Con las palmas de las manos frente al sol, miles de bolivianos recibieron al mismo tiempo que la llegada del invierno austral, la del Año Nuevo Andino; un festejo que el año pasado estuvo truncado por la pandemia.
Como es tradición, la ceremonia principal se realizó en el complejo arqueológico de Tiwanaku, a 75 km de La Paz, donde estuvo el presidente Luis Arce junto a algunos ministros.
"Venimos a Tiwanaku con mucha humildad, con mucho respeto a nuestros achachilas [antepasados], con mucho respeto para pedirle este Año Nuevo Andino Amazónico mucha salud para el pueblo boliviano", dijo el mandatario en la ceremonia.
Durante el ritual, que se replicó en más de 200 sitios sagrados del país, se entregaron ofrendas al Tata Inti, el Dios Sol, y a la Pachamama, o Madre Tierra.
Las ofrendas, denominadas "mesas", contienen figuras de azúcar, incienso, pétalos, nueces, cebo de llama y tierra de hormigas, además de hojas de coca. Las más costosas incluyen el "sullu", un feto de llama que se incinera junto al resto de las donaciones.
También celebrado en zonas andinas de Perú, Chile y Argentina, el año nuevo simboliza el nuevo ciclo agrícola. Por eso se celebra cada 21 de junio, primer día del invierno austral.
Heredera de una tradición milenaria, la celebración actual nació a principios de la década de 1980, cuando florecieron movimientos de reivindicación de las identidades indígenas.
Según el calendario andino, el solsticio dio comienzo al año 5529. Este conteo, también vigente desde los años 80, considera que transcurrieron cinco ciclos de mil años hasta el desembarco de Cristóbal Colón en América, en 1492, o año 5000.
En 2005, el entonces presidente Carlos Mesa declaró la festividad andina Patrimonio Intangible, Histórico y Cultural de Bolivia, y en 2009 el Gobierno de Evo Morales la transformó en feriado nacional.
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