Miles de jubilados acogen a sus nietos desamparados, pero no es facil criar a un bebé o educar a un adolescente
Los mayores tienen que pasar exámenes de capacidad para hacerse cargo de sus nietos menores de edad: el parentesco no basta por sí solo.
Nacida de una madre drogadicta, la niña se convirtió nada más ver la luz en hija de sus abuelos, a punto de jubilarse. "La verdad es que al principio pensamos darla en adopción con algún matrimonio más joven, pero mi mujer entró en la habitación y la vio tan redondita que nos la quedamos", recuerda el abuelo.
Así, tan sencillo, Berta y Mario se convirtieron en padres de nuevo, ella con 51 años y él con 59. Mario ya pensaba en su jubilación anticipada, después de toda una vida trabajando como fontanero a sueldo de una constructora. "Y ya ve, llevamos 17 años sin vacaciones". Este matrimonio del sur de Madrid puede hablar con fiabilidad de los afectos y la ilusión renacidos cuando sobreviene algo así, pero también de los disgustos de criar a una nieta en la era de la videoconsola: carreras al logopeda, suspensos en el colegio; y la autoestima que se pierde si no hay apoyos sociales que echen una mano. "Se necesita ayuda económica, por supuesto, pero lo que más, gente preparada que esté pendiente, que te diga si lo estás haciendo bien, que te dé confianza en que puedes hacerlo".
Durante muchas décadas, en España los niños que quedaban desamparados llenaban las instituciones de acogida, enormes edificios donde convivían aquellos niños que habían nacido con mala suerte: padres drogadictos, encarcelados, que morían de tuberculosis o en un accidente de tráfico. Con la transición empezaron a cambiar las políticas sociales y surgieron centros de protección de menores más pequeños. Pisos tutelados, por ejemplo, que fueron casi la única alternativa hasta principios de este siglo. También había familias de acogida, entonces llamadas de guardia y custodia, que cuidaban al menor con la vista puesta en la adopción definitiva.
Los abuelos no solían entrar en este juego. "En los años sesenta se pensaba que los malos tratos eran algo que se transmitía, de tal forma que si el niño los había padecido con los padres, también los sufriría bajo el mando de los abuelos", explica Pere Amorós, catedrático de Pedagogía de Inadaptación Social en la Universidad de Barcelona.
A partir de los ochenta, los estudios empíricos anglosajones demostraron que el acogimiento en familia extensa, es decir, con tíos o abuelos, tenía sus ventajas si se usaban criterios adecuados. El sentido común basta para citar algunas de esas ventajas: el niño seguía formando parte de la familia con la que se crió, no tenía, por lo general, que separarse de su entorno social "y su sentimiento de pérdida era menos traumático", añade Amorós. Por otro lado, casi siempre los abuelos mostraban buena predisposición para hacerse cargo de esos nietos. Pero, aunque también es esperable, nadie se para en esos momentos amargos a pensar que la vida corre y el futuro puede deparar algunas sorpresas desagradables.
En cifras redondas, hay en la actualidad unos 14.600 menores en acogimiento familiar y entre el 60% y el 70% de ellos están con los abuelos, que no suelen disfrutar, mucho menos a la jubilación, de unos ingresos boyantes. Los programas de apoyo, tanto socioeducativos como económicos, se han ido extendiendo de forma desigual, como ocurre con casi todas las políticas sociales, en manos, desde su origen, de las comunidades autónomas. Pero aún en 2003 a los abuelos "en algunas comunidades no se les daba ni un céntimo cuando pasaban a hacerse cargo de sus nietos", afirma el profesor Jorge Fernández del Valle, que trabaja en la Universidad de Oviedo y dirige un grupo de investigación de familia e infancia. Fernández del Valle, junto con Mónica López, Carmen Montserrat y Amaia Bravo tienen los datos más recientes que hay sobre este asunto. Acaban de concluir un libro donde todos ellos están recogidos, titulado El acogimiento familiar en España. Una evaluación de resultados.
Los abuelos que se quedan con los niños suelen ser los maternos, casi el doble de las veces que los paternos. En muchos casos, los padres están en la cárcel o son drogadictos, o con problemas mentales, o el dramático cóctel de las tres cosas a la vez, nada infrecuente. En el momento de su acogida en familia, más de un tercio (38%) de los niños son menores de tres años. A medida que aumenta la edad de los menores desamparados disminuyen los acogimientos, porque "entran a trabajar o los abuelos son ya muy mayores para hacerse cargo de ellos". "Ésa es también la tragedia, porque ¿qué hace una pareja de 80 años con dos lebreles adolescentes?", reflexiona Fernández del Valle.
Pero eso a veces ocurre, porque los cumpleaños no pueden detenerse, ni los de los nietos, ni los de los abuelos, y de repente, un crío encantador y obediente deviene un chaval en la edad del pavo, contestón y desenfrenado, que, además, quiere una cazadora de marca, como la que llevan sus amigos. ¿De marca? ¿De qué marca? ¿Y eso cuánto vale?
La hija-nieta de Mario y Berta, afortunadamente, no es de esa cuerda, pero ya ha tenido problemas en el colegio, no sabe si quiere seguir estudiando, y cuando los abuelos tratan de educarla en casa, "ella se lo toma todo a broma".
Tampoco Carmen, que vio morir a su hija hace poco, tiene grandes problemas con su nieta. Ella es más joven y trabajó algún tiempo como docente, pero además ha contado, como Mario y Berta, con el apoyo de la Fundación Meniños, que trabaja con el Ayuntamiento de Madrid y pone a disposición de estas familias programas psicosociales, de asesoramiento y educación. Porque uno de los objetivos es que estos abuelos no se pierdan en el papeleo y sean capaces de encontrar y hacer uso de los recursos que hay en su barrio. Un 34% de los abuelos tienen a más de un nieto en acogida y en un 35% de los casos son abuelas solas las que afrontan esa maternidad imprevista.
Carmen es viuda y su situación económica es razonable, pero sabe lo que es el "sacrificio". "He empalmado dos generaciones; mi nieta es igual que una hija, sólo que te la han dado hecha. La educación de un hijo siempre es difícil y a mí la experiencia de madre me sirvió para aprender. Yo siempre he pretendido que sepa que soy su abuela y que su madre era su madre, pero la he educado como a una hija, con obligaciones, responsabilidades y toques de atención. Aunque ahora baso todo más en el diálogo, con mis hijos era más mandona", se ríe. La chica, de 15 años, sabe que la abuela es su madre y su padre, es la que va a las reuniones en el colegio, la que la lleva de vacaciones, le compra lo necesario y la reconviene cuando hace falta. Con otros nietos, Carmen se porta de otra manera. "Ahí ya vas de abuela, pero ella entiende que a los otros los veo mucho menos. Ellos se llevan un ratito y ella tiene mi vida entera".
La nueva tendencia en las políticas sociales, de todas formas, no es primar la acogida por parte de los abuelos, sin más. "No. Se trata de hacerlo bien, de mirar caso por caso y ver si, efectivamente, esos abuelos están en condiciones de educar y criar al nieto. Los mayores ahora suelen pasar los mismos reconocimientos, exámenes y entrevistas, que se les hace a las familias ajenas que quieren acoger a un menor", dice Pere Amorós. Las inspecciones, con Carmen, se prolongaron todo un año. La comunidad autónoma, en este caso la de Madrid, es la que tiene las competencias de estas políticas y la encargada, por tanto, de que todo vaya correctamente. Pero se suele delegar en los servicios municipales para hacer un seguimiento más cercano de cada acogida. La Fundación Meniños, a través de su programa-contrato se encarga de ello. A veces dan un respiro a los abuelos con cursos de apoyo escolar para los nietos. Porque los hijos descansan dejando a los niños al cuidado de los abuelos, pero ¿a quién se los dejan los abuelos cuando quieren hacer un paréntesis?
Mario y Berta, con pensiones que no suman 800 euros y algunas otras ayudas pequeñas, necesitarían más apoyos y eso que Madrid, según dicen los expertos, es de las comunidades que mejor tiene articulado este sistema de acogimientos.
A veces a Mario se le agotan los nervios y le dice a su nieta que con quien debería estar es con su madre, pero, afortunadamente, la chica, que guarda una buena relación con su madre, "se lo toma todo a chunga". La dejan salir hasta las doce cuando toca, le dan su paguita semanal y le ingresan en una cuenta una ayuda que pudieron obtener de la Seguridad Social por el padre que murió.
Un 15% de los niños en acogida familiar son huérfanos. Pero hasta que eso ocurre, a veces después de un camino dramático y agotador por la cuesta de las drogas y el sida, los abuelos son los que se han hecho cargo de esos niños durante años. Por tanto, lo normal es que sigan haciéndolo cuando ya no hay más remedio. Ésa es la razón de que se haya convertido en el tipo de acogimiento más utilizado. Cuando los padres viven, pero no pueden criar a sus hijos, la mayoría de ellos está de acuerdo con que lo hagan los abuelos, según demuestra un estudio de la Universidad de Málaga en el que ha participado la doctora Isabel Bernedo. Y los resultados de esa investigación confirman "la escasez de apoyos que reciben los abuelos acogedores, que reclaman, en primer lugar, ayudas económicas y, después, información general sobre el acogimiento".
Pero, como suele ocurrir con los abuelos, a pesar de las carencias y los sacrificios, muestran la satisfacción de asumir ese papel de padres, por el afecto que reciben y porque se sienten útiles para sus hijos y para sus hijos-nietos.
La asignatura pendiente, en opinión de Amorós, la constituyen los programas de prevención para restaurar lo que se rompió un día, para preservar y recomponer la familia antigua cuando hay posibilidad de ello. Un buen acogimiento, dice este experto, debe trabajar teniendo en cuenta que un día los padres puedan ya hacerse cargo de nuevo de sus hijos. "Estadísticamente, la reunificación a partir de un acogimiento con abuelos es menor". "Parece una paradoja, pero no lo es. Los padres de los niños que viven con sus abuelos no sienten esa necesidad tan acuciante, porque los ven recogidos en casa. Nadie se los ha quitado, piensan. Sin embargo, cuando están con familias ajenas, tienen un mayor estímulo para recuperarlos", explica Amorós.
Después de todo, los abuelos también se encariñan con esa suerte de crianza. Sienten que la vida, que les falló con sus hijos, les da ahora una nueva oportunidad para ponerse a bien con sus sentimientos.
A los menores les gusta su compañía
Una encuesta telefónica de la ONG Mensajeros por la Paz ha preguntado a un millar de niños de edades entre 6 y 17 años, sobre la relación con sus abuelos.
Estas son las principales conclusiones del estudio.
- Al 74,25%l es gustaría convivir, aunque sólo fuera por algún tiempo, con sus abuelos, sobre todo a edades más tempranas.
- Aprenden más cosas y con ellos se lo pasan mejor. Y así no están solos, dicen.
- Los maternos comparten más su tiempo con los nietos que los abuelos paternos. Las niñas tienen más relación con sus abuelas y los chicos, con sus abuelos.
- Todos los días ven a sus abuelos un tercio de los menores. Un 21% les ve entre dos y tres días a la semana. Un 36%, durante las vacaciones escolares.
- Entre los aspectos negativos, destacan los castigos y las regañinas; cuando son más mayores, no les gusta que les controlen excesivamente.
- Los nietos ayudan en las tareas domésticas (un 18%). Un 26% les echa mano para usar las nuevas tecnologías (telefonía, aparatos electrónicos, Internet...) y un 12% en el aprendizaje de idiomas.
CARMEN MORÁN
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