Ida Díaz (76) trabajó en el IPS y fue profesora. Hoy pelea por muchos que no pueden hacerlo. Desde hace un año conformó el grupo Acción por los Derechos del Adulto Mayor (ADAM). Un gran ejemplo.
No en balde este fin de año nota bajoneada a esta "heroína anónima". "Tengo tanta desilusión", confiesa. "Los adultos mayores estamos tan desprotegidos en este país", se queja.
Su principal logro se dio hace cinco años, cuando junto con sus compañeros consiguieron la aprobación de una ley que establece que ningún jubilado del IPS puede cobrar menos de 300.000 guaraníes.
Eran un total de 5.000 los que cobraban menos de este monto. Pero desde entonces, cada año están en vilo, porque no se trata de un beneficio permanente. Se ven en la obligación de volver a realizar lobby en el Parlamento para que este artículo vuelva a ser incorporado al presupuesto del año siguiente. Por lo menos, para el 2008, lo tienen asegurado.
Pero, infatigable, doña Ida sigue en su lucha. Diariamente, toma el colectivo desde su casa en el barrio Las Mercedes para ir hasta el centro. Allí va al Parlamento, desde donde camina más de 20 cuadras, hasta la Defensoría del Pueblo, luego al Palacio de Justicia, donde busca respuesta a requerimientos de otros ancianos con menores posibilidades. Ahora, por ejemplo, le preocupa el caso de la señora Ramona viuda de Garay, quien no puede cobrar su pensión porque le borraron del registro suponiendo que había fallecido.
La afectada, postrada en cama, no puede hacer las gestiones. Por eso, Ida se ofreció a ayudarla. Desde hace dos meses, al menos una vez por semana acude al Ministerio de Hacienda para pedir que actualicen este dato. Hasta ahora no lo ha conseguido.
VOLUNTARIADO
Los jueves trabaja como voluntaria en el Hogar de la Cruz Roja. También suele visitar algunos asilos de ancianos. "Mi rutina, nadie cree. El médico me pidió que baje la actividad", comparte. Pero Ida no tiene el menor interés en hacerle caso.
Hace un año conformó el grupo de Acción por los Derechos del Adulto Mayor (ADAM), que promueve la aprobación de leyes de protección social. En Paraguay, existen 445.000 personas mayores de 60 años, de las cuales el 85% no tiene acceso a ninguna jubilación.
"Es una cifra que a mí me asusta. Viven en la pobreza absoluta, tenemos que comenzar a pensar un poco en los adultos mayores", pide.
VIDA PLENA
Ida se jubiló hace 16 años, luego de trabajar durante 25 años en oficinas administrativas del IPS. También fue durante 17 años profesora del Colegio Nacional de Niñas.
Años atrás ejerció la presidencia de otra asociación de adultos mayores. Pero el grupo era sólo para organizar fiestas, coronación de reinas, desfiles, cenas y excursiones. "Eso no encajaba conmigo".
Una duda la torturaba: "¿Y qué pasa con los que no tienen plata?".
Así empezó su acción en pos de otros compañeros. Recuerda con dolor, una anécdota en el asilo sobre la calle Venezuela.
Hablando con una ancianita allí internada, de súbito le interpela: ¿Te puedo pedir algo?. "Yo me asusté, pensé en todo lo que me podía pedir". Pero lo que pasó a continuación, le heló la sangre. La viejita la miró a los ojos y le rogó: "Dame un abrazo". Esa lacerante prueba de carencia de cariño quedó como una cicatriz en su memoria y es a la vez una de las razones por las que cada día renueve la fe en su propósito de vida.
Fuente: Ultima Hora de Asunción
No en balde este fin de año nota bajoneada a esta "heroína anónima". "Tengo tanta desilusión", confiesa. "Los adultos mayores estamos tan desprotegidos en este país", se queja.
Su principal logro se dio hace cinco años, cuando junto con sus compañeros consiguieron la aprobación de una ley que establece que ningún jubilado del IPS puede cobrar menos de 300.000 guaraníes.
Eran un total de 5.000 los que cobraban menos de este monto. Pero desde entonces, cada año están en vilo, porque no se trata de un beneficio permanente. Se ven en la obligación de volver a realizar lobby en el Parlamento para que este artículo vuelva a ser incorporado al presupuesto del año siguiente. Por lo menos, para el 2008, lo tienen asegurado.
Pero, infatigable, doña Ida sigue en su lucha. Diariamente, toma el colectivo desde su casa en el barrio Las Mercedes para ir hasta el centro. Allí va al Parlamento, desde donde camina más de 20 cuadras, hasta la Defensoría del Pueblo, luego al Palacio de Justicia, donde busca respuesta a requerimientos de otros ancianos con menores posibilidades. Ahora, por ejemplo, le preocupa el caso de la señora Ramona viuda de Garay, quien no puede cobrar su pensión porque le borraron del registro suponiendo que había fallecido.
La afectada, postrada en cama, no puede hacer las gestiones. Por eso, Ida se ofreció a ayudarla. Desde hace dos meses, al menos una vez por semana acude al Ministerio de Hacienda para pedir que actualicen este dato. Hasta ahora no lo ha conseguido.
VOLUNTARIADO
Los jueves trabaja como voluntaria en el Hogar de la Cruz Roja. También suele visitar algunos asilos de ancianos. "Mi rutina, nadie cree. El médico me pidió que baje la actividad", comparte. Pero Ida no tiene el menor interés en hacerle caso.
Hace un año conformó el grupo de Acción por los Derechos del Adulto Mayor (ADAM), que promueve la aprobación de leyes de protección social. En Paraguay, existen 445.000 personas mayores de 60 años, de las cuales el 85% no tiene acceso a ninguna jubilación.
"Es una cifra que a mí me asusta. Viven en la pobreza absoluta, tenemos que comenzar a pensar un poco en los adultos mayores", pide.
VIDA PLENA
Ida se jubiló hace 16 años, luego de trabajar durante 25 años en oficinas administrativas del IPS. También fue durante 17 años profesora del Colegio Nacional de Niñas.
Años atrás ejerció la presidencia de otra asociación de adultos mayores. Pero el grupo era sólo para organizar fiestas, coronación de reinas, desfiles, cenas y excursiones. "Eso no encajaba conmigo".
Una duda la torturaba: "¿Y qué pasa con los que no tienen plata?".
Así empezó su acción en pos de otros compañeros. Recuerda con dolor, una anécdota en el asilo sobre la calle Venezuela.
Hablando con una ancianita allí internada, de súbito le interpela: ¿Te puedo pedir algo?. "Yo me asusté, pensé en todo lo que me podía pedir". Pero lo que pasó a continuación, le heló la sangre. La viejita la miró a los ojos y le rogó: "Dame un abrazo". Esa lacerante prueba de carencia de cariño quedó como una cicatriz en su memoria y es a la vez una de las razones por las que cada día renueve la fe en su propósito de vida.
Fuente: Ultima Hora de Asunción
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