¿Cómo puede pasarle a alguien desapercibido un milagro tan grande?
¿Cómo puede dejarse de ver a un Dios encarnado?
Si hasta los peces en el río se echaban unos traguitos (de agua dulce, por supuesto) por ver al Dios nacido.
Claro, ahora los focos apuntan a tantos sitios distintos que la estrella de navidad brilla poco.
Y los peces se despistan y beben JB a ritmo de samba, y no llegan a tiempo al nacimiento porque hay botellón en la charca de Herodes.
Pero la creación entera, con peces y ovejas, con mula y buey, con pueblos venidos de oriente y occidente, con todos sus seres, sigue siendo un reflejo del sueño de un Dios que tiene un proyecto para el mundo.
Y la verdad, cuando se apagan las luces de mentira, sigue brillando la luz profunda de ese Dios niño que trae esperanza a los cojos, a los sordos, a los ciegos, a los mudos, a los tristes, a los pequeños, a los cansados, a los heridos, a todos…
Por eso, estas navidades, como los peces en el río hacían entonces, echa un brindis a la salud del niño Dios, que últimamente la gente ya no se acuerda de brindarle nada.
A la salud de tantos hombres y mujeres que siguen caminando tras la estrella que nos recuerda que Dios está por aquí.
Fuente: Jesuitas de Castilla
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