Hay dos modos fundamentales de mirar la propia vejez: aceptarla o rechazarla. Por supuesto, existen estados intermedios, como resignarse, seguir adelante a pesar de todo, sobrevivir, etc.
Cada persona anciana tiene su modo personal de transitar el último tramo de su vida.No faltan los que la toman con humor. Alguien comentaba:"Estamos envejeciendo cuando hacemos desaparecer las arrugas que el espejo nos muestra con sólo quitarnos las gafas".
Otro: "Es cosa buena tener veinte años en un rincón del corazón, pero es muy lamentable que, simultáneamente, se tengan ochenta en el resto del organismo".
Un tercero: "Cada vez que me encuentro con alguno de mi generación pienso si él me verá tan decrépito como yo a él".
Y un cuarto: "Según sea el miembro de mi familia que me juzgue, o soy un anciano venerable o soy un viejo insoportable".
A una viejita que había superado los 100 le preguntaron si tenía alguna preocupación especial. Como si tal cosa, ella respondió: "Ahora no, sobre todo desde que logré que todos mis hijos fueran internados en el geriátrico"...
Hubo una encuesta entre personas que habían superado los 80. La pregunta era precisa: ¿A qué debe su longevidad? Cada viejito dio su explicación: comer solamente lo necesario, moderarse en el consumo de alcohol, no fumar, evitar comidas complicadas o con mucha grasa, tener una vida ordenada y cosas parecidas. Un abuelo que superaba los 90 escuchaba atentamente sin pronunciar palabra. Invitado a responder, hizo una breve pausa, como para pensar. "¿A qué se debe mi longevidad?Supongo a que... no me morí antes".
Cicerón sugería: "Esfuérzate para llegar a viejo con tiempo, si deseas ser viejo durante mucho tiempo".
A propósito, viene bien reproducir lo que escribiera el Dr. G. Aráoz Alfaro: "Para los que vayan aproximándose a los cincuenta años, les doy esta receta, en parte personal: 'No querer envejecer, no dejar envejecer el espíritu'.
En efecto, envejecer realmente es aceptar que todo se ha concluido, que la partida está jugada, que la escena pertenece enteramente a los demás. La ancianidad temible, la verdadera 'senectud'lamentablemente no es la de los años que se acumulan. Es, sobre todo, la del envejecimiento del alma".
La Opinión, Rafaela, Argentina
Cada persona anciana tiene su modo personal de transitar el último tramo de su vida.No faltan los que la toman con humor. Alguien comentaba:"Estamos envejeciendo cuando hacemos desaparecer las arrugas que el espejo nos muestra con sólo quitarnos las gafas".
Otro: "Es cosa buena tener veinte años en un rincón del corazón, pero es muy lamentable que, simultáneamente, se tengan ochenta en el resto del organismo".
Un tercero: "Cada vez que me encuentro con alguno de mi generación pienso si él me verá tan decrépito como yo a él".
Y un cuarto: "Según sea el miembro de mi familia que me juzgue, o soy un anciano venerable o soy un viejo insoportable".
A una viejita que había superado los 100 le preguntaron si tenía alguna preocupación especial. Como si tal cosa, ella respondió: "Ahora no, sobre todo desde que logré que todos mis hijos fueran internados en el geriátrico"...
Hubo una encuesta entre personas que habían superado los 80. La pregunta era precisa: ¿A qué debe su longevidad? Cada viejito dio su explicación: comer solamente lo necesario, moderarse en el consumo de alcohol, no fumar, evitar comidas complicadas o con mucha grasa, tener una vida ordenada y cosas parecidas. Un abuelo que superaba los 90 escuchaba atentamente sin pronunciar palabra. Invitado a responder, hizo una breve pausa, como para pensar. "¿A qué se debe mi longevidad?Supongo a que... no me morí antes".
Cicerón sugería: "Esfuérzate para llegar a viejo con tiempo, si deseas ser viejo durante mucho tiempo".
A propósito, viene bien reproducir lo que escribiera el Dr. G. Aráoz Alfaro: "Para los que vayan aproximándose a los cincuenta años, les doy esta receta, en parte personal: 'No querer envejecer, no dejar envejecer el espíritu'.
En efecto, envejecer realmente es aceptar que todo se ha concluido, que la partida está jugada, que la escena pertenece enteramente a los demás. La ancianidad temible, la verdadera 'senectud'lamentablemente no es la de los años que se acumulan. Es, sobre todo, la del envejecimiento del alma".
La Opinión, Rafaela, Argentina
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