hacer la Novena con el Ensamble Libre, un coro que dirige Paula Elgueta, y con cuatro solistas que ella está eligiendo. La idea es que entre estos dos conciertos, el teatro va a estar libre para músicos de distintos lugares que vengan a compartir”, adelanta la conductora, que el año pasado ya tuvo una experiencia similar en Santa Fe, aunque dedicada a Mozart.
¿Se podrá tocar lo que los músicos quieran?
“Lo que sea, pero vamos a hacer una pequeña selección, porque obviamente depende de la convocatoria. Puede que se presente mucha gente o puede que no, pero ya tengo inscrita a personas de la orquesta y todavía no hacemos la convocatoria abierta. Yo también voy a tocar violín. A mí me gusta lo que va pasando, empiezas a trabajar de otra manera con tus colegas. El año pasado hice algo similar en Argentina con Mozart y fue todo un éxito, pero más que nada me gusta por esta cosa de innovar, de crear nuevos públicos, porque seguro que la persona que venga a las tres de la mañana no es una persona que acostumbre venir a las ocho de la noche”.
Elgar, Elegía para Cuerdas , op. 58
Cuando asumió, Alejandra Urrutia llegó a una orquesta que había dejado de hacer noticia por sus conciertos. El puesto estaba vacante porque Juan Pablo Izquierdo había renunciado, en medio de críticas a la entonces ministra Claudia Barattini y luego que algunos músicos denunciaran malos tratos. ¿Hay menos tensión ahora? Alejandra Urrutia vacila unos segundos, pero luego dice imaginar que sí.
“Yo siento mucha tranquilidad en todos mis ensayos y me encantaría pensar que ellos también. Muy rara vez hay situaciones de tensión y muchas veces no tienen que ver con lo musical. Por ejemplo, porque un bus se echa a perder en el viaje y quieren hablar sobre el tema. Al director le toca estar ahí, en la realidad de lo que significa ser titular de una orquesta. Ahí te das cuenta de todas las cosas que tienes que pensar. Yo estoy haciendo el ejercicio de delegar ahora, pero es parte de lo que significa una orquesta, con todas sus cositas, incluso las condiciones del lugar de ensayo: que no haga frío, que no haga calor, que los baños estén limpios. Tú pensarías que yo no me preocupo de eso, pero lo hago, por lo menos ahora que llevo poco acá. Después la cuestión ya se mueve sola”.
Artísticamente, ¿ha crecido la orquesta?
Sí, siento que nos estamos acostumbrando a tocar juntos. Hay cosas técnicas y específicas que todavía podemos trabajar, desde la afinación hasta el ensamble, el ritmo. A veces tengo que trabajar bien en blanco y negro, algo súper básico, pero si no lo haces es como estar en las tinieblas. A mí me gusta ese trabajo. Pretendo hacer ensayos de fila todo el año.
¿Eso es común en una orquesta?
No tanto en una orquesta profesional, pero creo que los músicos sienten que es necesario. En el fondo, yo no tengo que preguntarle a nadie si quieren hacer ensayos, siento que es necesario y lo decido. No quiero decir estas cosas, pero la orquesta tiene carencias básicas que resolver. Si yo no las resuelvo, la orquesta no progresa. Mi misión es hacer tocar mejor a la orquesta y si a ellos les ayuda que yo ande con mi violín para tocar con ellos, lo hago, porque lo único que quiero es que suenen mejor.
¿Es algo incómodo para los músicos?
Puede ser, pero es que yo no debería estar cifrándole los ritmos a un músico profesional. Más de alguien puede pensar “pucha, si no somos orquesta juvenil”, pero yo me acuerdo que cuando recién nos estábamos conociendo, en un momento le pedí el violín al concertino para mostrar lo que quería y pregunté si no les molestaba que lo hiciera. “Nooo, ¡por favor!”, me dijeron, entonces hubo como un permiso de ellos también. Depende de cómo lo plantees: si agarras el violín y los tratas mal, claro que se van a ofender, pero yo estoy trabajando desde un espacio en que ellos se sienten cómodos.
Violeta después de Vivir un Siglo (multicámara)
La OCCH es la única orquesta chilena que depende directamente del Estado, ¿qué ventajas y desventajas tiene eso?
¡Uf! La ventaja es que tienes un trabajo asegurado. Todos los músicos estamos contratados, tenemos una estabilidad laboral. La gran desventaja es la burocracia administrativa. El año pasado sobrevivimos, pero son procesos muy lentos. Por ejemplo, el año pasado necesitaba arrendar una partitura y fue imposible, así que tuvimos que cambiar algunas obras. Este año ya se está resolviendo, pero esas son incomodidades de trabajar con el Estado.
¿Y en cuanto al presupuesto?
Bueno, es bien pequeño, aunque en estos dos años ha crecido, por las giras que hemos hecho. En todo caso, yo no me quejo, porque si hay algún solista o director invitado al que hay que pagarle un poco más, porque vale la pena que venga, siempre he encontrado buena voluntad. Este año traigo a un director que fue mi profesor, Kenneth Kiesler, y le estamos pagando un poquito más, pero tampoco es tanto. Cuando le mandé el presupuesto, ¡el mánager me quedó mirando de una forma! A él le pagan diez mil dólares por concierto y nosotros no le pagamos ni seis mil por los cuatro conciertos. No hay comparación, pero me dijo que no me preocupara, porque él quiere venir.
¿Está cansada ya de que le pregunten por el tema de las mujeres en la música?
(Alejandra Urrutia ve venir la pregunta y termina soltando unas cuantas carcajadas).
Yo creo que sí, porque se repite en cada entrevista.
Bueno…
¿Cómo es su relación con ese tema? Es repetitivo, pero por otro lado, quizás siente que es algo que debe hacer.
De todas maneras. A ver, a mí me encantaría no ser la única mujer directora en nuestro país; directora de orquesta profesional, porque hay muchas colegas que dirigen orquestas juveniles. Para mí, el tema no tiene nada que ver con el género. Lo importante es que te sepas tu música y que seas clarito para enfrentar a la orquesta, seas hombre o mujer. Lo esencial es relacionarse con el músico desde la música, es el lenguaje común, las otras palabras solo crean confusión. Hay una cosa de egos también, pero yo trato de que mi ego quede en la casa cuando salgo al ensayo y ponerme en función de lo que siento que es mejor.
Pero hay algo que es evidente: durante el año, la mayoría de las orquestas chilenas son dirigidas por hombres. ¿Por qué pasa eso? ¿No hay directoras, no se atreven a programarlas?
Es que pasa lo mismo con los hombres. Lo difícil de esta profesión es darte a conocer y también hay un poco de suerte en eso. Yo he tenido la gran fortuna de tener buena formación y eso es un peso como músico, como violinista, como directora. Yo no estoy mintiendo, no soy chanta, por decirlo así. Luego ya estaba dirigiendo, pero ¿cómo me iban a invitar si nadie me conocía? Ese es el paso más difícil. Yo empecé a dirigir con la Orquesta Bicentenario de Curanilahue, que llegó a tocar muy bien, y tuve suerte porque terminé allá y me gané el puesto en Santa Fe, entonces de inmediato me fui a una orquesta profesional, cuando ya estaba comenzando a dirigir también como invitada. ¿Cómo lograr que te den esa primera oportunidad?
Mira, yo me acuerdo que ya trabajaba con Angélica (su representante), tenía un concierto en la Usach y cuando íbamos pasando por afuera del CEAC (de la U. de Chile, el teatro de la Orquesta Sinfónica), le dije: “Ahí quiero dirigir el próximo año”. Ella me dijo “ya, yo te lo consigo”. Yo me morí de la risa, no le creí, pero ella se consiguió el número de Ernesto Ottone (actual ministro de Cultura, ex director del CEAC) y lo invitó a mi concierto en la Usach. Yo no sé si fue alguien de la Sinfónica finalmente, pero al mes me llegó la invitación para hacer conciertos de itinerancia y así empezó mi relación con ellos. Ahora, si lo hago directamente, no me pescan, tienes que tener a otra persona que lo haga por ti.
No le gusta entonces darle tanta relevancia al tema del género.
Es que nunca ha sido tema. Ocasionalmente, cuando pasan cosas con la orquesta, en la interna, yo he pensado: “si yo fuera Juan Pablo Izquierdo, capaz que no me hubiesen dicho eso”, pero realmente no lo sé. Más que yo sea mujer, creo que es el hecho de ser joven. Esto no es un maravilloso mundo de flores, hay muchas cosas que pasan en la orquesta y tú tienes que ser firme, perseverar, tener claro por qué estás aquí. Los egos son muchos y cuando se juntan… yo creo que por eso en un momento Juan Pablo Izquierdo se puso duro. Me puedo imaginar esas situaciones: “hace seis años que te estoy diciendo que toquís afinado poh, ¿cuándo vai a reaccionar?” Ahí empiezan esos roces.
Más allá de esta orquesta en particular, ¿ha sentido machismo en su trabajo?
Yo no lo he sentido. No sé si porque soy media gansa, media naif. Tampoco soy enrollada ni peleadora, no es mi naturaleza. No sé si la gente habla, si los músicos hablan. No me importa, ni aquí ni en ninguna parte. Nunca he sentido una situación en que me hagan sentir algo así como “por ser mujer te pasan estas cosas”.
Cambiemos de tema. Usted nació en Concepción y ha trabajado con la Sinfónica de la Universidad de Concepción, ¿cómo ha visto la crisis que existe en este momento?
Lamentablemente, uno está enterada por las redes sociales. Me encantaría saber qué pasa realmente, porque todo viene desde el lado de los músicos. ¿Por qué la administración no dice lo que está pasando? Si se están quedando sin plata, bueno, díganlo, para que uno no esté sacando conclusiones. No hay claridad. Yo no tengo idea qué significa esa reestructuración de la que hablan. Para mí, es una respuesta fácil. Tiene que estar pasando algo muy feo para que no lo digan y es lamentable, porque creo que es la orquesta más importante de regiones. Cuando estaba Julian Kuerti, estaba muy bien. ¿Qué pasó? No sé, me da una pena tremenda.
Le planteo otro asunto. Para muchas personas, la música clásica se ve como algo lejano y de elite, a pesar de que hay muchos conciertos que son gratuitos -como los que hace la OCCH- o con precios bajos. ¿Cuál es su visión?
Tiene que ver con una cosa del sistema. En estos tiempos, los intereses de la gente son realmente lamentables. Nosotros hacemos todos los conciertos gratuitos, nadie podría decir que somos una orquesta de elite, porque no lo somos. En otras partes se están haciendo esfuerzos también. Ahora, tal vez necesitamos una nueva manera de plantear los conciertos. Por ejemplo, como lo vamos a hacer con el Festival Beethoven, porque hay una creencia de que ir a un concierto es una lata infinita, que si no tienes ninguna relación con la música clásica, vas a ir a dormir. Es responsabilidad nuestra encontrar nuevas maneras para que la gente piense distinto y eso requiere salirse de la estructura.
Hay muchas formalidades, ¿no?
A eso me refiero, a esta cosa estructurada de que a un concierto tienes que ir bonito. Eso ya no existe, pero en mi época sí. No podías ir en jeans. Podías, pero era raro, te miraban. Son cosas que uno tiene que ir transformando. Por ejemplo, hay mucho público al que le gusta cuando les hablas en los conciertos. Cuando yo llegué a Santa Fe, creo que a lo más iban 300 personas a una sala que era para 800; y cuando me fui, estaba lleno y repetíamos el concierto dos veces. Y no es que yo sea una experta. ¿Qué es? Puede ser el carisma del director, yo era cercana. Terminaba el concierto y me quedaba para que la gente se me acercara, no era esta cuestión en que el director desaparece. A veces es tan simple, solo con un gestito enganchas a la gente. Eso lo aprendí cuando trabajé con Los Jaivas: el Claudio Parra y otro miembro siempre se quedaban a saludar a la gente. Si es tu público, tienes que sentirlo como tal, no es algo artificial.
De Las Condes a Machalí
El próximo programa que presentará la Orquesta de Cámara de Chile tendrá como invitado al clavenicista chileno Edgardo Campos y contará con el estreno mundial de Undertow, obra del compositor danés Lars Graugaard, escrita especialmente para la agrupación. También se tocarán la Sinfonía n. 1 en Re mayor, H. 663 Wq. 183, de P.E. Bach; el Concierto para clavecín y cuerdas, de Wilfred Junge; y el Concierto para clavecín en Re mayor, de Manuel de Falla.
Miércoles 29 marzo – 20 hrs.
Parroquia La Transfiguración del Señor, Pasaje Apoquindo 7228, Las Condes.
Jueves 30 marzo – 19 hrs.
Parroquia del Niño Jesús de Praga, General Borgoño 1047, Independencia.
Viernes 31 marzo – 19.45 hrs.
Teatro Municipal de Ñuñoa, Irarrázaval 1564, Ñuñoa.
Sábado 1 de abril – 18.30 hrs.
Polideportivo Guillermo Chacón en Av. Estadio s/n en Machalí en la Sexta Región.
Radio Universidad de Chile
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