La agencia del medicamento estadounidense, la FDA, lleva unos años estudiando cómo detener el proceso de envejecimiento. Se trata de paliar los efectos de la edad considerándolos propios de una enfermedad. Es decir, envejecer no es parte del trato evolutivo, envejecer es una dolencia que nos invalida con los años, pero que podría tratarse con ciertos fármacos y terapias. La línea que lleva la FDA no es única ni solitaria. Otros científicos de diversas disciplinas han abierto ya su campo de estudio al horizonte de la inmortalidad. Cuando uno se para y piensa y hasta reflexiona, no deja de rumiar toda clase de preguntas, porque a estas alturas que el paso del tiempo sea una enfermedad, supone cierto grado de fe y suspender el juicio aplicado durante siglos a la vida.
La razón que tienen los investigadores se basa en una observación que origina, cuando menos, sorpresa: envejecer no es un imperativo de la evolución, sino un proceso alterable. El reto consiste, pues, en retrasar la vejez, en evitarla incluso.
Los primeros estudios han dado algún fruto. Se sabe, por ejemplo, que en levaduras, en la mosca de la fruta y en un tipo de gusano existe un compuesto llamado resveratrol, también presente en la piel de las uvas, en el vino tinto y en las nueces. El resveratrol afecta la actividad de un gen implicado en la longevidad.
Otro factor que ha añadido peso a la teoría, un cambio en el paradigma científico, es que la mortalidad de los mayores no se estanca, sino que baja. Un dato totalmente inesperado para los demógrafos que han puesto sobre la mesa en distintos foros internacionales. Que la duración media de la vida humana aumentará en las próximas décadas no es cuestionable. Pasará. Pero que esa vida se prolongue sin pagar el precio de la vejez, es la idea.
La literatura, las leyendas y los cuentos están preñados de historias sobre inmortales y pactos con deidades más o menos malignas. A veces, era una eterna juventud conseguida por procedimientos mágicos; otras, una infinita madurez lograda a base de pócimas y fuentes de la vida. Ahora, con las revistas científicas publicando cada mes nuevos progresos y avanzados, uno no sabe si ponerse a descifrar códigos secretos o rezarle al santo de turno.
Si la vejez es una enfermedad, si el colapso del organismo puede tratarse, si vamos hacia una sociedad de una sola edad, sana y a pleno rendimiento, cumpliendo años tras años sin ocaso físico, ¿qué le ocurrirá al cerebro? ¿Tendrá que someterse a otro tratamiento para no caer en el horror?
El comercio digital
Seríamos jóvenes o maduros, de edad incierta, sometidos a la eternidad, cargados de pasado. Un pasado registrado por la mente. Acumulando el tiempo en la cabeza, sin que se note, bajo una espesa capa de pelo.
La razón que tienen los investigadores se basa en una observación que origina, cuando menos, sorpresa: envejecer no es un imperativo de la evolución, sino un proceso alterable. El reto consiste, pues, en retrasar la vejez, en evitarla incluso.
Los primeros estudios han dado algún fruto. Se sabe, por ejemplo, que en levaduras, en la mosca de la fruta y en un tipo de gusano existe un compuesto llamado resveratrol, también presente en la piel de las uvas, en el vino tinto y en las nueces. El resveratrol afecta la actividad de un gen implicado en la longevidad.
Otro factor que ha añadido peso a la teoría, un cambio en el paradigma científico, es que la mortalidad de los mayores no se estanca, sino que baja. Un dato totalmente inesperado para los demógrafos que han puesto sobre la mesa en distintos foros internacionales. Que la duración media de la vida humana aumentará en las próximas décadas no es cuestionable. Pasará. Pero que esa vida se prolongue sin pagar el precio de la vejez, es la idea.
La literatura, las leyendas y los cuentos están preñados de historias sobre inmortales y pactos con deidades más o menos malignas. A veces, era una eterna juventud conseguida por procedimientos mágicos; otras, una infinita madurez lograda a base de pócimas y fuentes de la vida. Ahora, con las revistas científicas publicando cada mes nuevos progresos y avanzados, uno no sabe si ponerse a descifrar códigos secretos o rezarle al santo de turno.
Si la vejez es una enfermedad, si el colapso del organismo puede tratarse, si vamos hacia una sociedad de una sola edad, sana y a pleno rendimiento, cumpliendo años tras años sin ocaso físico, ¿qué le ocurrirá al cerebro? ¿Tendrá que someterse a otro tratamiento para no caer en el horror?
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Seríamos jóvenes o maduros, de edad incierta, sometidos a la eternidad, cargados de pasado. Un pasado registrado por la mente. Acumulando el tiempo en la cabeza, sin que se note, bajo una espesa capa de pelo.
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