Rodrigo Cruz para The New York Times
Entrevistamos a Patti Smith el 31 de agosto y justo antes de publicar sucedió el terremoto del 19 de septiembre. En esa ocasión, la cantante, poeta, periodista y activista se alojaba en el centro histórico de Ciudad de México, rodeada de antiguos palacios y calles llenas de historia colonial, pero su mente estaba atravesaba por el dolor que le causaba la situación política de Estados Unidos.
Smith había llegado a la capital mexicana para participar en el proyecto de arte público Sonora 128 con las Sesiones del Café La Habana, un conjunto de obras y actividades de performance organizadas en la ciudad. En un mundo en el que la mayoría prefiere chatear porque el acto de llamar es demasiado personal o anacrónico, aquellos que querían escuchar la voz de Patti Smith simplemente tenían que marcar un número telefónico de Ciudad de México y, entonces, sucedía el milagro: “Me desperté al grito/ de que la gente tiene el poder/ de redimir el trabajo de los necios”, recitaba su voz cálida y firme del otro lado de la línea. Luego, con la lentitud de un mantra, decía: “La gente tiene el poder”.
Esas palabras resonaban en nosotros cada vez que veíamos la enorme valla publicitaria que invitaba a llamar en una esquina de barrio Roma, a escasos metros de las ruinas del edificio colapsado en la avenida Álvaro Obregón. “Unidos/ podemos cambiar al mundo”, decían algunos de los versos de la poeta recogidos en la valla, una premonición de la energía colectiva que se vería en esas calles después del terremoto.
Hoy, cuando Smith cumple 71 años, publicamos aquella entrevista editada y condensada. “La madrina del punk” o la “reina del punk” son algunos de los títulos que los fanáticos y la crítica le han adjudicado a Smith. Sin embargo, con el paso del tiempo, su voz ocupa un sitio destacado para entender el pensamiento crítico estadounidense. Sin proponérselo, tal vez, la chica que conmocionó al mundo del punk en 1975 con Horses ha terminado convertida en una de las personas más sabias de su tribu.
Durante tu larga carrera has sido una rockera punk, una poeta y una activista, por lo que tienes una buena perspectiva de los cambios que han sucedido en las últimas décadas ¿Cuál ha sido la clave para seguir activa e involucrada con tantos proyectos?
Bueno, tengo 70 años y debo decir que creo que estos son los peores tiempos que he visto. El colapso de nuestra infraestructura, de nuestro medioambiente, la pérdida de especies, tener a una persona no apta como presidente de Estados Unidos, y todas las repercusiones que eso ha causado. He visto todo lo que ha pasado en el mundo y mucho es ambiental, siento que la gente está muy asustada, hasta mis hijos se preguntan qué va a pasar.
Bueno, tengo 70 años y debo decir que creo que estos son los peores tiempos que he visto. El colapso de nuestra infraestructura, de nuestro medioambiente, la pérdida de especies, tener a una persona no apta como presidente de Estados Unidos, y todas las repercusiones que eso ha causado. He visto todo lo que ha pasado en el mundo y mucho es ambiental, siento que la gente está muy asustada, hasta mis hijos se preguntan qué va a pasar.
¿Qué le dices a tus hijos cuando se preocupan por todo lo que está pasando en su país?
Hace poco estaba en la casa de un amigo en Irlanda, con sus hijos en la mesa, y ellos le preguntaron: ‘¿Papá, Corea va a lanzar una bomba? ¿Habrá una guerra, una guerra nuclear?’. Y yo que me quedé sorprendida al escuchar a esos niños de 14 años tan asustados por eso. Pero soy empática y hago mi trabajo, por eso le digo a mis hijos: ‘Hagan su trabajo, sean buenas personas’. Tal vez parezca muy simplista, pero si cada ser humano fuera tan bueno como pudiera y pensáramos en eso como un virus positivo, pues la verdad es que la bondad genera bondad. Y es una visión muy simple pero se puede magnificar porque no solo son actos de amor, son actos de caridad y también actos de conciencia.
¿Qué sentiste cuando te enteraste de que Trump era el nuevo presidente de Estados Unidos?
Yo amo la vida y admito que me deprimí al ver a esa persona como nuestro presidente. Ni siquiera puedo decir su nombre, pero durante un tiempo esa idea me obsesionó. Y ahora creo que solo puedo continuar con mi trabajo y hacerlo lo mejor que pueda. No puedo permitir que esas personas se infiltren en mi conciencia, hasta el punto en que no pueda trabajar, ser una buena madre para mis hijos, ser una buena amiga de mis amigos, y así sucesivamente. Todos nosotros estamos acá para los demás, aconsejándonos. Tenemos que darnos ánimo mutuamente porque todos sentimos la vergüenza, la humillación y el enojo de tener a esa persona que nos representa y que le hace estas cosas tan espantosas a los inmigrantes, a nuestro medioambiente. Pero no podemos dejar que nadie nos arrebate nuestro derecho a tener una buena vida, hacer nuestro trabajo y experimentar la alegría.
Estuviste en la ceremonia del Nobel concedido a Bob Dylan que causó una gran controversia este año ¿Qué opinas sobre las críticas que lo ubican como un cantante y no valoran su obra como poeta?
Bueno, hablé con la gente del Nobel y me parece que en el espíritu con el que se lo dieron estuvo justificado. Durante toda mi vida, Bob Dylan ha hecho un trabajo que realmente le ha llegado a varias generaciones y, ya sea que te guste o no, su obra nos ha transformado. Cuando tenía 15 años escuchaba sus canciones sobre la destrucción del medioambiente, las canciones en contra de la guerra, las de los derechos civiles, y ha sido muy aleccionador.
Además, sus canciones tienen un elemento poético que no habíamos visto, es una combinación de performance, rock and roll y poesía de tan alto nivel… y, bueno, sin mencionar que se veía muy bien. Pero me parece que él ha sido muy transformador a nivel cultural y le dieron el Nobel por su efecto en la cultura, y creo que eso es innegable.
Al igual que pasa con Dylan nos parece interesante que, como artista, no te gustan las etiquetas porque tanto la literatura como la música siempre están evolucionando. La idea misma del punk, que estuvo en el epicentro de un movimiento vanguardista, está cambiando: ya es una corriente aceptada por la academia y ha habido exposiciones sobre su estética en el Museo de Londres. Nos preguntábamos qué opinas al respecto.
Creo que por ese motivo es que se tienen que crear continuamente nuevos movimientos que salgan de los márgenes de la sociedad. Son disidentes, se les minimiza o se les teme. Así pasó con el rock and roll, con el jazz, el expresionismo abstracto, el impresionismo, mira, el mismo Mozart era como un rockero punk. Muchas personas con ideas que se salían de la norma social de algún modo fueron aceptadas por las generaciones posteriores y luego se volvieron parte de la cultura.
Para mí el punk rock es libertad, eso es todo. No se trata de que tengas que tocar como The Ramones, que tengas que verte de algún modo o que tengas que usar un aro que te atraviese la nariz. Hablamos de libertad y me da igual cómo lo llame la gente. Como dijiste, no me gusta que me etiqueten. Yo solo hago mi trabajo. Me han dicho de tantas formas y he vivido tanto. Antes me decían la ‘princesa de los orines’, después fui la ‘reina del punk’, luego ‘la madrina del punk’ y ahora soy ‘la abuela del punk’. Quizá muy pronto sea ‘el dinosaurio del punk’.
Rodrigo Cruz para The New York Times
Tal vez en el futuro te conozcan como la sacerdotisa mayor del punk.
Sí, me han llamado de muchas formas y sigo siendo la misma persona. Con un apellido tan común como Smith y me ponen tantas etiquetas. Pero creo que cada generación tiene que transformar y traducir elementos por sí misma, sin importar cómo se le llame o cuán elaborado sea. No importa si yo me relaciono con eso, lo que importa es que cada generación se tome el tiempo de filtrar, destilar y sintetizar todas las cosas que pasan.
¿Cómo ves el auge de toda la tecnología que nos rodea actualmente?
Ahora estamos viviendo tiempos que son totalmente iconoclastas, con toda esta tecnología que no existía. Cuando yo tenía 50 años, nada de esto existía. Por eso las nuevas generaciones tienen un mundo totalmente distinto que descifrar y deconstruir para poder reinventarlo como yo nunca me imaginé. Me parece que hay varios roles que se tienen que romper y si la academia quiere aceptar al punk está bien, porque yo muchas veces he aceptado ideas académicas.
Sabemos de tu profunda fascinación por la obra de Roberto Bolaño, nos gustaría que contaras cuándo lo leíste por primera vez y cuál fue tu experiencia.
Mi introducción a Bolaño fue 2666. Había escuchado de él y todos me decían “tienes que leer Los detectives salvajes”, así que fui a la tienda y estaban todos sus libros, pero cuando vi 2666 supe que era para mí. Creo que es la primera obra maestra del siglo XXI. Escribió esa maravilla y después se murió. Nos legó eso y todavía me rompe el corazón, una de las cosas que más lamento en la vida es que no lo descubrí antes porque era más joven que yo. Pude haber ido a buscarlo y decirle: ‘Gracias, Roberto’. Sin embargo, lo hago todos los días.
¿Qué otros libros frecuentas en este momento de tu vida?
A estas alturas de mi vida pienso mucho en mi trabajo, y es por eso que 2666 fue el libro perfecto para mí, porque es una obra de arte y he aprendido de ella. La he leído unas cinco veces, de hecho me leí la parte de los críticos justo antes de venir a México, y cuando regrese a casa lo seguiré leyendo. Moby Dick fue mi libro favorito durante muchos años, el que me enseñó mucho sobre la estructura y las posibilidades de la literatura. Diría que el otro libro importante en mi vida es El juego de los abalorios de Hermann Hesse, que vuelve a crear este mundo, un universo expansivo del que aprendí tanto.
Mucha gente te ve como un icono del feminismo y, aunque nunca has dicho que crees en las filosofías de nadie, ¿te sientes responsable de que tu obra inspire a las mujeres que buscan reivindicar sus derechos?
Siento que mi responsabilidad es hacer lo que siempre he hecho. Hacer mi trabajo como siento que necesito hacerlo, sin restricciones y sin limitarme a la idea del género. Nunca me he limitado al género y creo que todo lo que puedo hacer es ponerlo en práctica. Nunca me he limitado a un movimiento político y pienso que lo más importante para las mujeres es que se reafirmen. Desde ese punto de vista me parece que el feminismo es una gran forma de hacerlo, es un lugar de identificación para las mujeres que, ahora más que nunca, lo necesitan
Sin embargo, las mujeres somos fuertes y creo que al empoderarnos no solo podremos luchar por nuestro género, sino por todos. Soy madre: tengo un hijo y una hija y los derechos de ambos son importantes para mí, sus preocupaciones me importan. Así que creo que si yo pensara en términos feministas, pensaría en mí como madre. Soy una madre trabajadora y todo lo que hago pasa por mi maternidad. Eso quiere decir que soy madre de todos los niños de todos los géneros y así es como hago mi trabajo.
Rodrigo Cruz para The New York Times
Las mujeres somos fuertes y creo que al empoderarnos no solo podremos luchar por nuestro género, sino por todos.
Si la humanidad sigue con la vejación y el saqueo al medioambiente, vamos a ver desastres como nunca nos imaginamos.
¿Qué le dirías a las mujeres que te ven como un ejemplo en este momento histórico tan conflictivo?
Estos tiempos son turbulentos y si las mujeres pensábamos que íbamos hacia una posición social más fuerte y mejor, mira dónde estamos y a quién tenemos como presidente de Estados Unidos. Se trata de un hombre que de forma pública y continuamente menosprecia y degrada a las mujeres. Así que tenemos que alzar la voz.
De nuevo, recuerdo el genio de Roberto Bolaño. Si ves 2666, ¿de qué trata? Parte del libro se centra en lo que se le ha hecho a las mujeres, el daño hacia ellas y —es una gran metáfora— de lo que le hemos hecho a nuestra Madre Tierra. Si la humanidad sigue con la vejación y el saqueo al medioambiente, vamos a ver desastres como nunca nos imaginamos. Porque si la ira de una mujer es enorme, la ira de la Madre Tierra es mucho más grande.
New York Times
Patti Smith - A Hard Rain's A-Gonna Fall (ceremonia Nobel 2016)
Patti Smith cantando emocionada “A Hard Rain's A-Gonna Fall”, de Dylan, hoy durante la ceremonia del Nobel 2016.
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