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Los primeros guiris


Una turista en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra / ATR

Un ensayo compara con Facebook el exhibicionismo de los libros de fotografías de turistas de alrededor de 1900


La fotografía muestra a una chica estadounidense agachada en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra de Granada, acariciando con la punta de sus dedos las aguas del estanque. Y sobre la foto su marido comenta: “Alimentando a los peces”. Podría ser una publicación de hoy en la red socialFacebook, pero es un inédito álbum fotográfico de 1907. La tecnología ha dado un gran salto desde entonces, pero parece que el del cerebro humano no ha sido para tanto.


El marido, DeWitt Clinton Falls, llegaría a ser una de las mayores autoridades en heráldica militar de EEUU, pero entonces era un simple cabo de infantería de la Guardia Nacional de Nueva York. Y el militar, además, era uno de los miles de miembros anónimos de una revolución que se estaba gestando en silencio.
Su momento cumbre fue el año 1900, cuando Kodak lanzó su serie de cámaras Brownie por un dólar. Eran pequeñas, baratas y fáciles de manejar. Y su llegada al mercado coincidió con un hecho bastante más trascendental: la clase media en EEUU empezaba a tener dinero y tiempo para viajar. En la década de 1880 se expedían unos 5.000 pasaportes al año en EEUU. Alrededor de 1900, ya eran 15.000. Y en torno a 1920 se alcanzaron los 100.000 pasaportes anuales. Había nacido el guiri y el cabo DeWitt Clinton Falls era uno de ellos.

Al lado de una biblia de Gutenberg

Ahora, las fotografías del militar, olvidadas durante más de un siglo, han salido de un cajón de la Biblioteca Pública de Nueva York. La historiadora del arte Rachel Snow lleva años sumergiéndose en los archivos de la institución con un curioso objetivo: estudiar las primeras fotografías turísticas, documentar el nacimiento de los primeros guiris.
En la Biblioteca se custodian decenas de millones de libros y documentos, entre ellos una de las biblias impresas por Johannes Gutenberg en el siglo XV y una copia manuscrita por Thomas Jefferson de la Declaración de Independencia de EEUU, pero a Snow no le interesaba nada de esto. Allí, en los mismos pasillos en los que se aparece el espectro de una bibliotecaria en la película Cazafantasmas (1984), a Snow se le aparecieron los álbumes de DeWitt Clinton Falls y otros muchos similares.
Para la historiadora del arte, son joyas: muestran la rutina de los pioneros de lo que hoy se conoce como turismo de masas. “Los álbumes [de DeWitt Clinton Falls] contienen instantáneas de una gran variedad de actividades turísticas habituales, como esperar el tren junto a una montaña de equipaje, un desayuno íntimo en el balcón de un hotel, escaparates”, explica Snow, de la Universidad de Carolina del Sur Upstate.
Sus carpetas incluyen imágenes de España, Francia, Alemania, Países Bajos, Bélgica y Reino Unido, donde la familia posó como posa cualquier guiri de hoy con el célebre monumento prehistórico de Stonehenge.

“Ay, hemos perdido el tren”

“El análisis de este tipo de fotografías turísticas del pasado son esenciales para comprender por qué y cómo los turistas hacen y usan las fotografías hoy. A pesar de los radicales cambios tecnológicos en la fotografía, la edición y la manera de viajar durante este tiempo, los fines de la fotografía turística, su apariencia y el deseo de los turistas de compartir sus imágenes y hablar sobre ellas se ha mantenido de manera notablemente constante en el tiempo”, expone Snow en su ensayo, publicado en la revista especializada Annals of Tourism Research.
Turistas bromeando ante la cámara
En su trabajo, la historiadora esgrime una fotografía de otro viajero, Burton Holmes. Muestra a sus compañeros de viaje, cuatro mujeres vestidas de largo y tres hombres con bigote y bombín, haciendo como que lloran desconsoladamente, enjugándose las lágrimas con sus pañuelos. “Ay, hemos perdido el tren”, escribe el turista. Es un chiste que podría figurar en cualquier muro actual de Facebook, pero apareció en 1901 en una de las redes sociales de entonces. A diferencia de las fotografías de DeWitt Clinton Falls, conservadas en álbumes personales, las de Burton Holmes (1870-1958) y otros ejemplos aparecen en libros publicados por los propios turistas, un género que se hizo popular entre 1900 y 1940.
“La publicación de narraciones de viajes ilustradas con fotografías de los propios turistas demuestra que no sólo se divertían haciendo sus propias fotos, sino que les gustaba leer historias de otros turistas”, señala Snow, que ve una “continuidad histórica” entre estos libros y Facebook o foros de viajeros online como los de la revista Lonely Planet.

Recuerdos prefabricados

Estos libros, con tiradas de unos pocos cientos de ejemplares, eran buscados por otros viajeros. Para la historiadora, sin duda, “pueden haber contribuido al ciclo del turismo de masas y su estandarización cada vez mayor, al animar a los lectores a ir a los mismos lugares y a hacer las mismas fotos”.
En el siglo XIX, antes de la democratización de la fotografía con las cámaras de Kodak, los turistas que querían llevarse un recuerdo a casa se tenían que conformar con comprar libros de fotos estandarizados. Los mismos recuerdos prefabricados para todo el mundo. Normalmente, meras imágenes canónicas de palacios, catedrales y monumentos.
Pese a todo, los primeros turistas se esforzaban por personalizarlos. Snow ha hallado en la George Eastman House, el gran museo de fotografía de Rochester (EEUU), un buen ejemplo de esta lucha por la individualización. En una imagen perteneciente a un libro prefabricado de 1870, que muestra a cuatro turistas sonrientes trepando por la pirámide de Keops, otro turista anónimo escribió: “Una visita al interior es interesante pero, aunque los guías dicen que es fácil, es cansado y está lejos de ser agradable”.
“Los turistas estaban buscando maneras de registrar sus ideas personales, sus opiniones, sus experiencias, pero el mercado y la tecnología todavía no habían hecho posible esta individualización”, reflexiona Snow. Facebook no existía, pero sus usuarios ya estaban ahí desde hace más de un siglo.

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